INTERNACIONAL
Bielorrusia

Bielorrusia, la dictadura eterna soñada por Putin que encara un séptimo mandato consecutivo para Lukashenko

"Que digan que tenemos una dictadura aquí o lo que sea. Una dictadura como la de Bielorrusia es mejor que una democracia como la de Ucrania", dijo recientemente el presidente bielorruso

El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, hace unos meses.
El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, hace unos meses.Alexander NEMENOVAFP
Actualizado

Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia desde 1994, no engaña sobre sus nulas intenciones aperturistas. "Que digan que tenemos una dictadura aquí o lo que sea. Una dictadura como la de Bielorrusia es mejor que una democracia como la de Ucrania", dijo recientemente. Este domingo opta a su séptimo mandato consecutivo: sin rivales, porque todos están en el exilio o en la cárcel. Lukashenko encarna los sueños mínimos de Putin: durar sin cambiar. Putin encarna el sueño inalcanzable de Lukashenko: causar miedo a Occidente en lugar de simple repulsión y condena.

Según datos del colectivo de derechos humanos Viasna, hay 1.257 presos políticos en Bielorrusia, muchos de los cuales comenzaron a ser perseguidos por participar en las protestas de 2020, que casi lo acorralaron en su palacio presidencial.

Para saber más

Los comicios debían producirse en cualquier momento antes del mes de julio. Pero esta vez el dictador tiene prisa. Pesa el trauma de los anteriores comicios, aquel turbulento verano de 2020, cuando las protestas tomaron las calles en pleno mes de agosto. Por eso esta vez Lukashenko ha fijado las elecciones en el punto más gélido del invierno.

Por primera vez no habrá observadores independientes ni ningún candidato de la oposición democrática, sólo cuatro oponentes inofensivos. Destaca el candidato del Partido Comunista de Bielorrusia, Serguei Syrankov, orgulloso de concurrir no contra sino "junto con el presidente", que propone perseguir a gays y lesbianas y restaurar los monumentos a Stalin.

"En elecciones anteriores, sólo se permitió la participación de un número limitado de figuras de la oposición, lo que mantuvo la ilusión de que había opciones", señala la analista bielorrusa Hanna Liubakova. La experiencia de 2020 "parece haber convencido a Lukashenko de que debe prescindir incluso de esos gestos superficiales".

El aparato estatal controla todos los detalles. La asociación de ex funcionarios de seguridad bielorrusos Belpol afirma que el 97% de los jefes de las comisiones electorales ya han participado anteriormente en falsificaciones electorales. Los bielorrusos exiliados en el extranjero están invitados a venir al país a votar, si se atreven. El país nunca ha sufrido una represión así desde los tiempos del estalinismo.

En Bielorrusia una persona puede ser encarcelada por darle me gusta al llamado "contenido extremista" en las redes sociales. Los medios de comunicación independientes, así como los canales de Telegram y las redes sociales de líderes de opinión pública son declarados regularmente "extremistas".

Bielorrusia ha prohibido ya 35 libros que podrían "dañar los intereses nacionales", entre ellos Un verano en el campamento (escrito por la ucraniana Katerina Silvanova y la rusa Elena Malisova), que narra la historia de amor entre dos chavales soviéticos que ha enfurecido a los sectores ultraconservadores de la Rusia de Putin. Entre los títulos peligrosos figuran también cómics de manga y una novela inacabada del Marqués de Sade. También se consideraron "nocivos" tres libros sobre la historia de Bielorrusia.

La cuenta de Instagram de la cantante y creadora del grupo Bodas de Plata Svetlana Ben fue declarado extremista después de que ésta apoyase las protestas. Las autoridades bielorrusas incluso decidieron juzgar en rebeldía a Slava Komissarenko, un comediante acusado de insultar a Lukashenko

Después de las protestas masivas contra Alexander Lukashenko en el año 2020, más de 200.000 personas han abandonado el país. El régimen ruso el bielorruso han acabado convergiendo en el nivel de represión: no queda disidencia dentro de Rusia, y tampoco queda dentro de Bielorrusia. En el caso bielorruso, al menos hay una presidenta en el exilio, Svetlana Tijanovskaya, virtual ganadora de los comicios de 2020: "Hacemos un llamamiento a nuestros socios democráticos para que no reconozcan estas elecciones. No tenemos que persuadir a los bielorrusos de esto porque lo sienten todos los días", explica a EL MUNDO desde su exilio en Vilna.

