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El arquitecto que hace cómics contra el cambio climático: "Dibujé coches amontonados mucho antes de la dana de Valencia porque ya ha pasado más veces"

La crisis del planeta proyecta al ensayo gráfico ecologista en detrimento del documental. Roberto Grossi publica 'La gran negación'. "Se lee en lo que dura un viaje en tren y no se ve como un rollo", dice otros de los artífices de esta tendencia

Una de las páginas de 'La gran negación', de Roberto Grossi.
Una de las páginas de 'La gran negación', de Roberto Grossi.
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"Usted dirá lo que quiera, pero me da en la nariz que con el cambio climático eso de la sequía va en serio...", le comenta Mortadelo a Filemón tocándose la pituitaria mientras una romería de sapos carga sus bártulos desde el embalse cercano. Hace un solazo que derrite las piedras. Al lado de los dos agentes secretos, un árbol reseco se alivia a duras penas con un paipay y el monigote con la firma de Ibáñez suda la gota gorda. La escena ilustró la portada del volumen 67 de la colección Super Humor Mortadelo, que recopiló en 2023 las últimas aventuras del personaje más tronchante del tebeo español junto a su jefe y se publicó casi medio año después de la muerte del legendario autor barcelonés.

El cambio climático (Ed. Bruguera) regalaba carcajadas a cuenta de un tema de lo más serio, grave como cualquier amenaza existencial, y tal vez por eso hacía incluso más gracia ver al par de merluzos luchar torpemente contra sus efectos. Mortadelo, por supuesto, aprovechaba el apocalipsis medioambiental para dar salida a su fondo de armario carnavalesco. Unas veces embutido en traje de neopreno para moverse por el sótano inundado de la T.I.A. tras un chaparrón bíblico y otras con armadura de caballero para no dejarse arrastrar por los vientos huracanados de San Guijuelo del Norte. En definitiva, el despiporre. Suele alegarse que la conexión guasona con el mundo real -y con los acontecimientos históricos en particular- explica en parte el éxito de Ibáñez entre varias generaciones de lectores, así que es probable que bastantes de ellos encuentren su reflexión sobre el calentamiento global más interesante que hojear las 18 páginas en PDF del Acuerdo de París.

Dicho esto, y ahora que se cumple una década de la firma en la capital francesa y dos de la ratificación del Protocolo de Kioto, la historieta está dando un salto adelante en profundidad de análisis y compromiso propositivo con el planeta. Hasta el punto de que el ensayo gráfico está ocupando el lugar del documental verde entre las preferencias del público más preocupado por el aumento de las temperaturas, la pérdida de biodiversidad y la crisis energética. Hace también justo 20 años, Una verdad incómoda logró que en Hollywood se hablara del cambio climático y, de paso, revitalizó el movimiento ecologista. Su protagonista era el ex vicepresidente estadounidense Al Gore y ganó dos Oscar. Además, se convirtió en la décima película de no ficción más taquillera de EEUU hasta entonces y acabó proyectándose incluso en los colegios. Su impacto en la industria audiovisual llegó prácticamente a nuestros días, con una secuela estrenada en 2017 y títulos que comparten su filosofía como Planeta plástico (2009), Cowspiracy (2014), Mañana (2015) y Antes que sea tarde (2016).

Hoy, en cambio, las mejores radiografías del globo -con algún selfi incorporado- pueden leerse en ensayos en viñetas como Cambio climático y sostenibilidad (Alfonso Pérez, Panini Cómics) El mundo sin fin (Jean-Marc Jancovici y Christophe Blain, Norma Editorial), Cambio de clima (Philippe Squarzoni, Errata Naturae), Algas verdes (Inès Léraud y Pierre Van Hove, Astiberri), Un tributo a la tierra (Joe Sacco, Reservoir Books), Extinciones. El crepúsculo de las especies (Jean-Baptiste de Panafieu y Alexandre Frank, Garbuix Books), Se busca un futuro posible en el que desear vivir (Miguel Brieva), El meteorito somos nosotros (Dario Adanti) y Ecotopías (varios autores, estos tres últimos igualmente en Astiberri). Un creciente, fértil y atractivo subgénero... para cualquiera que no vea el asunto con anteojeras negacionistas.

