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Chihuahua es sinónimo de formaciones rocosas espectaculares, de pueblos mágicos, de paisajes vírgenes, de mansiones coloniales, de rodeos de vaqueros, de cantinas norteñas de sotol, de parajes desérticos, de barbacoas de carne asada...
Este estado -situado al Norte de México- goza de la enorme ventaja de encontrarse poco frecuentado por los viajeros internacionales, por lo que todavía cuenta con muchos rincones auténticos que no han sido pervertidos por el turismo de masas.
Su nombre no hace alusión a la raza canina, sino que significa "lugar seco y arenoso" en rarámuri, la lengua indígena que hablan unas 85.000 personas en el noroeste del país. Este territorio es el ideal para sumergirse en el corazón de la tierra de los rarámuri y poder descubrir sus creencias y costumbres.
La ruta por esta zona del México profundo arranca en Chihuahua, la capital del estado más grande y, a la vez, más desconocido de toda la nación. Para hacernos una idea de su enorme tamaño, ocupa el 12% del territorio, lo que supone casi la mitad de la Península Ibérica.
Zonas seguras para el viajero
Tanto esta ciudad como el recorrido por la ruta de las Barrancas del Cobre es una zona bastante segura, con lo que el turista puede moverse con tranquilidad.
Chihuahua es una encrucijada de caminos, ya que se trata de una puerta de entrada al desierto y también a la sierra.
La capital es una mezcla de edificios coloniales y de zonas nuevas como el distrito 1, un complejo moderno con tiendas, hoteles y restaurantes.
Es además una población cargada de historia, en la que han vivido importantes líderes mexicanos como el hacendado Luis Terrazas Fuentes, el presidente Benito Juárez García y el revolucionario y gobernador del Estado de Chihuahua, Pancho Villa.
En esta urbe se encuentra el museo dedicado a su figura, localizado en la mansión que le regaló a su mujer Luz Corral, donde se pueden ver sus objetos personales, sus armas y el túnel subterráneo por el que el héroe de la Revolución escapaba de sus enemigos.
En Chihuahua, los hombres todavía visten sombreros de ala ancha, cinturones de grandes hebillas y botas de cowboy, ya que, en contra de la creencia popular, los vaqueros nacieron en México y no en Estados Unidos.
De hecho, los españoles fueron los primeros en trasladar ganado en manadas hasta Texas, cuando pertenecía a Nueva España. Por eso, en esta zona minera y ganadera, se siguen celebrando competiciones de rodeos, de lazos por parejas y de carreras de barriles.
Sotol, el alcohol típico
Otra de las paradas obligadas en los alrededores de la ciudad es visitar una sotolería, ya que si en el sur de México se bebe mezcal, en el norte, el amo y señor es el sotol.
Este licor se elabora a base de la planta silvestre del mismo nombre que los fabricantes de este alcohol recolectan en el desierto montañoso y húmedo de Chihuahua.
En destilerías como la de Casa Ruelas -con 150 años de historia- se puede comprobar cómo se elabora esta bebida, de 35 a 55 grados, de manera completamente artesanal.
La ciudad de Cuauthémoc es otro de los lugares interesantes para visitar en este recorrido porque en ella conviven tres culturas totalmente diferentes: los rarámuris, los menonitas y los mestizos.
Los menonitas parecen salidos de una serie sobre distopías o de la película Único Testigo, aquella cinta que retrataba fielmente la forma de vida de la comunidad amish.
Encontrarse a gente rubia de ojos azules que vive como si se hubiese detenido el tiempo es lo último que el viajero espera descubrir en México, pero así es este país repleto de sorpresas y contrastes.
Los menonitas son una comunidad religiosa de más de 100.000 personas de origen alemán y holandés, que emigró a Canadá en varias oleadas debido a las guerras y a las persecuciones políticas y religiosas en Europa.
Cuando el Gobierno canadiense les empezó a exigir que educasen a sus hijos en inglés y bajo el sistema público, ellos se opusieron porque querían seguir funcionando bajo sus creencias en sus propias escuelas.
Fue entonces cuando el Gobierno mexicano de Álvaro Obregón les acogió, cubrió los gastos de su traslado en 1922 y les permitió mantener su autonomía y ciertos privilegios, como el de no realizar el servicio militar porque los menonitas son pacifistas.
También son endogámicos y ultraconservadores por lo que hasta hace pocos años evitaban el uso de la electricidad y de los automóviles al considerar que estos avances podían corromper su estilo de vida y sus valores religiosos. En su lugar, utilizaban lámparas de gas, carros tirados por caballos y maquinaria agrícola sin motor eléctrico.
En los últimos años, muchas colonias menonitas se han visto obligadas a modernizarse y han empezado a usar electricidad, teléfonos móviles e incluso tractores para competir en el mercado agrícola.
