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El propio Orson Welles admitió que si hubiera podido elegir un destino para vivir, hubiera sido España y, en concreto, Ávila. Y eso que pensaba que su clima era "horrible", muy cálido en verano y muy frío en invierno. "Es un lugar extraño y trágico. No sé por qué, pero siento algo muy especial", dejó dicho el famoso cineasta estadounidense, que rodó en la ciudad amurallada Campanadas a medianoche. Miguel de Cervantes, por su parte, no escogió Alcalá de Henares para nacer, obviamente, pero sí vio por primera vez el mundo en la localidad madrileña, de donde rescataron su libro bautismal —metido en una caja de galletas, con alquitrán, telas y cuerdas— de la iglesia de Santa María el 18 de julio de 1936, nada más estallar la Guerra Civil. Unos días después, ardió el edificio.
Durante aquel verano precisamente, Rafael Alberti y su mujer, María Teresa León, habitaron un molino de viento en Ibiza. Allí les sorprendió la contienda, ya que donde pensaban pasar sus vacaciones era en Galicia. Y justo de esta tierra era la abuela de Gabriel García Márquez, Tranquilina, de la que heredó su capacidad para fabular, como él mismo confesó, ya que pocos lugares tienen un origen tan mágico, mítico y milagroso como éste, empezando por Santiago de Compostela, una de las 15 ciudades españolas declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco por su monumentalidad, cultura, arte y belleza.
Todas integran la nueva colección homónima de guías ilustradas de la editorial Tintablanca (precio unitario: 32,90 euros), que aúna libros de viaje, arte y cultura en cada obra que publica, diseñada bajo los parámetros de papelería de lujo, con portadas de tapa dura encuadernadas con tela imperial de algodón orgánico, tintes naturales y páginas satinadas cosidas al hilo. Comparten estilo con otros títulos viajeros de la misma casa como Madrid, Nueva York, Berlín, Los Caminos del Quijote o La Alhambra, por los que la editorial ha ganado premios como el de los Libros mejor editados en España del Ministerio de Cultura.
Le llega el turno ahora a la antología Ciudades Patrimonio de la Humanidad, publicadas junto a la asociación del mismo nombre y que proponen un recorrido íntimo y a fuego lento sembrado de anécdotas, mitos y curiosidades por algunas de las urbes más espectaculares de nuestro país. De las ya citadas Alcalá de Henares, Ávila, Ibiza o Santiago a Baeza, Cáceres, Córdoba, Cuenca, Mérida, Salamanca, La Laguna, Segovia, Tarragona, Toledo y Úbeda. Las firman 15 escritores y otros tantos ilustradores de reconocido prestigio como Espido Freire, Raúl del Pozo, Juan Cruz, Fanny Rubio o José Luis Fajardo.
Cada una supone "un motivo irrenunciable para pasear estas ciudades de otro modo, ya que sus autores las presentan de una manera original y única", argumenta el editor César Hernández, la mitad fundadora de Tintablanca junto a su colega jienense Manuel Mateo Pérez, responsable de la guía de Úbeda, de la que destaca "ese aire castellano que exhalan sus calles, como si Andalucía aún no hubiera entrado en ella". No olvida su Plaza Mayor, una de las más bellas de toda Europa. De Segovia se han encargado Espido Freire y el dibujante Fernando Vicente. La primera no dudó en evocar en primera persona los años que vivió en la llamada ciudad de las tres catedrales (aunque dos de ellas ya no existen), recuperando poetas, rincones y leyendas como la del demonio que construyó el acueducto en una noche para quedarse con el alma de una niña aguadora.
Momentos mágicos
Marta Robles —acompañada de las ilustraciones de Pedro Cuadra— ha hecho lo propio con Salamanca, donde que se curtió como periodista en La Gaceta local. "He querido descubrir su intrahistoria, no hablar de la ciudad bulliciosa de cualquier fin de semana otoñal, al mediodía, cuando los lugareños se mezclan con mil y un visitantes". Al contrario, Robles ha preferido optar por «su momento mágico, a primera hora de la mañana, cuando aparece tamizada por una luz dorada, sin nadie". El huerto de Calixto y Melibea está presente. Y su prestigiosa Universidad, considerada la más antigua de España, en la que los estudiantes pobres del Medievo debían permanecer durante las clases de pie al fondo del aula, tiritando de frío durante los meses de invierno.
La docente Inma Chacón y la pintora Alba Cortés han indagado en Mérida, la urbe que el emperador Augusto concibió como un espejo de Roma y "en agradecimiento a los servicios prestados por los militares que se asentaron allí, ordenó dotarla de todas las comodidades y prestaciones que pudieran necesitar y desear", cuenta Chacón en su guía particular. De aquel pasado imperial habla el escritor Use Lahoz al retratar Tarragona como una metrópoli íntima, detallada y abierta al mundo.
A Cuenca la llama Raúl del Pozo "la Manhattan medieval", mientras que el cordobés Joaquín Pérez Azaústre recuerda el mayo de su ciudad natal, con la feria y los patios, pero también a su abuela Lola, antes de la guerra, junto al caño del Olivo, «mirando, con sus ojos de niña, a las mujeres que llenan sus cántaros, aunque es de noche». El poeta Diego Doncel destaca la "sensación de infinito" que le transmite Cáceres. Y Juan Eslava Galán no se extraña de que a muchos visitantes les asalte el síndrome de Stendhal cuando llegan a Toledo.
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