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Con un pulóver negro y un collar con diez vueltas de perlas, Coco Chanel revolucionó la moda", dejó dicho para la posteridad Christian Dior. Chanel contribuyó de manera definitiva a la defunción de la asfixiante moda de la belle époque con sus cinturas de avispa a golpe de corsé apretadísimo y sus pechos proyectados en horizontal y, de paso, se inventó a la mujer moderna que, eso sí, siguió luciendo perlas, aunque ahora fuesen cultivadas (precisamente en los años 20 empezaron a popularizarse).
Por esos apasionantes años 20, pero también por la belle époque, aquí enlazados por una misma pasión, transita la muestra Paris, capitale de la perle que hasta el 1 de junio de 2025 acoge la L'École des Arts Joailliers (escuela de artes joyeras) de la capital gala. Este centro se fundó en 2012 con el apoyo de la poderosa maison Van Cleef & Arpels para poner en valor la joyería a través de exposiciones, conferencias, talleres..., pero también con el objetivo de despertar vocaciones joyeras, algo de lo que andan muy necesitadas hoy las grandes casas del sector, que afrontan la falta de recambio generacional en los oficios vinculados a él.
La exposición, que podrá verse hasta el 1 de junio de 2025, resulta especialmente interesante porque nos devuelve una historia de fascinación y esplendor que durante décadas ha estado enterrada bajo capas de olvido fuera de los círculos especializados. A partir de los años 60 del siglo XX la imagen de las perlas quedó significativamente devaluada por la popularización de las cultivadas, que las privó del halo de excepcionalidad y lujo del que habían gozado durante siglos.
¿Una joya conservadora?
De forma simultánea, el collar de perlas -ese que Coco Chanel había convertido en símbolo de modernidad en los años 20- quedó fijado en el imaginario colectivo como una joya triste (de hecho, se usa en los funerales de Estado), característica de mujeres mayores, y muy conservadora. Recordemos sin ir más lejos que en España, a Carmen Polo de Franco, esposa del dictador, se la conoció por el sobrenombre despectivo de la collares dada su afición a los de tres vueltas, de perlas, precisamente.
Ahora, en plena reivindicación de las perlas por la corriente principal de la moda, Paris, capitale de la perle se disfruta sin distorsiones prejuiciosas. La muestra, además, no se queda en una sucesión de piezas maestras (que todas lo son), sino que nos sitúa en un cruce de la historia, el arte y la ciencia que nos permite una visión multidimensional del fenómeno.
Navegar la perlamanía
Las piezas en exhibición, un centenar, provienen de una veintena de colecciones como el Museo de Artes Decorativas de París, el Petit Palais-Museo de Bellas Artes de París, las colecciones patrimoniales de las maisons Van Cleef & Arpels,Cartier y Fred, o la excepcional colección privada Albion Art. Tras una introducción gemológica sobre el origen de las perlas, la exposición recorre la historia de la pasión de la joyería por ellas desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. Lo hace a través de seis capítulos que nos proponen adentrarnos en aspectos tan diversos como su conversión en símbolo de modernidad en la segunda década del siglo XX o la perlamanía en París.
Más allá del disfrute estético, la muestra permite al visitante despojarse de mitos, como el que pretende que el origen de la perla es un grano de arena accidentalmente encerrado en una ostra. Por muy extendida que esté, explican, esta teoría no tiene fundamento científico alguno, ni se ha encontrado nunca un grano de arena en el interior de una perla. El origen de este biomineral precioso sigue por tanto habitando el misterio, lo que lo hace más fascinante si cabe.
Tan cuidada como la selección de piezas es la escenografía. Concebida bajo un enfoque sensorial, se propone "despertar los sentidos del visitante: vista, oído, tacto", explican desde la organización. El corazón, ese pequeño milagro de carbonato cálcico, se expresa en anillos, brazaletes, collares y broches de oro, platino, a veces entre diamantes y rubíes, que nos trasladan a un mundo donde la perla es la reina de las joyas y, también, la joya de muchas reinas (la favorita, al menos, de Isabel II de Inglaterra, a quien su padre regaló dos perlas en cada cumpleaños hasta completar un impresionante collar de tres vueltas a los 18).
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