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El golpe de Turquía e Israel al tablero de Oriente Próximo, que ha propiciado la caída de Bashar Asad en menos de dos semanas, ha dejado fuera del Mediterráneo a Rusia. Ahora Moscú, que sabe que necesita una base en el Mare Nostrum, trata de mover sus fichas para repostar sus barcos y relanzar sus misiones militares en África. El lugar al que acudir ahora es Bengasi, en Libia.
En las últimas semanas las imágenes de satélite revelan que los rusos tienen todo empaquetado o ya embarcado para dejar las bases de Latakia y Tartus, en Siria, con el personal mínimo. Cientos de camiones, blindados y baterías antiaéreas S400 abandonan suelo sirio en busca de otro lugar que ya no resulte hostil como la nueva Siria de Al Golani y los islamistas apoyados por Turquía. Latakia ha sido ampliado en numerosas ocasiones como la gran base aérea de Rusia en Oriente Próximo, aunque los mejores cazabombarderos habían sido transferidos a Ucrania hace tiempo. Tartus, único puerto de aguas cálidas que maneja el Kremlin, está en manos de Moscú desde la época de la URSS. Su pérdida sería un gran revés geopolítico.
Durante semanas se especuló con que Moscú buscaría un acuerdo con los rebeldes para permanecer en Siria, pero la confianza entre ambos no es la misma que existía entre Putin y Asad. El exilio dorado del dictador sirio en Moscú tampoco gusta en Damasco, por lo que un acuerdo parece hoy algo difícil de alcanzar, al menos para mantener toda la guarnición que el Kremlin tenía en Oriente Próximo, ya empequeñecida por las necesidades de la guerra en Ucrania.
Señores de la guerra
En Libia, Moscú presiona a un viejo amigo, el mariscal Jalifa Haftar, un militar de corte nasserista, práctico y secular, que combate con el llamado Ejército Nacional Libio (LNA) desde su base en Tobruk al Gobierno de Trípoli, en manos de Fayez Sarraj. Rusia apoya a este señor de la guerra con mercenarios de Wagner en su conflicto civil, y ahora Moscú quiere cobrarse el favor. "Libia, donde Rusia ya tiene presencia, es reconocida como la única alternativa práctica si Rusia decide retirar todas o algunas de sus fuerzas de Siria", escribe el analista Simon Speakman en Al Jazeera.
Además, el puerto de Bengasi, uno de los más importantes de la región, tiene conexión con sus pozos petrolíferos y desde ese lugar puede controlarse la ruta migratoria que atraviesa el Sahel hacia las costas de Italia, una de las cuestiones que más preocupa a la Unión Europea, pero sobre todo, a la OTAN. Según algunas fuentes occidentales, ese armamento pesado ruso ya ha comenzado a ser transferido de Siria a Libia. Hasta 1.000 militares rusos y hasta algunos sirios (fieles a Bashar Asad) han llegado al aeropuerto de Bengasi en las últimas semanas.
Dejar que el Kremlin tenga acceso al grifo migratorio tanto en origen (Mali, Níger y Burkina Faso están hoy en manos de juntas militares apoyadas por Rusia) como en su rampa de salida hacia Europa (Libia) resulta inquietante para Bruselas. En el recuerdo están el gran exilio sirio hacia el Egeo y los Balcanes, provocado en parte por los bombardeos rusos indiscriminados en zonas rebeldes sirias durante 2014 y 2015, y el uso de inmigrantes de Oriente Próximo como arma de guerra híbrida en 2021 por parte de Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia siempre al servicio de Vladimir Putin.
Como la flota rusa del mar Negro no puede navegar hacia el Mediterráneo por culpa de la guerra de Ucrania (Turquía ha cerrado el paso del Bósforo y los Dardanelos al activar la convención de Montreux), Moscú debe usar sus aviones de transporte Ilyushin para movilizar todo el material pesado. El carguero ruso Ursa Major, que iba precisamente a aliviar esa tarea, dotado de potentes grúas de origen alemán, se hundió la pasada semana frente a Cartagena al registrarse, según dijeron los supervivientes, una explosión en la sala de máquinas. Moscú lo ha calificado de "atentado terrorista" pese a que no ha mostrado ninguna prueba de ello.
"Afrika Korps"
"Rusia ve a África como uno de los principales escenarios de competencia entre las grandes potencias actuales", afirma Oleg Ignatov, analista senior del International Crisis Group. "Ampliar la presencia de Rusia en África a través de sus posiciones en Siria y Libia ha sido un objetivo de los planificadores del Kremlin desde aproximadamente 2017, un objetivo por el que Rusia ha combatido y al que no está dispuesta a renunciar". A todas estas tropas, Rusia las denomina Afrika Korps, o sea, las ha bautizado como el cuerpo de ejército que el mariscal Erwin Rommel dirigió en la Segunda Guerra Mundial contra los británicos en el norte del continente.
"Libia ofrece a Rusia algo único: un punto de apoyo tanto en el norte de África como en el Mediterráneo, perfecto para proyectar su poder hacia el lado vulnerable de Europa y a través del Sahel", asegura Anas El Gomati, del Instituto Sadeq, con sede en Trípoli, capital de Libia.
Según la publicación The New Arab, de gran prestigio en Oriente Próximo, los rusos han vaciado la base aérea de Hmeimim en Latakia, el aeropuerto de Qamishli en Hasakahy la base naval de Tartus. "Todas estas localizaciones cambiarán de manos el próximo mes", aseguran.
Con la consolidación del régimen de Putin en Libia (la URSS ya tenía gran presencia allí gracias a su aliado, Muamar Gadafi), Rusia apalanca su influencia en un mar Mediterráneo clave para la UE, porque desde el sur vienen las que hoy son las principales preocupaciones de Bruselas: tráfico de seres humanos, viejas rutas del narco y terrorismo yihadista.