La construcción de un inmenso complejo industrial en la vecindad del Observatorio astronómico de Paranal, del que España es copartícipe, supondría el fin de los cielos más oscuros del mundo en este remoto rincón de Chile.
El proyecto, de la empresa AES Andes, subsidiaria de la estadounidense AES Corporation, fue presentado el pasado 24 de diciembre al gobierno chileno para la evaluación de su impacto ambiental. El complejo, que incluye unas plantas de producción de hidrógeno y amoníaco "verdes", se ubica a tan solo entre cinco y 11 kilómetros del Observatorio Paranal.
La contaminación lumínica que produciría este megacomplejo supone una amenaza para los estudios del universo que vienen realizándose desde el Observatorio Paranal, que se encuentran entre los más avanzados de la astronomía. Así lo ha denunciado ESO, la Organización Europea para la Investigación Astronómica en el Hemisferio Austral que opera el Observatorio.
Un observatorio también español
Inaugurado hace ahora 25 años, el Observatorio Paranal, a 2.635 metros de altitud en el chileno desierto de Atacama, fue construido por la Organización Europea para la Investigación Astronómica en el Hemisferio Austral (European Southern Observatory, ESO), una colaboración entre 16 países europeos en la que también participa Australia y que cuenta con Chile como país anfitrión.
Según un estudio reciente coordinado por Fabio Falchi (Universidad de Santiago de Compostela), la contribución de luz artificial en Paranal es tan solo de unas dos milésimas del brillo natural del fondo de cielo, lo que le convierte en el observatorio de cielos más oscuros del mundo.
España, una gran potencia mundial en astronomía, participa muy activamente en ESO con un porcentaje próximo al 8% (lo que nos supone una inversión de unos 20 millones de euros al año). Así que el Observatorio Paranal es también español: un importante activo para nuestros astrónomos en el que nuestras instituciones y empresas vienen participando con trabajos y contratos de alto valor tecnológico.
ELT
Los descubrimientos realizados desde Paranal son innumerables. Entre muchos otros, podemos destacar la obtención de la primera imagen directa de un exoplaneta, la confirmación de la expansión acelerada del universo, o las medidas de los parámetros del agujero negro central de la Vía Láctea (lo que motivó un Premio Nobel de Física de 2020).
Y cerca de Paranal, en el Cerro Armazones a 3.046 metros de altitud, se encuentra muy avanzada la construcción del que está llamado a ser el telescopio óptico/infrarrojo más grande del mundo durante largo tiempo: el Telescopio Extremadamente Grande (ELT), un proyecto que supera los 1.300 millones de euros de inversión y que, sin duda, revolucionará el estudio del universo.
Contaminación de luz y polvo
Pues bien, esta intensa actividad científico-tecnológica, así como las cuantiosas inversiones realizadas, o a punto de ser realizadas, por los países de ESO (que se estiman en unos 5.500 millones de euros), todo se ve ahora amenazado por la construcción de un complejo industrial de más de 3.000 hectáreas, es decir, del tamaño de una ciudad como la chilena Valparaíso.
El complejo incluye unas plantas de producción de hidrógeno y amoníaco "verdes", para lo que se necesita un nuevo puerto y miles de generadores eléctricos. El proyecto, de la empresa AES Andes, subsidiaria de la estadounidense AES Corporation, ha sido ya presentado al gobierno chileno para la evaluación de su impacto ambiental.
Este complejo supone para el Observatorio una gravísima amenaza: la contaminación lumínica que produciría supondría el fin de la oscuridad en los cielos más transparentes del planeta y, por tanto, los mejores para el estudio del universo. Eso sin contar el polvo que se arrojará a la atmósfera, sobre todo durante la construcción, y que tan pernicioso es para la observación astronómica.
Además, el proyecto de AES Andes tiene la ambición de atraer a la zona otras empresas de magnitud similar. En fin, esto conllevaría no solo el fin de Paranal como lugar único en el mundo para el estudio del cosmos, sino la ruina de los últimos cielos vírgenes del planeta, cielos que pueden contemplarse aún como los contemplaron nuestros antepasados remotos.
Un recurso natural único
ESO estima que, para no interferir con la observación astronómica, este megacomplejo debería estar situado a más de 50 kilómetros del observatorio. El Consejo de dirección de ESO, en una reunión hace tan solo unas semanas, mostró el compromiso unánime de los 16 Estados miembros para proteger estos cielos únicos.
La astronomía nunca ha sido una rémora para el desarrollo tecnológico; muy al contrario, ha proporcionado tecnologías punteras que han revertido en el progreso y en el bienestar social. Y en el desierto de Atacama, que es muy extenso, debería haber sitio para todos. Ojalá que el Gobierno de Chile y la empresa AES Andes encuentren una ubicación alternativa que hagan posible la construcción de esta inmensa planta industrial sin arruinar los inigualables cielos del Observatorio Paranal, un recurso natural de valor incalculable en el bello país andino.
Rafael Bachiller es director del Observatorio Astronómico Nacional (Instituto Geográfico Nacional) y académico de la Real Academia de Doctores de España.