Hablemos del cambio de tendencia: ¿se deberá a que las imágenes en movimiento han perdido parte de su capacidad para zarandear conciencias entre las nuevas generaciones, más ávidas de experimentación y de formatos que trascienden la pantalla? ¿Será porque el público se ha cansado de ver a Greta Thunberg y tanto iceberg haciendo chof a la hora de la cena? ¿Tendrá que ver con que la rebelión contra las tesis colapsistas la encabezan sobre todo quienes trabajan en la mesa de dibujo? ¿O estará sucediendo todo esto al mismo tiempo?

Para saber más

"Probablemente, una de las razones del éxito sea el escaso coste de hacer cómics", explica con sencillez el arquitecto e historietista Roberto Grossi por videollamada desde Roma. Acaba de publicar La gran negación (Ed. La otra h), un relato que combina datos científicos, apuntes históricos, valoraciones políticas y experiencias personales. Un ensayo gráfico con hechuras de documental, vaya. "Si yo hubiera pretendido hacer uno habría tenido que viajar por medio mundo y disponer de un presupuesto parecido al de Al Gore. En cambio, con un lápiz y un ordenador puedo hacer lo mismo que él. Y difundirlo mucho más fácilmente".

"Es un medio ideal para divulgar el tema climático en un público amplio por varios motivos", corrobora Adanti. El primero, la agilidad del consumo. "En el cómic, el autor hace el esfuerzo de sintetizar, enfatizar y desarrollar de forma específica. Puede estar dos años trabajando para que luego alguien lo lee en un viaje en tren. En esta era de falta de tiempo y de atención, ese esfuerzo del autor propicia una comprensión rápida de un tema complejo". El segundo motivo tiene que ver con los prejuicios, añade el cofundador de la revista Mongolia. "A cierto sector de la población los documentales de naturaleza le parecen un rollo, se identifican con el pesao que te da la chapa. Los cómics no cargan con esa mochila, llegan a jóvenes y a adultos y permiten combinar géneros de forma natural sin que por eso pierdan veracidad o rigurosidad".

Grossi tenía 11 años cuando su padre le llevó a ver el Mer de Glace, el glaciar más grande del macizo Mont Blanc. "Ambos desaparecimos", bromea el autor en la tercera página de su ensayo. El milagro infantil que suponía contemplar la nieve en el verano de 1979 da paso en 2025 a una pesadilla adulta que, en todo caso, escapa del marco catastrófico. Al revés, La gran negación invita a reflexionar sobre el cambio climático, pero con aliento poético ("Cada generación encuentra normal su nivel de ruina"; "El último territorio por saquear parece el futuro") y con la divulgación basada en estadísticas o hechos verificables. Por ejemplo, cuando revela que desde 1970 hasta hoy las poblaciones de vertebrados han disminuido un 60%. Que dos tercios de las aves del mundo ya son pollos que nos acabaremos zampando. O que el 96% de la biomasa de mamíferos de la Tierra son humanos o animales criados por humanos: vacas, cerdos, cabras y ovejas.

Medir, pesar, tomarle la temperatura a la amenaza es lo primero que recomiendan los autores del nuevo ensayo verde que te quiero verde. "Hasta que no reconozcamos el problema no podremos siquiera imaginar una alternativa", señala Grossi. "Deberíamos involucrarnos globalmente como pasó con el Covid, cuando todo el planeta se movió unido y en muy poco tiempo encontró soluciones".