La victoria de Lukashenko se da por hecha, sólo está por ver el tamaño con la que sus burócratas la dibujarán. En todas las elecciones anteriores, su resultado se acercó al 80%. Sus propagandistas dicen que esta vez podría ser más. "Por supuesto, no son unas elecciones", insiste Tijanovskaya. El líder bielorruso sabe que Occidente no aceptará su pucherazo, pero confía en que -una vez asegurada la victoria sin sustos como los de 2020- una negociación sobre Ucrania y una sucesión de gestos como liberar a presos políticos le devuelva el estatus de dictador tolerado -comercio con la UE, regreso de embajadores- del que disfrutó en el pasado.

Cuando el líder bielorruso venció en 2020 perdió la calle para siempre: amplios sectores de la población le declararon la guerra. Ahora -tras el adecuado cóctel de cárcel y exilio- la calle está en paz, pero tiene una guerra incómoda al otro lado de la frontera, en Ucrania: una derrota de Putin sentenciaría a su régimen, pero una escalada o una mayor implicación en la invasión de la que Lukashenko ya fue cómplice en 2022 podría desestabilizar su Lukashenkistán.

El mes pasado Lukashenko pidió a Putin que colocara misiles Oreshnik en Bielorrusia. Pero el líder bielorruso también advirtió que Bielorrusia probablemente no "sobreviviría como Estado" si se viera involucrada más directamente en la guerra en Ucrania: "Tenemos que resistir". A diferencia de Putin, Lukashenko tiene miedo de los efectos que la guerra puede tener para su país y para su régimen.

Al mismo tiempo, con los progresos rusos en el frente y la llegada de Trump, las esperanzas de que Ucrania gane la guerra, recupere sus fronteras y se libre de las cadenas impuestas por Rusia se están desvaneciendo, y con ellas los nubarrones respecto al futuro de Lukashenko. Una derrota rusa en Ucrania sería un golpe para el régimen de Putin y para sus aliados en la zona. Tal como están colocadas las fichas en el tablero ahora mismo, hay mejores perspectivas para que el régimen dictatorial en Bielorrusia pueda durar más tiempo.

Los líderes de las protestas que no se fueron siguen presos. Una pequeña parte de las personas que se encuentran en cárceles bielorrusas desde 2020 han comenzado a ser liberadas: unos 200. El régimen presume de misericordia con la liberación de varios opositores gravemente enfermos, cuyas condenas de prisión por cargos falsos ya expiraban en cuestión de semanas. Los activistas acusan al régimen de encarcelar a más de los que libera.

Aliados contra Occidente

Vladimir Putin seguirá los resultados desde Moscú: cuenta con conservar al suroeste de sus fronteras a su bigotudo aliado, algo cómico, débil pero duradero al mismo tiempo. El analista político Dimitri Bolkunets señala que el Kremlin quiere que Lukashenko mantenga aproximadamente el mismo nivel de relaciones con Occidente que existe hoy en día, o si es posible todavía menos. La simbiosis se ha acentuado desde que Lukashenko se vio acorralado en 2020 y sobre todo a raíz de la invasión a gran escala de Ucrania.

Las empresas bielorrusas suministran a Rusia microcircuitos fabricados en Occidente, que se utilizan en aviones de combate y misiles. Y algunas de estas empresas están relacionadas con el entorno de Lukashenko, según ha descubierto el Centro de Investigación de Bielorrusia.

Ante un escenario de alto el fuego, Lukashenko cree que puede volver al escenario occidental en calidad de mediador o anfitrión de las negociaciones, como ocurrió con los malogrados acuerdos de Minsk.

El año pasado, Lukashenko cumplió 30 años en el poder. Cuando alcanzó la presidencia, Vladimir Putin vestía trajes baratos y era la mano derecha del entonces alcalde de San Petersburgo. Igual que Putin, tratará de resistir. Según Liubakova, "el sistema que Lukashenko ha construido está muy consolidado, es un sistema autoritario personalizado que controla totalmente las instituciones del país". Varios cambios legislativos, como el referéndum constitucional de 1996, "permitieron a Lukashenko obtener el control del parlamento, las estructuras militares y judiciales, la televisión, las autoridades ejecutivas y judiciales".

Claro que en esta ocasión su complicidad en la guerra es demasiado patente. Kiev no se lo perdona, y Europa no lo olvida.