Mansiones tipo Beverly Hills
Actualmente, han creado un inmenso corredor comercial de 40 kilómetros en Cuauthémoc repleto de talleres mecánicos, tiendas con todo tipo de maquinaria agrícola y negocios de materiales para la construcción.
La austeridad de los menonitas ha dado paso a grandes mansiones al estilo de Beverly Hills y, aunque el 80% de la comunidad sigue siendo tradicional, ya hay un 20% de liberales que está adoptando una forma de vida más moderna.
En el Museo Menonita de esta ciudad se puede contemplar cómo eran las casas de esta comunidad de origen cristiano anabaptista, los vestidos oscuros que llevan las mujeres que deben taparse el pelo con un pañuelo o los juguetes de los niños. Por ejemplo, las muñecas no tenían rostro para no incitar a las pequeñas a la vanidad e impedir el apego a la apariencia física.
La siguiente parada en nuestro viaje es Creel, uno de los pueblos mágicos de México, una categoría creada por la Secretaría de Turismo para distinguir a municipios con una identidad única y un profundo vínculo con las raíces del país.
Este pequeño pueblo, al estilo del Oeste americano, es el punto de partida más popular para el viaje a la zona de las Barrancas del Cobre y para coger el famoso tren Chepe Express.
La localidad está rodeada de enormes bosques de pinares con rocas que forman figuras curiosas como los Valles de los Monjes, de los Hongos y de las Ranas.
Estas cuencas son la zona ideal para conocer a la tribu de los rarámuri, también llamados tarahumara en castellano, ya que residen allí en ranchos hechos a base de piedra, adobe o madera.
Rarámuri significa "pies ligeros", ya que estos indígenas son especialistas en correr grandes distancias, superiores a los 50 kilómetros e incluso más de 200. De hecho, a veces, estos velocistas se han quejado de que los maratones se les quedaban cortos.
Correr es una costumbre ancestral de este pueblo, de tal forma que pueden competir de manera ininterrumpida de día y de noche galopando por terrenos abruptos sin necesidad de llevar zapatillas ni ropa deportiva.
Ellos emplean sus huaraches para correr, una especie de sandalias con una suela de caucho que lleva una larga tira que une dicha suela con la pantorrilla y siempre lucen una vestimenta de colores fuertes y llamativos.
Misiones jesuitas
A diferencia de los menonitas, los rarámuris son pobres y viven de sus cultivos de maíz, frijol o de las piezas de artesanía que elaboran como los canastos de palma, las vasijas de cerámica o instrumentos musicales como los tambores.
Este pueblo residía en México desde hace 2.000 años, pero con la llegada de los conquistadores españoles perdieron parte de sus propiedades.
Los rarámuri se rebelaron en varias ocasiones contra las autoridades y los misioneros jesuitas y, a partir de 1934, lograron el reconocimiento de algunas de sus tierras en la Sierra Tarahumara que hoy ocupan, ya que el Gobierno les otorgó títulos comunales.
Durante miles de años, profesaron la religión politeísta, pero en 1606 los misioneros jesuitas los evangelizaron, por lo que acabaron fundiendo sus creencias politeístas con las del cristianismo.
Como botón de muestra, cerca de Creel se puede contemplar la misión jesuita de San Ignacio, que data del siglo XVII, con una pequeña capilla que es un lugar de encuentro de los rarámuri para llevar a cabo sus festividades y ceremonias tradicionales.
El parque de aventura Barrancas del Cobre es otro de los polos de atracción que ha revitalizado el turismo de la zona, ya que goza del tercer teleférico más largo del mundo sin torres intermedias, de un circuito de siete tirolinas y de una vía ferrata que incluye rapel, escalada, cruce de puentes colgantes y hasta un salto de Tarzán.
Además, disfruta de la ziprider, una de las tirolinas más largas con 2.500 metros de longitud, que en 10 segundos alcanza velocidades de más de 110 kilómetros por hora.
En esta región, el turista se puede alojar en el hotel El Mirador, asentado como si fuese un nido de águilas en uno de los bordes del cañón y uno de los alojamientos con las vistas más espectaculares de todo el país. Una base de operaciones ideal para poder conocer toda esta zona donde se puede practicar senderismo y turismo de aventuras y sumergirse en la magia de México.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar: Se accede en avión hasta México DF y desde allí se coge otro vuelo hasta Chihuahua
Dónde comer: Los mejores tacos se pueden disfrutar en Ricos Tacos de la 24 en la ciudad Chihuahua
Dónde dormir: El hotel The Lodge en el pueblo de Creel es un encantador hotel de cabañas. El Mirador, ubicado en pleno acantilado, tiene unas espectaculares vistas de las Barrancas del Cobre.
Más información: En la página web de Turismo de Chihuahua figuran todos los detalles para viajar al Estado más grande de México.
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