Brieva, ovacionado desde los tiempos de Bienvenido al mundo (2007), Dinero (2008) y La gran aventura humana (2017, ambos en Reservoir Books) como el historietista autóctono más crítico con los excesos del turbocapitalismo, coincide con él. "Como dice un proverbio chino muy elocuente, para salir de un pozo lo primero que hay que hacer es dejar de cavar. Ese sería un primer paso, tomar conciencia de cuánto de lo que hacemos ahonda la profundidad de ese pozo, y qué acciones, por nimias que sean, nos conducen hacia arriba", remarca. "Pero la solución no puede apoyarse exclusivamente en acciones individuales, sino que, de manera fundamental, debe implicar transformaciones de gran calado, y para ello hay que hacer política. Bastaría con apoyar aquellas opciones que apunten hacia esa transformación, hasta que estas demandas se hagan transversales a todas las fuerzas políticas, pues nos va la vida en ello. Se trata de un cambio de paradigma".

Y Grossi remacha: "La pandemia demostró por primera vez que nuestra sociedad no se basa en la ciencia, sino en el lucro. Que las aerolíneas no parasen ni siquiera ante una emergencia como aquella y siguiesen operando sin pasajeros para no perder sus concesiones fue demencial... En cambio, esos días también se produjeron noticias maravillosas, como el regreso de los delfines a los canales de Venecia, normalmente infectos por culpa de las aguas residuales. Fue una muestra de lo que pudo haber representado un punto de inflexión. Sin embargo, hicimos una pequeña pausa y volvimos a las andadas rápidamente. No aprendimos nada".

'Algas verdes'  investiga los nitratos procedentes de granjas debido a la muerte de personas y animales en las playas bretonas.
'Algas verdes' investiga los nitratos procedentes de granjas debido a la muerte de personas y animales en las playas bretonas.

Lejos de seguir un mismo patrón, el ensayo gráfico ecologista mezcla estilos visuales y maneja diferentes códigos narrativos. Algas verdes (120.000 ejemplares vendidos en Francia) es un thriller ambientado en Bretaña que incluye cuerpos enterrados sin autopsia, muestras robadas en el laboratorio y enjuagues políticos al máximo nivel. El mundo sin fin tiene planteamiento de diario y eco fanzinero. Un tributo a la tierra, como todos los trabajos de Sacco, es un militante viaje sociocultural. La gran negación se apoya en la habilidad expresiva de Grossi para contar mucho con poco -su primer impulso fue hacer una historia muda- y se vale de conceptos como solastalgia, distorsión cognitiva o extinción funcional. Se busca un futuro posible en el que desear vivir y El meteorito somos nosotros, por su parte, conectan con el tono gamberro de la película Don't Look Up.

"El humor y la sátira son fundamentales para afrontar y comunicar las malas noticias sin que eso lleve a la parálisis o a la depresión", expone Adanti. "Si pensamos que una parte del cómic siempre estuvo vinculada a la contracultura, era de esperar que lo político -entendido como aquéllo que nos es común- ocupara un espacio importante en el cómic para adultos... y no hay nada que nos ataña más a todos que una crisis ecosistémica planetaria".

¿Qué dice de nuestra sociedad que el avión privado de Messi produjese en el verano de 2022 la cantidad de CO2 emitida por un francés medio en 150 años, o que haya restaurantes especializados en servir platos con carne animales atropellados?

"Que hemos perdido el norte por completo. Pero éste no es un proceso nuevo, sino que lleva evolucionando en una misma dirección desde hace ya muchas décadas", razona Brieva. "A veces tengo la sensación de que, desde que tengo uso de razón, soy testigo de una especie de accidente automovilístico gigantesco y a cámara ultralenta, y que todos vamos dentro del vehículo dando vueltas caóticamente, sólo que a un ritmo tan pausado que casi se confunde con la vida normal. Y de este modo, año tras año, vamos aceptando nuevos giros de esta inercia sin control que van modulando nuestra humanidad para que ésta se someta y adecúe a los ritmos del capital. El sujeto de este mundo -su verdadero protagonista- es el dinero, y nosotros no somos mucho más que meros instrumentos (contingentes y prescindibles) para su expansión. Por eso, si tuviéramos que confeccionar el escudo heráldico de nuestro tiempo errático, el animal que lo simbolizaría sería sin duda un pollo sin cabeza".

