Hace unas semanas el Telediario de La 1 daba la noticia del hallazgo del cadáver de un hombre, Antonio, de 70 años que llevaba 15 días muerto en su casa y había sido devorado por sus perros. Nadie se había percatado de su ausencia; nadie le había echado en falta, ni sus vecinos, ni sus conocidos, ni siquiera sus familiares. Antonio no tenía hijos y vivía solo desde hacía tiempo cuando se marchó de su casa un sobrino.
La tragedia de Antonio es el peor final posible de una de las pandemias del siglo XXI: la soledad. Se estima que el 20% de los españoles sufre soledad no deseada; dos millones de mayores de 65 años están solos; al año, según el Observatorio de la Soledad de la ONCE, esta epidemia cuesta 14.141 millones: el dinero que se destina a los tratamientos para paliar lo que genera la soledad, desde la depresión al insomnio, pasando por el abandono físico, la falta de cuidados sanitarios, problemas en la alimentación... ¿Y qué hacemos para arreglarlo? "Nada".
Quien da la respuesta es Ramón García, nuestro Ramonchu, precisamente el hombre que probablemente haga más por las personas mayores, aunque de momento, sólo en Castilla La Mancha. Allí es un dios. "Un salvador", contesta cualquier persona mayor con la que hables.
Si se rompe una antena en el pueblo, sólo hay una respuesta: "llamar a Ramón". Si hay que poner una barandilla para acceder al parque, "llamar a Ramón". Si no se ve un canal de televisión, "llamar a Ramón"; si la soledad no deseada les arrastra a la tristeza, a la depresión, al desasosiego, puede que el médico le mande ver En Compañía, el programa que cada tarde desde hace nueve años es, como su propio nombre indica, la compañía de miles y miles de personas mayores.
"Soy el hijo, el sobrino, el amigo", asegura Ramón García, un "bilbomanchego", como le consideran ya en esta tierra, en la que aterrizó en 2016 sin creerse mucho su futuro éxito y en la que ahora no pueden prescindir de él. Llegó para ser el Juan y Medio de La Mancha y ahora, como le dice su amigo y compañero de oficio; "Yo soy andaluz, soy de Almería y presento en Canal Sur, pero es que tú, cabrón, eres de todos".
Ramón García y el equipo de En Compañía -desde Noelia Alcántara, la directora, Carlos, el subdirector, Gloria Santoro, la co presentadora, Antonio, el guionista, Paloma, la regidora, Julia, Andrea, Lucía, Miguel y muchos más- hacen posible algo que no debería ser sólo de la televisión: cada día dan vida a miles de personas mayores que salen de la soledad gracias a este programa.
"El programa es uno de los mayores estudios sociológicos sobre la soledad que existen: no es un programa de entretenimiento, es un programa que ayuda a la gente"
Desde el otro lado de la pantalla puede parecer que En Compañía es un compartimento estanco en el que los invitados van, pasan la tarde y después adiós. Pues no: precisamente el éxito de En Compañía es que el programa sigue trabajando por cada uno de ellos. Les sigue buscando a esa pareja que les devuelva las ganas de vivir, que les saque de esa soledad y hasta que no la encuentran no paran. Es lo que ellos llaman "el seguimiento".
Por eso, los que ven cada tarde el programa conocen como si fueran de su propia familia a cada redactor, a la realizadora, al guionista, a Benji, el que pone la música. Es una de las cosas que Ramón García lleva a rajatabla: a los que trabajan en En Compañía se les tiene que ver en pantalla porque no es fácil que las personas mayores confíen y se abran a los desconocidos. Y nadie de En Compañía es extraño para ellos.
"El programa es uno de los mayores estudios sociológicos sobre la soledad que existen: no es un programa de entretenimiento, es un programa que ayuda a la gente", dice Ramón García, al cual le es imposible no emocionarse al hablar de un programa que ha cambiado la vida a miles de personas, pero que también se la ha cambiado a él, hasta límites que ni él mismo se llegó a imaginar. Que quede claro, En Compañía es Ramón García, pues sin su corazón, lo que logra este programa sería imposible. Lo dice él, los que trabajan con él, los que van y los que cada día llaman a la redacción.
"Cuando intento explicar lo que supone este programa, me acuerdo mucho de una de las frases de La lista de Schindler: quien salva a un hombre, salva a la humanidad", dice. "Esto es lo mismo. Si yo quito a alguien la soledad, se la quito a todo el mundo. Que yo pueda quitar a alguien la soledad no es sólo salvar a esa persona, es salvar a otra, a la pareja que encuentra, es crear un nuevo núcleo porque se unen dos familias, sus grupos de amigos y se van conociendo los unos a los otros. Es nuestra familia de tele, la familia de la tele de verdad porque son reales, son personas de verdad".
