El Wizink Center ha pasado a llamarse Movistar Arena con el paso de la hoja del año, pero hasta que nos habituemos seguirá sonando como el Wizink en nuestras cabezas. Fuimos y gozamos en él de los Hombres G y David, del Canto y Dani, las bandas sonoras de mi vida; y creímos haber visto el último concierto de Sabina justo el día antes de que se precipitara al foso del escenario. Reapareció contra pronóstico y acudimos a lo que creímos último concierto de Sabina en la gira de su adiós meses antes de que anunciara que no sería el último concierto ni la gira de su adiós. Así que volveremos al último concierto de Sabina en el Wizink, que ya no es el Wizink y, probablemente, tampoco será la despedida de un tipo con más vidas, y reapariciones, que Antoñete.
Precisamente en Chenel se encuentra la clave emocional de este nexo musical, en aquella canción que hablaba de la tristeza de un torero al otro lado del telón de acero. Joaquín Sabina fue muy de Antonio y también del otro lado del telón. Luego, José Tomás le robó el corazón, de purísima y oro, y la nueva izquierda le decepcionó hasta decir «no era esto, no era esto». En verdad, no era esto ni lo otro. A estas horas del descreimiento desconozco cuál es la ideología de JS, y me vale madre, pero intuyo que ya no tan roja como la sangre derramada del torero que le conmueve. Y esto es lo importante, pues en las plazas de toros hemos cabido siempre todos.
Aparece el dios de piedra de Galapagar en el vídeo de la nueva canción de Sabina que Beatriz ya se sabe y recita como la discografía completa del bardo de voz quebrada. Un día lo atisbaron las hordas animalistas -el wokismo embrionario por entonces- en el callejón de la Monumental de México junto a Serrat y Bosé y lo quisieron cancelar. Una vez derrumbado el comunismo con la caída del muro en el 89, hubo de dotarse la extrema grey zurda de una ideología que le permitiera seguir jodiendo al prójimo. Y lo woke es ideal.
El animalismo radical, el falso ecologismo, el antiespecismo demencial. Todo esto lo ha hecho suyo la tropa de Sumar y otros partidos del espectro ultra. Ernest Urtasun, ministro de censura, ha vuelto a dejar fuera de la tauromaquia de las Medallas de Bellas Artes, perpetrando otro atentado sectario contra la cultura española, que se hunde y funde con su propia historia.
Los cimientos del Wizink enraízan con la vieja plaza de toros de Madrid, ese espíritu que seguirá latiendo en el nuevo Movistar Arena, donde volveremos a ver el último concierto de Sabina. Y a gritarle «¡torero!, ¡torero!, ¡torero!» con mensaje a Urtasun, el cancelador. Del comunismo se vuelve; de la estupidez, nunca.