¿Por qué es importante no sucumbir a las tesis colapsistas? "Existe un consenso bastante amplio y transversal de que este modo de vida ultratecnificado, monetarista y energívoro en el que llevamos embarcados desde hace un par de siglos está tocando a su fin, querámoslo o no. Nos estamos topando con los límites planetarios, ya sea por la escasez de materiales y energía para proseguir como si nada, ya sea por la consecuencias terribles que esto está provocado en las condiciones de habitabilidad del planeta (cambio climático, ciclos del agua, sexta gran extinción). No hay, objetivamente, argumentos que nos permitan creer que esta inercia va a poder continuarse mucho más allá de una década; estamos pues en el filo".

"Admitido esto", prosigue, "hay diferentes posturas a la hora de abordar este proceso histórico inevitable. Podemos ignorarlo, hacer como el avestruz, y darnos de bruces con el problema cuando ya sea inabordable, como propone el piloto automático del sistema con ayuda de las élites económicas. Podemos tratar de acompasar esta transición con las formas políticas actuales, cambiando de rumbo y buscando el mayor beneficio social posible. Y también están aquéllos que, creyendo este proceso inviable, abogan por una transición más drástica, a pequeña escala y en comunidades autogestionadas. Pero sea como sea, la idea de un importante cambio civilizatorio inminente planea ya sobre todas las cabezas, como así lo sugiere el imaginario distópico dominante. El decrecimiento es un proceso que ya está en marcha, y únicamente está en nuestra mano el que éste se dé en un contexto de competencia y barbarie (el rumbo actual) o en otro de democracia y cooperación".

A diferencia de las películas con moraleja, estos títulos publicados en el mismo accesible formato que las novelas gráficas prefieren exponer más que convencer. Confrontar más que adoctrinar. De hecho, en La gran negación se atiza a un periodista frivolón cual pelele como metáfora del desinterés interesado de algunos medios de comunicación hacia el desastre ecológico.

"Las cajetillas de tabaco llevan mensajes e imágenes aterradoras acerca de su impacto en la salud. Me pregunto por qué este tipo de comunicación no está presente en los concesionarios donde se venden vehículos que dañan seriamente el medio ambiente", asesta Grossi.

¿Cuál sería el mejor remedio para sacudirse la ecoansiedad? "Es difícil dar con una consigna sencilla, a modo de autoayuda milagrosa, que destrabe este estado mental, pues es algo que a día de hoy nos recorre a todos por dentro, seamos o no conscientes de ello", argumenta ahora Brieva. "Pero sí creo que el entender mejor la situación en la que estamos y el por qué de este bloqueo psíquico puede ayudarnos a desembarazarnos de muchas falsas creencias que nos atenazan y confunden, como la idea de que todo progreso ha de ser material, de que cuanto más mejor, de que cada uno tiene lo que se merece, de que los humanos somos egoístas por naturaleza, o de que vendrá una nueva tecnología que nos salvará en el último instante".

Grossi sigue proyectando edificios a pesar del éxito en su país de obras que retratan el crecimiento urbano sin control, la generación de residuos y la turistificación. En las últimas páginas de La gran negación muestra en fotografías el estado actual del glaciar que vio de niño. Y también reproduce con sus lápices una escena fácilmente identificable en España: un montón de coches apilados unos encima de otros en medio de una autopista. "La dibujé antes de que se produjera la dana de Valencia porque es algo que ya ha ocurrido muchas otras veces", resuelve el autor. "Por ejemplo, en dos ocasiones, en la región de Emilia-Romaña, precisamente mientras trabajaba en este álbum".

La gran negación

Editorial La otra h. 212 páginas. 18,81 euros. Puede comprarlo aquí