Dame la fe, no la ira. Dame la fe que permite a un equipo de f�tbol vivir donde los dem�s mueren, creer cuando ya no hay tiempo para creer en nada. Dame la fe que es una forma de jugar pero tambi�n una lecci�n de vida. Dame la fe que es la esperanza que ahora necesitamos m�s que nunca. Dame la fe que no deja espacio a la tristeza, s�lo a la melancol�a. Dame la fe que permite sentir el v�rtigo en un estadio de f�tbol. Dame la fe que convierte al Bernab�u en un desfiladero sobre el que se camina con una er�tica inigualable: el riesgo. Dame la fe que provoca esa mezcla de temor, respeto y hasta sana envidia en los rivales. Dame la fe que en privado han venerado rivales como Guardiola o Xavi. Dame la fe que se convierte en un nexo tribal, en un elemento que permite a muchas personas sentirse parte de algo ahora que casi nadie se siente parte de nada. Dame la fe que es tradici�n y que posibilita reconocerse en el presente sin romper con el pasado, ya que de otra forma es imposible hacerlo, porque nadie sabe qui�n es hasta que no descubre realmente de d�nde viene. Dame la fe que ha hecho del Madrid, del Real, ese equipo indescifrable y racial, capaz de destruir con el temperamento todos los c�lculos del juego. Dame la fe que hizo a unos aficionados descubrir por qu� amaban a Di St�fano, a Pirri, a Santillana, a Hierro, a Ra�l, a Casillas y hasta a Sergio Ramos. Dame la fe que es f�tbol puro, que es una vida en peque�o. Dame la fe y�no la ira que todo lo confunde. Dame la fe y no la ira que siempre necesita de culpables e inocentes, porque nunca lo es quien pierde�y da la mano. Dame la fe y no�la ira aunque s�lo sea por un instante para que todos aqu�llos que sienten, sentimos,�la nostalgia de Milton, creamos que nada est� perdido.

Al escuchar las palabras de Mourinho en el S�nchez Pizju�n, me pregunt� qu� sentir�an sus futbolistas poco despu�s, al saber de la fulminante y, en mi opini�n, desafortunada declaraci�n de su entrenador: 'No tengo equipo'.

El fren�tico es M�chel, no Mourinho, al que arrebat� todas las propiedades que hab�an distinguido al Madrid, incapaz de reconocerse en el campe�n, sin energ�a y sin pegada.

La princesa est� triste, �que tendr� la princesa...?