La mecánica del programa es muy sencilla. Cada tarde Ramón y Gloria invitan a dos personas mayores, un hombre y una mujer que se han cansado de estar solos. Acuden al programa, hablan de su vida, de sus historias -"son memoria viva", asegura la directora-, cuentan qué es lo que buscan en una pareja y el equipo del programa se pone en marcha. Generalmente, durante la emisión del programa les pasan alguna llamada, pero la clave es el trabajo de después, el que consigue 'el milagro'. Día tras día, su redactora o redactor -cada invitado tiene el suyo propio- le llaman por teléfono y le pasan las llamadas que encajan tras comprobar que son de "personas recomendables" -el programa está en contacto con la Guardia Civil-. A partir de ahí, no habrá ni un día de la semana que no hablen con los que han ido al programa. El trabajo termina cuando le salvan de la soledad. Ya saben: "Sacarles de la soledad es sacar a todos".
Hace unos días, el programa vivió una de las pérdidas a las que nunca se acostumbran. Murió Isidoro, uno de los hombres que fue a En Compañía a encontrar a una compañera de vida, a salir de su soledad y encontró a dos. Una primera, que falleció, y otra que fue la que llamó al programa para comunicar el fallecimiento. Llegó con 80 años y vivió sin soledad hasta los 88. "Le dimos ocho años de vida", afirma Ramonchu emocionado.
La fama de En Compañía ha traspasado las fronteras manchegas, al igual que lo ha hecho su mellizo en Andalucía. Televisivamente hablando son dos programas que cosechan unos éxitos de audiencias más propios de cadenas generalistas que de cadenas autonómicas. En Compañía, por ejemplo, cosecha una media de un 15% de cuota pantalla, llegando a picos de más del 18% de share, y siendo muchas tardes la oferta líder en Castilla La Mancha por delante de las televisiones generalistas. Sin embargo, hace mucho tiempo que En Compañía y La tarde, aquí y ahora dejaron de ser unos programas de televisión.
Si Ramón García es un dios para los abuelitos de Castilla La Mancha, En Compañía es el programa que más ha hecho por acabar con la soledad no deseada en España. Su labor es la que debería tener una institución pública o un organismo, y es lo que reclama el presentador. En España, a diferencia de otros países como Japón o Reino Unido, la preocupación por la soledad se ha empezado a cocinar hace muy poco tiempo. Existe el Observatorio de la Soledad No Deseada, pero más allá de esto, casi nada.
"Les cambiamos la vida, se la mejoramos, se la arreglamos, y como muchas veces dicen ellos mismos, les salvamos"
Pese a algunas iniciativas, como los programas especiales de Antena 3 de Hablando en plata, a las televisiones generalistas los mayores y sus vidas les interesan más bien poco, pese a que son los que más ven la televisión. Por eso, En Compañía y La tarde, aquí y ahora, son únicos. No son un programa de testimonios, su labor social es muy difícil de describir porque no se trata de juntar a dos personas como si fuera un 'abuelo busca abuela':, es que nunca dan por perdida una batalla.
No es una cuestión de buscar el amor, es buscar a la persona con la que hablar, con la que salir a pasear, la que te acompañe al médico, la que te agarre la mano por la noche, la que te mire y te diga "eres lo más hermoso de mi vida". "Les cambiamos la vida, se la mejoramos, se la arreglamos, y como muchas veces dicen ellos mismos, les salvamos", dice Ramón García.
Gloria Santoro le corta: "Mira este vídeo". En él se puede ver a una mujer de 100 años, de Letur, que ganó el jamón que cada tarde entrega el programa. "Esta señora vive sola y el programa, todos nosotros, somos su vida. Para ella es sagrado vernos todas las tardes".
Maribel y Florencio son el ejemplo de todo esto. Fueron al programa hace cuatro años "huyendo de la soledad". El programa les sacó de ella. Florencio sólo tiene un 10% de visión y Maribel hace poco que le operaron de la espalda. Se miran, no se sueltan la mano, como cada noche, cuando se acuestan. "Notas compañía de día y de noche", nos cuenta Maribel. A ella no le gustaba estar sola -"¿a quién le gusta?"-. A Florencio tampoco. En Compañía les puso en contacto y a los cuatro días Florencio ya estaba en casa de Maribel.
"En Compañía nos ha cambiado la vida (...) Hay gente que no se cree lo que hace este programa. Esto es verdad. Están ayudando a mucha gente", sentencia contundente Florencio. Cuando llega la noche, la temible noche, Maribel y Florencio se agarran la mano, él le coloca la máscara de la apnea -"es un bendito"- y ella se queda dormida "como un niña". Sus miradas erizan la piel.
Este es el final feliz, el que cada tarde busca En Compañía, pero para llegar a una historia como la de Maribel y Florencio hay mucho trabajo detrás. Un equipo muy joven y una directora que llegó hace nueve años a Toledo desde el programa de Juan y Medio con la misión de simplemente probar durante unas semanas de verano si el programa funcionaría en La Mancha. No es que funcionara, es que a las dos semanas, la televisión autonómica le dijo, "aquí os quedáis", y hasta hoy.
