Los libros infantiles son aquellos que también pueden leer los adultos. Esta definición de literatura infantil y juvenil (LIJ) les sirve a sus autores para frenar el menosprecio y reivindicar el valor de las obras destinadas a los más pequeños (¡pero no sólo a ellos!). A la par, les permite sortear las divisiones que hacen editores y libreros para organizar y comercializar los ejemplares según cada etapa de vida. Clasificaciones que, a ojos de los mayores, son muros que les hacen darse la vuelta cuando llegan a la sección infantil.
«A mí me encantaría que en las librerías hubiese un espacio de 'libros para todos los públicos'», sueña despierta Ledicia Costas (Vigo, 1979). Ella, Ana Campoy (Madrid, 1979), Roberto Santiago (Madrid, 1968) y Begoña Oro (Zaragoza, «tengo la tontería de no decir mi edad») se encuentran en estas páginas de La Lectura para abrirles las puertas de la LIJ a los mayores. Cualquiera es bienvenido a perderse entre las páginas de sus premiados relatos. Pero que no huyan los más reacios: también ofrecen una narrativa pensada para lectores adultos.
Los cuatro tienen un largo recorrido en torno a la LIJ. Viven de contar historias y de despertar emociones en los más pequeños y en quienes no lo son tanto. A su vez, saben adaptar su estilo para abordar cualquier temática. Eso sí, no consideran que la calidad literaria de una obra esté supeditada al público al que se destine. «La literatura no es buena o mala según la edad del lector al que se dirige, sino porque sea capaz de ayudarnos a hacernos preguntas interesantes. Porque logre de manera implícita, nunca explícita, lanzar una mirada nueva sobre el mundo», describe Santiago, ganador del Premio Cervantes Chico 2021 y autor de la famosa colección Los futbolísimos (editorial SM).
La literatura no es buena o mala según la edad del lector al que se dirige, sino porque sea capaz de ayudarnos a hacernos preguntas interesantes
Begoña Oro, ganadora del Premio Cervantes Chico 2024 y con más de 100 publicaciones, incluida la colección La pandilla de la ardilla (SM), considera que en la literatura de calidad «tiene que haber una ambición estética volcada en la emoción, en intentar crear una reacción en el lector». Para la creadora de la ardilla Rasi hay una «pequeñita diferencia» entre escribir para adultos y hacerlo para niños: «la delicadeza en el lenguaje». Ella tiene claro qué aspectos debe cuidar más cuando piensa en sus lectores más jóvenes. «Hay consideraciones formales, pero también de contenido... Y también la consideración de que yo no quiero abocar a un niño a la desesperanza. Se les puede hablar de todo, pero hay que hacerlo con esa delicadeza».
Estos escritores coinciden en que ningún tema debe estar fuera de las páginas de LIJ. La clave, detallan, está en el cómo. «Hay que tener talento para saber cómo contar. A lo mejor yo no puedo escribir sobre una temática en concreto porque escribiría un libro que no conecta con los niños... He hecho libros para niños sobre la muerte, y son divertidos», ejemplifica Ledicia Costas, tres veces ganadora del Premio Lazarillo y Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2015 por su obra Escarlatina, la cocinera cadáver (Anaya).
En la misma línea, Ana Campoy, quien en 2022 ganó los premios Fundación Cuatrogatos y el White Ravens 2022 con Pepa Guindilla (Nórdica), señala que se debe «tener en cuenta la perspectiva del lector». La también autora de la novela para adultos El paracaidista (Las afueras) comparte que su proceso de creación es «muy parecido, ya sea o no para niños». Pero matiza: «Normalmente en los libros de infantil yo parto de una escena o de un giro narrativo y de ahí voy construyendo. En El paracaidista, sin embargo, partí del sentimiento de un personaje e hice un zoom hacia atrás».
Estas estrellas de la LIJ también crean historias exclusivas para los adultos, y con esas ficciones también han destacado. La rebelión de los buenos (Planeta), de Santiago, es una muestra de ello: obtuvo el Premio de Novela Fernando Lara 2023. Oro escribió Zapatos nuevos y sopa de almendras (Plaza & Janés), una comedia romántica. Costas, por su parte, es autora de libros como Infamia (Destino), inspirado en un asesinato, y Piel de cordero (Destino), que habla de brujas. Y Campoy, publicó el año pasado la ya mencionada novela El paracaidista, en la que aborda las secuelas de la guerra, especialmente en las mujeres.
Lectores de 80 y 90 años
Pero sus lectores mayores no se reservan sólo para aquellas obras. «Hace poco tuve un encuentro con un señor de 93 años que había descubierto Los futbolísimos. Casi no puede leer y le pide a sus nietos que le lean, y me contaba cómo lo disfruta», relata Santiago emocionado. Costas ha tenido una experiencia similar: «Una señora de 80 años que había leído Escarlatina, la cocinera cadáver me dijo que era el libro más bonito que había leído en su vida. Un libro que está pensado para niños de 9, 10, 11 años».
