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Es el país en el que se originó la producción de vino a nivel mundial, hace ya más de 8.000 años. También en el que vio la luz Iósif Vissariónovich Dzhugashvili. O lo que es lo mismo, Stalin, el hombre que se apodó a sí mismo "hecho de acero". Sus habitantes cuentan con tres alfabetos que no se parecen a ningún otro del planeta en los que no hay ni rastro de géneros o mayúsculas. Y su original canto polifónico (chakrulo), Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, ha viajado al Espacio con la NASA en forma de disco. ¿Alguna curiosidad más?
También es uno de los lugares más baratos para vivir, según el Banco Mundial. Y presume de tener unas vistas privilegiadas a la majestuosa cordillera del Cáucaso, además de uno de los cascos antiguos más bellos de Europa. O de Asia, según se mire, ya que Georgia, el pequeño estado de 67.000 km2 (menos que Castilla-La Mancha) a orillas del mar Negro vive a caballo entre Oriente y Occidente. Un cruce de caminos donde no se sabe muy bien dónde acaba un continente y empieza el otro, allá en el límite con Turquía, Armenia, Arzebaiyán y Rusia, al que ha estado supeditado desde 1800, primero con los zares y luego con los soviéticos.
No en vano, fue una de las repúblicas de la URSS y ha tenido serios conflictos bélicos con Putin por dos regiones independentistas. Eso no quita para que parte de su población (unos cuatro millones de habitantes) mire con buenos ojos al mandatorio, mientras que las nuevas generaciones se sienten europeístas convencidas. Basta dar un paseo por su capital, Tiflis, para observar más banderas de la UE (de quien todavía no forma parte, aunque sí del Consejo de Europa) que del propio estado. Ejemplo de ese afán comunitario es la Plaza de Europa, donde las estrellas amarillas sobre fondo azul brillan con luz propia.
Con esta intensa carta de presentación, pasamos a recorrer uno de los lugares más desconocidos y sorprendentes del Viejo Continente, elegido por publicaciones como The New York Times o Forbes como un atractivo destino emergente que hay que descubrir ya, antes de que el turismo de masas haga de las suyas. Hablamos de Tiflis, esa exótica ciudad de un millón de almas a la que se la llegado a calificar como la California del Cáucaso o el Mónaco del Este por su ambiente artístico, cultural, tolerante y de mezcolanza.
Aquí caben tanto diseñadores como el enfant terrible de la moda Demna Gvasalia (director creativo de Balenciaga, quien se hizo famoso por unas zapatillas destruidas que valían 2.000 euros y el favorito de Kim Kardashian) y puentes futuristas a lo Blade Runner como castillos coronando las colinas o mezquitas tártaras que ni en Samarcanda.
Miscelánea pura, ya que por aquí no sólo han pasado los rusos, sino también los romanos, los musulmanes, los persas, los mongoles o los otomanos. "Hasta Napoleón se encaprichó de esta joya cargada de historia que llegó a su máximo esplendor con la Ruta de la Seda", comenta Irakli Pipia, guía turístico. Cada colonizador dejó su impronta. De la fortaleza de Narikala a las callejuelas retorcidas al más puro estilo de un zoco árabe del Old Town (Ciudad Vieja), hasta arriba de tiendas de especias, alfombras, moda local independiente o souvenirs, anticuarios, iglesias ortodoxas y católicas, sinagogas, cafés con encanto y animadas terrazas.
De la medieval Torre del Reloj, con su teatro de marionetas, a la antigua catedral (reconstruida hasta 40 veces por tanta invasión), pasando por los originales baños termales rematados por cúpulas de ladrillo bajo el suelo del barrio turco, Abanotubani, donde el olor a azufre se adivina desde lejos. Para obviarlo, nada mejor que pedirse un zumo de naranja y granada en sus puestos callejeros o, por qué no, un helado de vino.
La parte moderna estaría representada por el elegante barrio de Sololaki, con sus impresionantes fachadas art déco, y la avenida Rustaveli, la principal arteria de la ciudad, donde confluyen museos como el MoMa o el Nacional de Georgia, el Parlamento, la Ópera, la Academia de Ciencias, tiendas exclusivas, centros comerciales, restaurantes... Algunos de estos edificios siguen la arquitectura brutalista pergeñada por Stalin (no nació aquí, sino en Gobi) y compañía.
No es la única huella de aquella época. "Los símbolos soviéticos están prohibidos por ley, pero todavía se mantienen siluetas de la hoz y el martillo en alguna fachada o incluso la Kartlis Deda (Madre de Georgia), la gigantesca escultura aupada, vigilante, en uno de los montes que rodean la urbe", recuerda Pipa.
Cada miembro de la URSS tenía la suya a modo de imagen protectora y hoy sigue siendo uno de los iconos arquitectónicos de la capital. También la torre del hotel Radisson Blu Iveria, uno de los alojamientos más detacados de la ciudad, no sólo por las fabulosas vistas en 360º que tiene de ella, sino porque fue EL HOTEL en la era soviética. No había personaje destacado que no se hospedara en él cuando venía a Tiflis y entre los empleados todavía se cuentan historias de micrófonos y espías.
Hoy, ya completamente reformado, también es conocido por su gastronomía, ya que cuenta con el mejor restaurante de fusión asiática de todo el país, Umami, además del único que abre las 24 horas (sólo los fines de semana), con una carta de auténtica comida georgiana. Ojo al ambientazo de un viernes cualquiera a las 4 ó 5 de la madrugada. El nombre: Republic 24. Aquí se pueden degustar todo tipo de platos típicos como el khachapuri (una especie de pan de pita con queso dentro) o las sabroass khinkali (empanadillas al vapor rellenas de verdura, queso, carne, champiñones...). Y todo, completado con otras especialidades locales como las cremas de berenjena o remolacha, las ensaladas, las brochetas especiadas, el cerdo asado, las más de 250 variedades de queso autóctono...
El hecho de que vaya abiertos restaurantes toda la noche permite hacerse una idea del ambiente nocturno de la ciudad. Por algo, Tiflis está catalogada como una de las ciudades con más marcha de Europa, ya sea por sus agradables terrazas llenas de gente joven de la calle Shardelis o por los numerosos clubs y discos de música electrónica. No hay dj que se precie que no haya participado en alguna sesión por estos lares, así que mejor que un festín noctámbulo como despedida.
GUÍA PRÁCTICA
DÓNDE LLEGAR
Air France y KLM vuelan desde España a Tiflis vía París o Ámsterdam.
DÓNDE DORMIR
Radisson Blu Iveria Hotel. Céntrico y con vistas en 360º de Tiflis. Totalmente reformado, fue un destacado hotel en la era soviética. Tiene tres restaurantes. Internet: www.radissonhotels.com
Tsinandali Estate, a Radisson Collection Hotel. La joya de la corona de la cadena Radisson en Georgia es este cinco estrellas de diseño ubicado en la región vinícola de Takheti para quien quiera conocer otra parte del país. Ubicado entre viñedos a 1,5 horas de Tiflis, tiene vistas únicas a las montañas del Cáucaso tanto desde las habitaciones como desde la terraza con piscina infinita.
MÁS INFORMACIÓN
En la web de georgia.travel
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