Y si fuera por los abuelos manchegos, hasta los fines de semana, emisión 24 horas al día. Cómo será la cosa que cada noche, ya de madrugada el programa de la tarde se vuelve a emitir y lo siguen viendo. "Les cuesta dormirse y les hacemos compañía", afirma Alcántara. Ni en pandemia, ni en Filomena ni nunca han podido parar. De hecho, Ramón García se hace cada día 200 kilómetros para hacer el programa, 1.000 a la semana. "Los mejores 1.000 kilómetros invertidos de mi vida", asegura. Insiste: "No todo el mundo está preparado para esto".
No lo dice por los 1.000 kilómetros, sino por el desgaste emocional que supone hace un programa donde ves la tristeza, la soledad, la dejadez, la pena y la ausencia de ganas de vivir de sus protagonistas. El desgaste emocional de escuchar historias de maltrato que nunca se atrevieron a contar hasta que Ramón García se puso al lado o de abandono de sus hijos o de una vida que a los que van ahora para abuelos parece habérseles olvidado. El desgaste emocional de mujeres que llegan al programa confesando que nunca han tenido un orgasmo, que su marido llegaba, pim, pam, pum, cuatro hijos y nada más. "No sabes todo lo que lloro aquí", dice García.
Cada día, antes de que comience el programa, el presentador sigue el mismo ritual: llega a la televisión autonómica, se reúne con el equipo, leen la escaleta, los casos de ese día, se baja a su camerino, come y lee cada uno de ellos detenidamente, llora si hace falta (y llora mucho). Minutos antes de que arranque y después de que Noelia y las redactoras de cada protagonista hayan charlado un buen rato con ellos, Ramón les saluda, les abraza, les dice lo guapos que están, lo bien que los ve, les anima, les calma. ¿Y ellos? Ellos se lo dan todo. La colección de regalos y de detalles que acumulan García y Santoro es infinita.
-Una vez una mujer nos trajo 200 magdalenas hechas por ella misma para que merendase todo el equipo-, cuenta Santoro, que guarda como oro en paño cada uno de esos detalles.
-Tengo una caja llena de estampitas- interrumpe García, -mientras su compañera nos muestra un llavero con su foto que le regaló uno de los invitados-. Le escribimos hasta una carta al Papa contándole lo que hacíamos aquí y nos respondió el Vaticano bendiciendo En Compañía. Así que el que viene aquí está bendecido por el mismísimo Papa. Tú estás bendecida.
"Tú dile a un directivo de televisión que vas a hacer un programa de viejos, ya verás lo que te contesta. Y no se dan cuenta que si las teles se mantienen son porque esos viejos están al otro lado"
Es la manera de desengrasar. La mayor dificultad a la que se enfrenta este programa es el dolor y el abandono de los invitados. "Hablamos mucho de la soledad de la gente mayor, de que no les escuchamos y de que no les hacemos caso, pero luego realmente la sociedad hace muy pocas cosas por ellos", dice el presentador. "Sólo hay que ver que algo como la televisión, que es su mayor fuente de compañía, y sólo hay dos programas dedicados a ellos y, además, en dos teles autonómicas. ¡Imagínate la labor que se podría hacer en Televisión Española! Lo pones en marcha, conectas los centros territoriales, llegas a todos los rincones de España... Pero los viejos no interesan. Tú dile a un directivo de televisión que vas a hacer un programa de viejos, ya verás lo que te contesta. Y no se dan cuenta que si las teles se mantienen son porque esos viejos están al otro lado".
Y es que para él En Compañía sólo fue un programa de televisión la primera semana. Cuando comprobó lo que suponía para tantas y tantas personas mayores, Ramón dejó de ser presentador y se convirtió en ese "salvador" del que hablábamos al principio de este reportaje. Le va en el ADN, en el corazón y en su educación. Vivió muchos años con sus abuelos maternos, Cándido y Marina, y recuerda cómo fueron ellos los que decidieron irse por voluntad propia a una residencia "para no molestar", pero su abuela siempre le decía: "Hijo, esto es como una jaula de oro, pero los pájaros somos viejos".
El viaje de vuelta de hoy de Ramón García será como el de cada día, "el viaje de descompresión". Llegará a casa, abrirá una Coronita y se dará una buena ducha para resetear. En Compañía es su volver a empezar. Hace cuatro años, nuestro Ramochu pasó una de las peores épocas de su vida: en cuestión de poco más de dos años perdió a sus padres y se divorció. Acudir cada día al programa se convirtió en un asunto personal: "Era y es mi terapia".
"A mí este programa me ha hecho entender la vida de otra manera", afirma. "Yo no sabía lo que era la soledad, no tenía ni puta idea hasta que llegué aquí y la empecé a comprender. Ahora la sufro y todos ellos son los que me acompañan".