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La música siempre ha estado presente en la vida de la soprano Pretty Yende (Piet Retief, Sudáfrica, 1985), pero la ópera llegó a ella muy tarde, a los 16 años y de forma poco habitual, gracias a un anuncio de British Airways. Estaba cenando en casa con su familia cuando en la televisión apareció el anuncio de la aerolínea, con el Dueto de las flores de Lakmé de fondo. "Fue mi momento divino, el que me hizo despertar, darme cuenta de mi propósito y ser consciente de que existía un mundo milagroso y curativo envuelto en melodías. Mi alma nunca ha sido la misma desde entonces", asegura la soprano.
Tampoco ha sido igual su día a día. En estos cuatro años se ha convertido en una de las figuras más importantes de la lírica, llenando La Scala de Milán, el Metropolitan Opera House de Nueva York, la Opéra Bastille en París, la Deutsche Oper de Berlín... Como parte del sueño, también, cantar en la ceremonia de inauguración de Notre Dame y en la coronación de Carlos III, en la Abadía de Westminster.
La suya, dice con modestia, es una "historia humana, la de una chica que creció en un pueblo sin conocimientos de música clásica ni de ópera y que a punto de terminar el Bachillerato había decidido ser contable", recuerda. En aquel momento nadie, ni familia ni profesores, pensaban que Pretty tuviera "lo que había que tener"; la música sólo era un hobby. Y cambiar los planes para dedicarse a ella de forma profesional no fue fácil. "Mis padres conocían las dificultades de este mundo y querían protegerme. En la historia de nuestra familia, yo, una chica, iba a ser la primera en ir a la universidad. Así que tuve que idear un plan que les tranquilizara: si en dos años veía que la música no era lo mío, cambiaría de carrera. Pero el destino lo había decidido y yo estaba más que preparada para dar el salto de fe y embarcarme en el viaje. Les agradezco tanto su fe en mí y que hayan recorrido conmigo este camino de incertidumbre... Y estoy tan contenta de haberlo emprendido", afirma.
Es su #prettyjourney, que la ha llevado también a publicar dos exitosos álbumes, A Journey y Dreams, con Sony Classical. "Y muchos más que vendrán, es la manera de sacar la ópera de los circuitos cerrados", apunta.
Hoy estaba previsto que llenara el Liceu de Barcelona, en un concierto junto a Nadine Sierra. La actuación de ambas sopranos era uno de los platos fuertes de la programación del festival Ciutat de Clàssica, que se celebra hasta el 11 de abril en la ciudad. Lamentablemente, a última hora la soprano ha tenido que suspender su participación debido a un grave problema de salud familiar.
En su sexta edición, Barcelona Obertura Ciutat de Clàssica, un encuentro donde grandes nombres comparten escenario con jóvenes talentos, reúne a más de 500 artistas internacionales y talentos locales en más de 40 conciertos, más de la mitad de ellos gratuitos, repartidos en 26 escenarios de la localidad, desde el Gran Teatre del Liceu o el Auditori a edificios emblemáticos, como la Casa Batlló, el Mirador Torre Glòries o el Palau Güell.
- Como usted, las nuevas generaciones de sopranos ya no son figuras estáticas en el escenario, ahora interpretan lo que cantan como verdaderas actrices. ¿Ha hecho esto que la ópera sea más accesible al gran público?
- Absolutamente, nos hemos permitido a nosotras mismas esforzarnos y desafiarnos a hacer más, lo que ha mejorado positivamente la relación de nuestros personajes con el público. Pero, al mismo tiempo, eso se ha convertido en un reto vocal aún mayor y hay algunos papeles donde no se puede asumir el compromiso técnico. Lo estamos haciendo lo mejor que podemos.
- ¿Qué tendría que cambiar en este mundo para que dejara de verse como algo elitista y pudiera acercarse a él un público más joven?
- Yo volvería a poner la ópera en prime time, como antaño; el acceso a los jóvenes llega a través de la televisión. Hay tiempo de sobra para todos los demás géneros musicales en el mainstream... la ópera merece la misma plataforma.
- ¿Qué es lo más difícil para una cantante de ópera hoy día?
- Aunque la demanda es mayor que nunca, las redes sociales han hecho que en estos tiempos modernos sea mucho más complicado alcanzar el éxito. Además, con la tecnología no hay «seguridad» en el propio crecimiento, y no sólo necesitamos manejar la presión de cantar bien, con una buena técnica, también la que implica interpretar y dar verdad a cada personaje.
- No es habitual que una cantante de ópera sea la imagen de una marca de lujo, pero usted ha roto ese techo y es la imagen de Dior. ¿Qué significa eso para usted y para el mundo de la ópera?
