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Aurora Venturini, la inadaptada sagaz que narra la sordidez desde la inocencia

Su libro de relatos 'El marido de mi madrastra' es una buena puerta de entrada al mundo de la escritora que jugó con el lenguaje para contar la historia de personajes marginales en busca de cariño

Aurora Venturini,  la inadaptada sagaz que narra la sordidez desde la inocencia
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En el prólogo de la nueva edición de El marido de mi madrastra, libro de relatos de Aurora Venturini (1922-2015), Ariana Harwicz escribe que la argentina "escribe contra el lenguaje, contras las convenciones de lo escrito". Explica también este libro que tiene dos partes, "se divide en dos, como esos juegos de terror de los parques de atracciones. La puerta número uno lleva por un pasadizo secreto a la puerta número dos, el segundo libro dentro del libro. Puerta perversa que invierte-pervierte lo horroroso y abyecto".

El marido de mi madrastra

Prólogo de Ariana Harwicz. Tusquets. 240 páginas. 19 € Ebook: 9,49 €
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La primera parte, "El marido de mi madrastra", tiene un epílogo que da dos informaciones jugosas: que algunos personajes de "El abuelo Melo" están basados en personas de su familia materna y que lo que cuenta en el cuento "El marido de mi madrastra" está basado en un caso que trató como psicóloga. No habla en el epílogo de "Laura Láinez", otra de las piezas de esta primera parte.

La puerta que lleva al segundo libro está en "El marido de mi madrastra", un cuento en el que lo que sucede pertenece al género de terror -violaciones, robo de niños, maltrato...- pero está contando desde una especie de inocencia, casi candidez que aleja cualquier coqueteo con el regodeo.

Todos los cuentos del volumen tienen coqueteos con lo paranormal: muchos de los personajes son puente entre el mundo de los vivos y el de los muertos, lo que casi siempre subraya su marginalidad, incluso cuando esta no viene dada por sus circunstancias socioeconómicas y culturales.

Todos los anzuelos lanzados en los cuentos parecen confluir en "Las Vélez", magistral cuento que cierra el libro y la segunda parte, "Hadas, brujas y señoritas", con una gracia y una levedad que contrasta con lo sórdido del cuento: "sale al campo, al senderito enladrillado invadido por el pastizal, a cuyos lados las rosas té ya se han amustiado porque llegó el otoño".