Desde hace años, la palabra Juegos Olímpicos se pronuncia entre susurros por los pasillos de Cibeles. De vez en cuando, el asunto, poco menos que tabú desde aquel tercer batacazo consecutivo, en Buenos Aires, allá por 2013, se agita con delicadeza en los mentideros municipales. El objetivo es arrancar esa dolorosa espina, pero no volver a precipitarse. Los errores del pasado guían la sigilosa ruta del Ayuntamiento en busca del sueño olímpico. Y en estos lluviosos días madrileños, con el Manzanares vestido de Ebro, cuando el pulso se vuelve a agitar con esa mirada disimulada hacia un lujoso hotel del Peloponeso griego, donde se decide hoy el destino del Comité Olímpico Internacional (COI). Donde el español Juan Antonio Samaranch Salisachs, hijo de quien fuera presidente durante dos décadas, opta, junto a otros seis candidatos, a llevar el timón del organismo que manejará los hilos del olimpismo durante los próximos años. Su victoria, lógicamente, sería una noticia celebrada en la capital.
«Es una persona preparada y cualificada, que ha hecho un magnífico trabajo durante los años que ha sido miembro del COI, siendo vicepresidente, por lo que, obviamente, sería la mejor elección posible. Pero vamos partido a partido», reflexionaba con cautela, ayer, el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, parafraseando al entrenador del Atlético, Diego Pablo Simeone, durante la visita a la nueva sede de la Agencia para el Empleo, en Puente de Vallecas.
Aunque la llama olímpica nunca ha llegado a encenderse en Madrid, tampoco se ha apagado esa ilusión por alojar alguna vez ese mágico pebetero. «Primero vamos a ver a quién se elige presidente. Cuando eso ocurra, habría que hacerle un planteamiento que corresponda», sugería el regidor madrileño, antes de dar un paso más: «Creo que al COI le ayudaría que Madrid fuera sede de los Juegos Olímpicos. A cualquier presidente, no sólo a Samaranch, le gustaría que Madrid fuera sede». Pero la presencia de Samaranch, como se viene repitiendo en muchos foros autorizados, sí que podría ser la clave.
Aunque nadie quiere mirar a los ojos esa posibilidad, todos observan de reojo todo cuánto acontece en torno a esa asignatura pendiente cuya sombra acompaña a la ciudad desde ese maldito triplete de chascos, con Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Botella en la Alcaldía. Con algún que otro dinosaurio de hormigón (léase el Centro Acuático) que recuerda la desdicha de otra época señalada por las frustraciones.
2040 en el horizonte
«Esperemos que pronto seamos, por fin, sede de unos Juegos Olímpicos», reivindicaba hace poco más de un mes la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, durante la oficialización de que los Laureus, esas estatuillas que premian a los mejores deportistas del planeta, se entregarán por segundo año consecutivo en suelo madrileño. Esa gala, aunque parezca poca cosa, es un ingrediente más para una vasija de eventos relacionados con el deporte que, poco a poco, se va desbordando. Hablamos del Mutua Madrid Open, del venidero Gran Premio de Fórmula 1, de la llegada de la NFL al Bernabéu o de ese Mundial de fútbol de 2030, que, si nada se tuerce, tendrá su epicentro informativo en Madrid. Hablamos de competiciones que añaden pedigrí a una ciudad en efervescencia. «Todo este trabajo servirá para el futuro», sugieren desde Cibeles. Esa es una de las llaves para esa carrera olímpica. La otra, que la Comunidad y el Ayuntamiento remen de la mano en busca de esa anhelada llama.
Aunque nadie se pronuncia sobre la fecha de ese órdago olímpico, mucho menos el alcalde, siempre cauto a la hora de mover ficha, lo cierto es que la primera ventana posible es la de 2036, aunque no parece la más sencilla. Los Juegos de 2032 fueron asignados a la ciudad australiana de Brisbane, hace tres años, y para los de 2036 asoman dos potentes candidaturas. Una es la de Berlín, con el contexto de celebrar 100 años después una cita antagónica a la de la Alemania nazi, en 1936, con los icónicos oros del velocista estadounidense Jesse Owens. La otra, la gran favorita, sería la de Doha, con todas las infraestructuras del Mundial de fútbol. Sería la primera edición en Asia.
Así que, habría que apuntar con el dardo a 2040. Lejano aún, sí, pero sin descuidos. Ni Ayuso ni Almeida ocuparán entonces sus asientos, pero podría convertirse en su legado.