«Las personas que no se atreven a acercarse a la literatura infantil y juvenil se están perdiendo de la posibilidad de descubrir un mundo extraordinario», reprocha la escritora gallega. «No quiere decir que toda la LIJ sea extraordinaria, como tampoco lo es toda la literatura para público adulto. Pero es que hay tantos libros que merecen tantísimo la pena», continúa la gallega. «Es una oportunidad de descubrir un mundo que se abre delante de ti y que engancha. Es muy divertido y te lo pasas muy bien. Además, es un espacio que te conecta con cosas que habías olvidado».
Las personas que no se atreven a acercarse a la literatura infantil y juvenil se están perdiendo de la posibilidad de descubrir un mundo extraordinario
Los protagonistas de estas páginas se deshacen en elogios a la LIJ. Ellos mismos son los consumidores número uno de este tipo de arte y saben que no son los únicos. «Hay muchos adultos que leen infantil, sectores enteros, como son el profesorado o los periodistas culturales, pero también hay gente que se acerca a la literatura infantil por voluntad e interés», apunta Campoy esperanzada. «Leo LIJ porque la disfruto como lector y descubro auténticas joyas una y otra vez», presume Santiago.
Al ser conscientes de la grandeza de la LIJ, lamentan que sea menospreciada, incluso en entornos culturales. «Cuando gané el Premio Fernando Lara con La rebelión de los buenos», cuenta el escritor madrileño, «la primera pregunta en rueda de prensa fue: 'Roberto, ahora que has ganado el Fernando Lara y que ya has entrado en la literatura de adultos por la puerta grande, ¿vas a dejar la literatura infantil?'. Y yo pensaba: ¿en qué cabeza cabe que la literatura infantil sea un paso para llegar a otra literatura?».
No creo que sea un estigma el que se ponga la etiqueta [de LIJ]. Lo que es el verdadero estigma es considerar esos libros como inferiores
Los prejuicios hacia la LIJ en ocasiones vienen dados por esa segmentación en librerías, en la que pareciera que la organización por años vetara a los que no tienen la edad que señala el escaparate. «No creo que sea un estigma el que se ponga la etiqueta. Lo que es el verdadero estigma es considerar esos libros como inferiores. El problema está al otro lado, cuando se tiende a minusvalorarlos», critica Ana Campoy, que agrega: «Los escritores de literatura infantil estamos bastante orgullosos de nuestra labor y nunca nos cansaremos de reivindicarla».
«Nos da tan igual que venga un señor a mirarnos por encima del hombro y que nos diga eso de : 'ah, es que tú escribes libros infantiles'», confiesa Costas en nombre de sus colegas. «Qué ignorancia, ¿no?, porque he encontrado gente que presume de no leer literatura infantil. Yo nunca presumiría de 'es que yo leo poco teatro'. Más bien diría: 'qué vergüenza. Tengo que ponerme al día'», comenta la creadora de Escarlatina. Además lamenta, y se ríe al mismo tiempo, de que otros quieran decirle cómo hacer LIJ. «Me hace mucha gracia cuando vienen señores que escriben literatura para público adulto a enseñarnos a las personas que escribimos literatura infantil cómo hay que hacerlo... Señor, pero ¿qué me está contando? O sea, retírese, por favor. Ya hacemos como chistes de esto: es el humor como supervivencia».
Como forma barata y eficaz de rejuvenecimiento, recomendaría menos ácido hialurónico y más literatura infantil
Los cuatro, Campoy, Oro, Costas y Santiago consideran que, por fortuna, en España la LIJ «cada vez se aprecia más». «He sentido una puesta en valor, pero aún hay una gran barrera. La gente desconoce el mundo de la LIJ, se queda en los libros más comerciales, digamos; pero los literarios no los conoce, no conoce a los autores y a las autoras españolas que en muchos casos ganan premios internacionales muy prestigiosos... La gente no entra a investigar que hay una verdadera literatura bonita, bien hecha y cuidada. Aunque igual pasa en el mundo literario adulto», expone Campoy.
Así que, con la bondad que es propia de la infancia, estos escritores con experiencia en la lectura y goce de la LIJ nos invitan a disfrutar de más narrativa de calidad. En palabras de Begoña Oro, «la literatura infantil es literatura, y en ella hay una poesía, una manera fresca de ver el mundo, con ojos de niño, que al final son ojos de poeta». Para finalizar, cierra con un último argumento: «Como forma barata y eficaz de rejuvenecimiento, recomendaría menos ácido hialurónico y más literatura infantil».