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El deseo, como cualquier impulso, tiene diferentes formas y direcciones. Pero en Supervivientes muere un poco. O eso es lo que han transmitido la mayoría de concursantes a lo largo de su historia. Nada de levantarse contentos por las mañanas. Quizás porque no eran Manuel González y Anita Williams, los ex participantes de La Isla de las Tentaciones. Su entrada fue una sorpresa para los telespectadores.
Sabían que Montoya (pareja de Anita en La Isla) participaba en el concurso, pero faltaba por completar el triángulo amoroso. Manuel y Anita ya no se hablan. El culebrón, de momento, está en pausa. La terapeuta sexual y de pareja en Afrodísia Terapia y Sexología, Diana Fernández, no quiere predecir el futuro, si habrá "más imágenes" para Montoya o no. "La prioridad es mantenerse vivo y aunque dejarse llevar por el deseo pueda parecer que no es prioritario, la cuestión es que el deseo es precisamente un impulso vital, un ir hacia el otro, hacia lo que no tengo", arranca. El deseo nunca es 1+1.
Si no lo hacen es por falta de ganas, nunca por vergüenza. Los dioses, o los trabajadores de producción del programa, han visto de todo. Uno de los que ha convivido con ellos (detrás de las cámaras) ha confesado a este suplemento el trascurso del programa, lo que no se ve. No quiere identificarse porque sigue en la profesión. Asegura que todo cambia a las dos semanas de programa. "Se les regula todo. Ni los adictos echan de menos sus vicios. Kiko Matamoros se olvidó de todo. No fuman ni les damos nada". "Al menos [se justifica por si acaso] el tiempo que yo estuve".
No es solo el hambre. "Piensa que les pican bichos, de todo. A los diez días no se acuerdan de nada, tampoco del sexo". Y conforme avanza el programa normalizan hasta lo más íntimo. "Cuando llevan un mes allí, pierden el pudor. Hacen pis delante de ti, de todo. Les da igual. Uno de los concursantes se masturbó una noche delante de nosotros. Al final, cogen tanta confianza que no nos ven como extraños". Los concursantes tienen prohibido hablar con los cámaras, solo pueden comunicarse directamente con el director de cada playa. Si se encuentran mal, si quieren abandonar, lo tienen a él. A veces, en ese desahogo, han surgido cosas.
"Uno de los operadores de cámara se enamoró de una concursante. Cuando salieron se casaron". No conoce más casos. Pero defiende que lo mejor que ocurre en Supervivientes no se graba. "El verdadero reality ocurre detrás de las cámaras. Es sodoma y gomorra", cuenta este trabajador. "Estamos en una Villa, que le llamábamos Alcatraz, porque parece una puta cárcel. No puedes salir de ahí. No te dejan. Solo unos pocos de producción con cierto cargo pueden salir y entrar. Hacemos muchas horas, trabajas 12 horas seguidas. Pero luego libras dos días". Y con todo incluido y una barra libre. "Hay gente que se vicia a esta vida. Que lleva diez años yendo allí".
Amador Mohedano y Rosa Benito protagonizaron un reencuentro lacrimógeno cuando el hermano de Rocío Jurado fue a visitarla a la isla. El programa les dejó intimidad pero Amador ha confesado a este suplemento que no pasó nada. "Me habría encantado pero ella no me dejó. No quería, así que no hicimos nada, solo pelear". Al poco, el matrimonio se separó.
Los perfiles de concursantes de Supervivientes han cambiado. Durante ocho ediciones la productora que grababa el programa era Bulldog TV pero desde el año pasado se encarga Cuarzo Producciones, la misma que lleva La isla de las Tentaciones. Por eso la incursión de tres participantes del programa que pone a prueba a la fidelidad. Es una estrategia propia de Mediaset, retralimentarse con las mismas caras. Antes ocurría con Mujeres y Hombres y Viceversa, otro programa con gran dosis de líbido. En 2016 ficharon a Violeta Magriñán, en aquel momento conocida por su carácter en su paso por el programa y su relación con Julen, del que se enamoró allí. Julen y Violeta eran la representación de la relación tóxica con idas y venidas, del romanticismo mal entendido. Violeta se embarcó a Honduras y conoció a Fabio Colloricchio, un italo-argentino que había ido a participado en varios realities de Italia. El hambre, el aburrimiento o las horas al sol les fueron uniendo, hasta que Violeta se vio con la necesidad de pedirle a programa que le pusieran en contacto con Julen. Le dejó en directo. Ya sentía algo por Fabio. La intimidad fue creciendo. Al final, se acostaron en el Palafito. Les escuchó toda España. Ahora tienen dos hijas y un cuadro de Supervivientes en el salón. Su deseo.