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- ¿Qué alternativa tenía a Caminos en Bachillerato, cuando pensaba en la universidad?
- Se va a reír, pero tenía facilidad para el deporte. No era grande pero sí rápido. Jugué al fútbol en Mestalla con 15 años y llegué a pensar si dedicarme al fútbol... Sacaba dieces en Gimnasia y en Matemáticas. En todo lo demás iba justito. En COU hice un test, me animaron a hacer una carrera técnica y elegí Caminos. No era un buen dibujante así que no me veía en Arquitectura y ya tenía un hermano en Caminos.
- Entonces, ¿no elegían Caminos por el acceso a buenos sueldos?
- Entonces había mejores sueldos en Arquitectura. Me gustaba lo que Caminos tenía de reto intelectual y pensaba que el bien que hace un arquitecto con una casa es particular, mientras que el bien de hacer un puente es más amplio.
- ¿Fue la carrera una buena época?
- Fue dura. Ir a Valencia también fue duro. Tuve alguna novia, aprendí a tocar la guitarra, no fui un empollón ajeno al mundo, pero fue una vida muy disciplinada.
- ¿Pocas mujeres en clase?
- Ninguna. En mi escuela, en promociones anteriores, hubo dos. Después, no volvió a haber ninguna durante siete años.
- Entonces, usted acabó ¿en 1981?
- Sí, pero ese año hice la mili. El año del Golpe de Estado y en Valencia... Pensaba «con la paliza que me he dado en la carrera, que me tengan ahora dando tiros...». Justo cuando acabé la mili, tuvimos la desgracia de la presa de Tous. Todavía estábamos en crisis, arrastrando la depresión de 1973. Yo pensé en dedicarme a la universidad porque había poco trabajo entonces. No lo vi claro.
- ¿Cómo estaba España de infraestructuras en 1982?
- España era un país que sobrevivía. No éramos capaces de modernizarnos. Había una promesa de que la entrada en Europa nos permitiría dar ese paso adelante; mientras tanto, se hacía lo poco que se podía para que el país no se cayera a trozos. En 1986 empezó el cambio. Y en el periodo 1996-2006 sí que hubo mucho trabajo y muy bien hecho, con muy buena colaboración de políticos y técnicos. El euro de inversión que entraba se exprimía al máximo.
- ¿Qué significa «buena colaboración entre políticos y técnicos»?
- Que todo el mundo sepa cuál es su papel. Que el político decida las prioridades y que del técnico dependa que la inversión se haga lo mejor posible. Hay políticos que no respetan ese conocimiento y hay otros que esperan que los técnicos decidan por ellos. Eso también es un error.
- Después de la dana, hay algo en el ambiente, una especie de discurso que dice «políticos no, técnicos sí».
- No lo sé. Sé que hicimos una jornada en Valencia abierta al público. Vinieron técnicos de la Confederación Hidrográfica y dieron la cara y los vecinos interactuaron con ellos maravillosamente, con interés, con educación, con aportaciones interesantes. Y al final se acercaron y dijeron «confiamos en vosotros, ojalá se haga lo que decís»... Esto no es «políticos no, técnicos sí», pero la gente ya está informada de los planes que existían y que nadie ejecutó. No me extraña que el ciudadano esté un poco dolido... Por ejemplo, los equipos técnicos del Ministerio y los de la Conselleria ya están colaborando y trabajando juntos muy bien. ¿Por qué los políticos no son capaces de hacer lo mismo, por qué se tiran los trastos a la cabeza?
- Lo que hay que hacer en Valencia para prevenir, ¿es una certeza que cualquier colega comparte con alguna variación, o no está tan claro?
- Es una certeza que hay que desarrollar y llevar de lo general a lo particular. Desde crear las infraestructuras a informar a las familias de lo que tienen que hacer cuando les lleguen los avisos.
- Y si se pone a debatir con un señor de un grupo ecologista, ¿los desacuerdos serán radicales o, en el fondo, ven la misma realidad con algunas diferencias en el énfasis?
- Hay mucha gente sensata con la que nos podemos entender bien. Si las obras duras ya incluyen corredores verdes... Sólo pienso en algún catedrático al que me encantaría explicarle lo que es una riada, porque me parece que escribe sus artículos desde su despacho. Yo he visto tres riadas y sé cómo arrasan los bancales, sé cómo suena el agua, sé cómo huele, sé cómo se mira la gente... Se habla de tanques de tormenta. Mejor tanque de tormenta que el párking de Bonaire no hay. ¿Qué impacto tuvo? ¿Alivió la inundación?
- ¿Qué tal la vida en Algemesí?
- Hay tiendas sin abrir, casa abandonadas, militares que reparten agua y coches en las campas... Pero ya ves gente tomando un café y charlando. Se empieza a parecer un poco a la manera en que se hablaba antes.
La pregunta impertinente
Pregunta.- ¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Respuesta.- En la dana no lloré. O todavía no. Al principio, fue todo tan estresante, tan urgente la necesidad de movilizarnos, que la gente no lloró. Hubo antes risas en el lío de buscar botas de goma y rastrillos. La gente lloró después. Yo no he llorado pero se me ha quedado un peso que aún no me quito.