- Es una de las experiencias más extraordinarias de mi #prettyjourney. Era un sueño a largo plazo y estoy muy feliz de que se haya hecho realidad. Siempre he creído que la moda es ARTE, con mayúsculas, y creo que ese mundo y el de la ópera se alegran mutuamente y encajan a la perfección. Me siento muy honrada de haber sido agraciada con ser la primera cantante de ópera en convertirse en Embajadora de Dior. Ningún sueño es demasiado imposible de alcanzar.
- Hablando de sueños, ¿cuál está en el horizonte?
- Cantar Norma algún día y compartir a esa mujer extraordinaria en el escenario mundial. Es la cima de la montaña que me encantaría alcanzar en este viaje por el Bel canto. Estoy agradecida de estar ya cerca, porque acabo de estrenar Maria Stuarda, uno de mis sueños desde siempre, y espero con impaciencia Anna Bolena. Y más Verdi y Puccini, por supuesto.
- Está en uno de los mejores momentos de su carrera, ¿ha logrado todos sus objetivos?
- Estoy muy bendecida..., pero esto es sólo el principio. Estoy deseando que pasen al menos 25 años sobre el escenario y no sólo por crecer y ganar experiencia como artista, sino también como ser humano. Creo que los próximos años van a estar llenos de madurez y seguridad.
- ¿Cuántos sacrificios ha hecho por el camino?
- Muchos... He renunciado a una vida normal... Vivo una vida extraordinaria.
- Dice que se ha caído y levantado muchas veces, ¿a qué se agarra para levantarse?
- A mi fe. Creo en mi Señor Jesucristo. Sin Él no estaría donde estoy ni iría adonde voy.
- ¿Cómo cuida su cuerpo y su mente una soprano de élite?
- Me cuido sobre todo por dentro, el alma y el espíritu..., y la parte física va detrás, los sigue.
- ¿Qué se siente al cantar en una catedral como Notre Dame o la Abadía de Westminster?, ¿es una sensación muy diferente a la de hacerlo en un teatro?
- Sí, lo es. Empecé a cantar en la iglesia, en casa todas las noches después de cenar cantábamos himnos de nuestra iglesia y fue mi abuela quien me enseñó a cantar cuando tenía cinco años. Así que, en estas dos ocasiones me olvidé de que era cantante de ópera: estaba donde debía estar, cantando alabanzas en la Casa del Señor donde crecí. Me sentía como cantando en casa.
- ¿Cuál de las dos ceremonias le impresionó más, la francesa o la inglesa?
- No puedo elegir. Ambos fueron los mejores momentos de mi #prettyjourney. El significado de cada uno de ellos fue tremendo y estoy agradecida de que se me confiaran estas experiencias memorables.
- ¿Qué es lo que más recuerda de esos dos momentos?
- La paz, la alegría, el amor... Fue una experiencia verdaderamente divina.
- ¿Se interpreta de forma diferente según la lengua en que se canta?
- Sí. A mí me gusta cantar en francés. Hablo italiano con fluidez y manejo mucho repertorio italiano, pero cuando tengo un papel en francés, hay algo más, algo que le encanta a mi voz.
- ¿Qué tiene en España la ópera que la diferencie del resto del mundo?
- El amor y la pasión por la música. La conexión con el público es profunda, mucho más que la propia tierra, es la mejor parte. Es maravilloso.
- ¿Cuál es el papel que más le gusta interpretar?
- Todos, porque aprendo algo en cada uno de ellos. Pero si tengo que elegir... interpretar a Marie en 'La hija del regimiento' (la ópera más popular de Donizetti, una comedia irónica, sentimental y con crítica social) es lo que más me divierte cuando estoy en escena. Disfruto con los personajes cómicos, me encantan.
- ¿Y el que más le cuesta?
- Lucia, en Lucia Di Lammermoor, de Donizetti también. Es del que más he aprendido lo que significa ser cantante de ópera. Estaba muy nerviosa, sobre todo en mis actuaciones en París, en la Ópera Bastille, y mi experiencia más humilde y querida fue recibir varias ovaciones de pie en medio de la escena de locura del personaje antes de la cabaletta. Me sentí muy agradecida y aprendí mucho.
- ¿Hay algún ritual, alguna costumbre, que repita de forma invariable antes de subir al escenario?
- Rezo.
Fe y amor, la palabra que Pretty Yende elige para definirse a sí misma, hacen que escucharla desde el patio de butacas sea también una experiencia que nos acerque a ese propósito que a ella le cambió la vida. Que así sea.
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