LAS EDADES DE BRIDGET. El otro día una conocida de Instagram me preguntó mi opinión sobre la última de Bridget Jones. Me encantaría tener más tiempo para mí, quiero decir, no tener otras tareas maternas que molan pero también saturan e impiden ir al cine con frecuencia. La veré en cuanto esté en una plataforma. Pues eso, que me piqué y busqué el trailer. De primeras Bridget 4 me atrae más que And Just Like That, secuela de Sexo en Nueva York, tan woke y plegada a la nueva moralidad institucional que me produjo entre risas y arcadas. Esta nueva Bridget parece menos bienqueda que la actual Carrie Bradshow. Aunque bueno, comparten giros de guión y a ambas las presentan de viuditas alegres, no van a divorciarlas a estas alturas de los hombres de sus vidas, esos varones perfectos o así nos los vendieron. Qué mejor manera de mantener la romantización cursi que se gastan ambas cintas, léase, la idealización del amor hetero, que matando maridos por exigencias del guion. Me hubiera hecho más gracia que acabara la saga en comedia tipo Matrimoniadas estilo Paca y Avelino, género que borda por lo visto Santiago Segura en sus últimos trabajos, fase a la que deo gratias aún no he llegado y que nadie premia en los Goya, y eso que queman taquilla. Me resultaría más real ver a Bridget y a Mark Darcy peleándose por no haberle cambiado el pañal a un niño de noche ante una cama en un mar de pis o a Carrie y Mr. Big a grito pelado por olvidarse de dar una orden importante a la filipina como mandarle a comprar champán. Huelga decir que en la trama tenía que haber cosita picante, así que hay cuota de amantes yogur interpretados por actores random y reaparecen otros añejos como Hugh Grant. Renée y Sarah Jessi, por su parte, pinchadas sin que lo parezca, resultan más GRILFS (de granny, abuelita) que MILFS. Hablando de amantes, el actor que hace de etarra bueno (entiéndase el oxímoron) en La Infiltrada, Iñigo Gatesi, es tan fantástico como Carolina Yuste.
Lo que me he perdido voluntariamente esta semana son los desfiles de Madrid Fashion Week. Después de cubrirlos durante más de 20 años me merezco un poco de aire. Lo único que me interesa de esta edición es que han nombrado directora creativa de la pasarela a Valentina Suárez-Zuloaga, tataranieta del famoso pintor vasco Ignacio Zuloaga. Le sigo la pista desde hace tiempo, pero al contrario que Mazagatos a Vargas Llosa, tengo bastante controlada su obra, en su caso su web de EsFascinante, tienda multimarca de moda española donde hay monadas y otras chucherías cuya mejor embajadora es Sofía Palazuelo, íntima amiga suya. Valentina es tan "ideala", "cañona" o "brava"-así se piropean las influencers entre ellas, menos mal que no ejerce aunque bien podría ser una de las buenas- , como su madre, Margarita Ruyra de Andrade, durante años directora de la revista Museología. Lo que realmente me fascina de ambas, valga la redundancia, es su casa de Zumaia (Guipúzcoa), pegada al museo Zuloaga, en las marismas de la playa de Santiago. No dejéis de conocerlo ni de probar el pollo asado y el pincho de tortilla del bar Zalla, en el casco histórico, frente al puerto. Tampoco el restaurante Bedúa, donde rodaron una escena de Ocho apellidos vascos, si tienes más presupuesto. La pera.