Este fin de semana, tras el atardecer, podemos disfrutar de un espectáculo extraordinario: a simple vista podemos ver a Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno dibujando la línea imaginaria de la eclíptica. También sobre esa línea se encuentran Urano y Neptuno, pero estos están tan lejanos que solo son observables con telescopio. Y el 1 de marzo tendremos una bonita conjunción de la Luna con Venus y Mercurio.
Siete planetas sobre el horizonte
Estos últimos días de febrero nos ofrecen los únicos momentos del año en los que todos los planetas del sistema solar se encuentran simultáneamente sobre el horizonte. Situémonos en un lugar con la vista bien despejada desde el sur al oeste (sin árboles, edificios ni otros obstáculos), unos 45 minutos tras la puesta de sol, es decir, a eso de las 19:45 (hora peninsular y de Baleares).
Venus y Júpiter dominan la escena hacia el sudoeste, brillando esplendorosos en Piscis y Taurus, respectivamente. Marte más alto sobre el horizonte, y más al sur, muestra su brillo rojizo en Géminis, Y, finalmente, Mercurio y Saturno se ven muchísimo más débiles y muy bajos sobre el horizonte oeste; de hecho, podrá resultar dificultoso distinguirlos entre los fastuosos colores del atardecer.
El pequeño Mercurio resulta tan esquivo y difícil de observar por encontrarse siempre cerca de la línea de mirada al Sol. Durante la mayor parte del año está demasiado próximo al astro rey en la bóveda celeste como para poder distinguirlo del fulgor solar. Las ocasiones del año en las que se separa suficientemente del sol como para resultar visible, ya sea en los amaneceres o en los atardeceres, pueden contarse con los dedos de una mano. Estos momentos en los que la distancia aparente en el cielo, de Mercurio al Sol, es más grande se denominan en astronomía "elongaciones"
Pues bien, al final de febrero y principios de marzo tenemos a Mercurio en su máxima elongación este, lo que hace que su observación sea particularmente favorable durante el crepúsculo vespertino. Para encontrarlo conviene localizar primero al brillantísimo Venus y bajar la mirada verticalmente hasta el horizonte pues el pequeño planeta rocoso apenas se encuentra a cinco grados de elevación.
Y también sobre el horizonte se encuentran ahora Urano y Neptuno. Aunque estos son planetas gigantes, sus enormes distancias impiden que puedan observarse a simple vista, para verlos hay que recurrir a un telescopio. Y es que Urano se encuentra a 2.955 millones de kilómetros de la Tierra, mientras que Neptuno está a 4.620 millones de kilómetros. Es decir, ambos están mucho más lejos que el Sol, del que "tan solo" nos separan 150 millones de kilómetros. Esta es la razón por la que estos dos planetas gigantes permaneciesen desconocidos prácticamente hasta la edad contemporánea: Urano fue descubierto en el año 1781 y Neptuno en 1845.
Eclíptica
La línea imaginaria que, atravesando la bóveda celeste, pasa aproximadamente sobre las posiciones de todos estos planetas recibe el nombre de "eclíptica". Es la misma línea sobre la que se mueve el Sol en su movimiento aparente a lo largo de todo el año, cuando lo miramos desde nuestro punto de observación terrestre. Y es, por tanto, la línea sobre la que se producen los eclipses, de ahí su nombre.
La eclíptica atraviesa las doce constelaciones del Zodíaco que fueron descritas en la Antigüedad y que a todos nos resultan tan familiares, pues siguen siendo unos de los mayores referenciales astronómicos para situarse en el cielo.
Las órbitas de los otros planetas del sistema solar están muy poco inclinadas respecto a la órbita de la Tierra. Gracias a ello, las posiciones aparentes de esos siete planetas siempre se encuentran cercanas a la eclíptica (pero no exactamente sobre ella). Y algo parecido sucede con la Luna. Así que, aunque todos estos astros se encuentren a distancias muy diferentes, cada cierto tiempo se producen, entre ellos, esas conjunciones y alineamientos que pueden resultar espectaculares.
1 de marzo: conjunción
Una de las conjunciones más llamativas de los próximos días tendrá lugar el sábado 1 de marzo cuando el finísimo filo de la luna creciente (el novilunio tendrá lugar el 28 de febrero) se sitúe entre Venus y Mercurio. Es imposible confundir a Venus con una estrella, pues no hay ninguna que tenga su brillo y, además, recordemos que las estrellas titilan, mientras que los planetas no.
Una vez localizados Venus y la Luna, nuevamente habrá que descender la mirada hasta cerca del horizonte para ver a Mercurio.
Según va avanzando el invierno, las noches van acortándose, pero aún disponemos de unas 13 horas para disfrutar del cielo nocturno y de la danza de los planetas. Aprovechemos estos días en los que desde el balcón terrestre podemos ver o, al menos, "sentir" a nuestros siete planetas hermanos, el sistema solar al completo, como si tratase de una gran reunión familiar.
Rafael Bachiller es director del Observatorio Astronómico Nacional (Instituto Geográfico Nacional) y académico de la Real Academia de Doctores de España.