Con el Liberation Day Trump y su Administración han cumplido con la palabra dada a los votantes. Estos, como muchos otros ciudadanos sugestionados por el populismo, quieren recuperar el control y medidas contundentes para acabar con el orden político que ha traído todas sus desgracias: la globalización. Sin embargo, el gran siglo americano fue fruto de un régimen internacional que mezcló la supremacía militar atlántica, el liderazgo económico y la puesta en circulación de un manifiesto liberal en favor de un mundo más pacífico y cooperativo. Un manifiesto, en realidad, con un alcance tan trascendental como el elaborado casi un siglo antes por Marx y Engels.
Hemos conocido otras épocas de proteccionismo. Los aranceles nos llevan a los años treinta del siglo pasado, caracterizados por conflictos ideológicos, guerras declaradas y zonas económicas exclusivas. Recuerden la Smoot-Hawley Tariff Act de Herbert Hoover, diseñada para ayudar a los agricultores y sectores industriales y que fue uno de los errores de política económica que agravó y profundizó la Gran Depresión. Eran otros tiempos, aunque la obsesión de Trump por reducir su déficit comercial no puede hacernos olvidar que el gran poder de Estados Unidos reside en su moneda y sistema financiero. Ese sistema se ha sostenido porque existe un Gobierno y un país en el que inversores confían -como los ahora gorrones europeos- a la hora de invertir capital en el sector público y privado.
El Liberation Day pone fin a un orden internacional imperfecto y a veces injusto, pero fructífero en términos de estabilidad. En cierto sentido, se estaría cumpliendo lo dicho por Borges: todo presente es anacrónico porque cuando algo ocurre, ya ocurrió hace tiempo. Los hechos vienen a confirmar algo anterior que, en este caso, no es otra cosa que la proliferación de discursos nacionalistas y antiliberales que piden acabar con un mundo basado en el cumplimiento de compromisos colectivos. Compromisos que ya no son útiles para el actor que los impulsó. Si los polizones trumpistas nos dejan, el resto tendremos que reorganizar nuestros intereses y avanzar hacia un marco comercial menos ambicioso, pero que al menos siga teniendo en cuenta la historia y la experiencia institucional acumulada.