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Donald Trump empieza a ver como una de las promesas estrella de su segunda campaña presidencial está a punto de naufragar. Su propuesta de paz en Ucrania no avanza y Trump empieza a darse cuenta de algo que, desde fuera de la Casa Blanca, resulta muy evidente: Vladimir Putin ha jugado con él en unas semanas decisivas. La realidad es que Zelenski aceptó la tregua incondicional de 30 días propuesta por Washington mientras que Putin puso en marcha sus típicos juegos mentales: un «sí pero no» para aparentar interés que en realidad era una negativa en toda regla. Este fin de semana, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, le puso palabras a la evidencia y admitió que la tregua energética ya no existe y que la marítima tampoco existirá.
Las conversaciones de Arabia Saudí han sido un auténtico desastre de principio a fin, un terreno embarrado en el que el autócrata ruso se maneja mejor que nadie. Nadie supo nunca a qué hora precisa comenzaban las treguas, ni quién vigilaba su cumplimiento, ni qué protocolos había que seguir para volver al alto el fuego si se rompe en un punto del frente. No existió un relator independiente que registrara los debates ni que garantizara la transparencia. Eso provocó que se pactaran unas cosas con Kiev y otras diferentes con Moscú. Y que incluso cuando se pactaban con Moscú aparecieran dos documentos con aspectos diferentes de la reunion según lo emitiera la Casa Blanca o el Kremlin. Un autosabotaje evidente.
El pasado domingo, ante la evidencia de que Rusia no desea parar la guerra y tan sólo ha usado esta mesa de diálogo para ganar tiempo y tratar de sacar ventajas desde el primer momento, Trump dijo que estaba «enfadado» por la actitud de Putin y aseguró que considera «añadir más sanciones Rusia», que ya enfrenta severas penalizaciones financieras, y usar aranceles para socavar sus exportaciones de petróleo. Concretamente se trata de unos aranceles del 25% al 50% para países que comercien con el petróleo y el gas de Moscú. Es decir, un buen palo para una economía, la del Kremlin, ya muy desgastada por tres años de guerra.
Es la primera vez en toda la negociación que Washington emite alguna amenaza hacia el Kremlin, ya que las anteriores habían sido para Zelenski, denominado «dictador sin elecciones» por Trump y asediado en la Casa Blanca por una bronca inédita y vergonzante. Trump piensa en presentar un ultimatum a Putin para que acepte la tregua de 30 días sin condiciones.
20 de abril
Esta idea ha podido surgir de su conversación del pasado lunes con el presidente de Finlandia, Alexander Stubb, que compartió después los detalles sobre su reunión con Trump. Según Stubb, el presidente Trump le preguntó si se podía confiar en Putin. «Le respondí que no podía», dijo Stubb, que enfatizó que se debe alcanzar un alto el fuego y que se necesita una fecha firme. Añadió que Finlandia considera que el 20 de abril sería una fecha adecuada para un alto el fuego total e incondicional.
De esa conversación parece que sacó Trump su idea del ultimatum. Además, Stubb le dijo que Putin necesita un fuerte mecanismo de sanciones contra Rusia como incentivo para el alto el fuego, y que este sistema debería estar en vigor si Rusia no acepta el alto el fuego o lo viola. «[Trump] está bastante impaciente con las acciones de Rusia, este tipo de intrigas y demoras respecto al alto el fuego. Intenté explicarle que este es un comportamiento completamente normal de Rusia. Primero, negociamos algo, y luego las condiciones se modifican de nuevo», dijo. Este ultimatum, según algunas fuentes, estaría en torno al 20 de abril.
Putin ha intentado algo arriesgado, que es tratar de sacar ventaja no sólo de la negociación por las condiciones de paz, sino de la propia tregua de 30 días para comenzar a hablar. Entre las condiciones que exigía el Kremlin estaba la reconexión del Banco Agrícola Ruso o Rosselkhozbank al sistema Swift, algo que ni siquiera estaba en manos de Estados Unidos, que necesitaba a la Unión Europea para ello. Por supuesto que Bruselas, excluída de las negociaciones, dijo que no era el momento de quitarle a Rusia ninguna sanción. Y ahí, antes de nacer, murió la tregua marítima. Hay que reconocer en este punto que Vladimir Putin no ha mentido a nadie: lleva tres años repitiendo que sólo parará la guerra si se negocia bajo sus condiciones, algo que supera incluso las demandas a Ucrania y afectaría incluso a los países de Europa del Este. Es decir, unas condiciones inabordables.
Tregua imposible
La situación es inquietante, porque Rusia se niega al alto el fuego si no se acepta negociar en sus términos, que Ucrania y la propia Europa no pueden aceptar, ya que no sólo equivalen a una capitulación del Estado ucraniano, que no ha sido vencido por el Kremlin en el campo de batalla, sino una retirada de la OTAN en Europa del Este en un momento de máxima alerta por la actitud agresiva de Rusia, lo que convierte cualquier tregua en imposible.
El viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Ryabkov, lo expresa así: «Moscú no puede aceptar las propuestas estadounidenses de alto el fuego en Ucrania sin abordar lo que considera las causas fundamentales de la guerra», como si las causas fundamentales de la invasión no fueran el imperialismo ruso y sus ansias expansionistas.
Pero en algo sí que Putin ha conseguido su objetivo: dividir aún más a estadounidenses y ucranianos en el proceso. Ahora Trump exige a Zelenski una renegociación del tratado de las llamadas tierras raras mucho más leonina que la anterior. Ahora, el magnate exige que el presidente ucraniano pacte la entrega, de facto, del control de todos los recursos naturales del país a cambio de nada. Una actitud colonial de una Casa Blanca que, durante la legislatura de Joe Biden, jamás planteó que el armamento entregado debiera tener contrapartidas económicas. En principio, Zelenski se niega a firmarlo. «Puede tener grandes problemas», le amenazó Donald Trump.
Leon Panetta, ex secretario de Defensa de EEUU y director de la CIA, aseguró ayer: «Esto no es paz a través de la fuerza. Esto es paz a través de la debilidad».
Vladimir Putin, en su afán por aumentar la presión, acaba de firmar el decreto de Servicio Militar Obligatorio para la campaña de primavera. El ejército ruso llamará a filas a 160.000 jóvenes de entre 18 a 30 años, en su afán por agrandar las capacidades militares del país. Como comparación, en la campaña de primavera de 2021, llamaron a 130.000.
Mientras tanto, Finlandia anunció ayer que se retira de la Convención de Ottawa sobre minas antipersonales al igual que ya han hecho Lituania y Polonia, que están minando sus fronteras con Rusia y Bielorrusia con estos explosivos.