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Las piezas del tablero geopolítico mundial se están recomponiendo a un ritmo vertiginoso y no faltan figuras que saben que a río revuelto, ganancia de pescadores. Sin ir más lejos, el príncipe Reza Pahlavi (64 años) está más crecido que nunca, dispuesto a aprovechar quién sabe si su última oportunidad para recuperar el trono del pavo real, toda vez que siente que los astros se han alineado para favorecer su objetivo o, al menos, para empujar al máximo hacia la caída del régimen de los ayatolás en Irán.
Y, así, apenas unos días después de que las autoridades de Teherán festejaran el 46º aniversario del derrocamiento del último sha, Mohamed Reza Palhavi, su heredero ha pronunciado un discurso histórico esta semana en la Cumbre de Derechos Humanos y Democracia celebrada en Ginebra en el que proclamó que da "un paso adelante para liderar el movimiento de transición" hacia la democracia en su patria, erigiéndose así en el rostro de la oposición a la República Islámica. Pahlavi instó a la comunidad internacional a actuar e instó a los miembros del G-20 a aplicar la "máxima presión" sobre Teherán.
"El régimen está más débil que nunca. Su eje de resistencia ha sido desmantelado y su legitimidad interna se ha evaporado. Ahora es el momento de actuar. Por lo tanto, a petición de mis compatriotas iraníes, doy un paso adelante para liderar este movimiento de transición. No por mí, ni por un puesto de poder, sino para responder al llamamiento y cumplir con mi deber como patriota", subrayó emocionado el también hijo de la emperatriz Farah Diba, quien sin embargo es bien consciente de que uno de los grandes problemas de la oposición iraní en la diáspora es lo dividida que está. Y es que al menos la mitad de los grupos articulados sobre todo en Europa y EEUU no respaldan a las facciones fieles a la dinastía Pahlavi.
Pero el momento le sonríe al heredero persa. Porque la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca y sus inmejorables contactos con la Administración republicana, sumado al indisimulado apoyo que le brinda el Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu, dan alas a Reza Pahlavi. EEUU tiene el cambio en Teherán como una de sus fijaciones declaradas, más ahora que desde Tel Aviv se ve la debilidad de los ayatolás como la inmejorable oportunidad para acabar de una vez con su enemigo más fiero.
No por casualidad, Reza Pahlavi fue uno de los primeros líderes globales en felicitar a Donald Trump con motivo de su toma de posesión el 20 de enero. En el caso del príncipe imperial no se trataba de un mero gesto de cortesía, sino de una declaración de profunda y sincera satisfacción por su vuelta al poder. Y es que, instalado en Estados Unidos prácticamente desde el inicio del exilio de toda la familia del sha en 1979, Reza Pahlavi ha tenido siempre buenos contactos en las distintas Administraciones presidenciales, pero no con todas ha tenido el feedback deseado. Sin ir más lejos, durante el mandato del demócrata Biden, con Antony Blinken como secretario de Estado, el aspirante al trono persa nunca encontró que el eco de su voz penetrara en la Casa Blanca.
Todo lo contrario que con Trump, con cuya Administración Reza Pahlavi ya tuvo una relación más que estrecha en su primer mandato. Y, por si fuera poco, el príncipe tiene gran sintonía con el actual secretario de Estado, Marco Rubio, muy favorable a las tesis de los monárquicos iraníes.
Reza Pahlavi se relame mientras ve cómo sus mensajes calan en el actual Despacho Oval. El príncipe recalca que él no promueve la restauración de la monarquía, ya que, dice, eso es algo que tendría que decidir en todo caso el pueblo iraní, sino que lucha por acabar con la tiranía en su patria. Y su plan se asienta sobre cinco pivotes: maximizar el apoyo a la resistencia interna, aplicar la máxima presión internacional sobre los ayatolás, movilizar a la diáspora iraní, facilitar las deserciones dentro de las filas del régimen y delinear una hoja de ruta política y económica para un Irán post-régimen.
El hijo del sha siempre ha tenido hilo directo con la élite política, empresarial y mediática de EEUU. Pero en los últimos años, en especial desde el anterior mandato de Trump, han florecido organizaciones como Iranian Americans for Liberty, dedicadas a hacer lobby a favor de un cambio de estrategia hacia Irán y en defensa del establecimiento de una monarquía constitucional. Esta y otra plataforma están, además, muy bien relacionadas con partidos conservadores israelíes. Fundadores de grupos como Iran Revival -todos de la misma ideología- han realizado donaciones en las últimas campañas a candidatos republicanos, tal como airearon en su momento los medios estadounidenses, y el mismo príncipe Reza apoyó el pasado verano a algún aspirante del partido de Trump como Joe Kaufman mientras recababa apoyos para el Congreso.
La guerra en Oriente Próximo desatada tras los brutales ataques de Hamas en suelo israelí el 7 de octubre de 2023 ha cambiado por completo el frágil statu quo regional. Y el primer choque directo entre Israel e Irán el año pasado, que amenazó con escalar el conflicto hasta límites insospechados, ya fue la primer ocasión en la que el príncipe Reza vio una oportunidad para tumbar al régimen que derrocó a su padre y acabó con la milenaria monarquía persa. En aquellos días, el heredero redobló su ofensiva diplomática y mediática para avivar la llama contra la teocracia de Teherán. "Creo que es importante que el mundo se dé cuenta de que el único obstáculo para la paz, la estabilidad y un futuro mejor reside en ese régimen. Es hora de que el mundo finalmente decida respaldar al pueblo iraní para derrocarlo y poner fin a toda esta locura", demandó sin ambages.
Pero, como decíamos, la oposición iraní en la diáspora está muy dividida. Y la posible restauración de la Monarquía en la antigua Persia si la nación recupera algún día la democracia no sería desde luego nada sencillo. Por un lado, por el hecho de que para la mayoría de los casi 90 millones de iraníes que viven en el país se trata de una institución con muy mala prensa -por el recuerdo de los más mayores de las tropelías cometidas bajo el régimen dictatorial del sha, si bien entonces entraron en vigor derechos y libertades como las que pudieron disfrutar las mujeres; pero sobre todo por la interminable propaganda contra el trono de los ayatolás-. Y, por otro, porque organizaciones opositoras en el exilio tan fuertes como el Consejo Nacional de la Resistencia Iraní llevan décadas combatiendo tanto la dictadura de los mulás como cualquier aspiración de rehabilitación del trono.
En este sentido, el pasado 8 de febrero París fue escenario de una manifestación de iraníes que sumó a unas 10.000 personas bajo el lema "No a la monarquía, no a la teocracia, ¡sí a una república democrática!".
A Reza Pahlavi no le será fácil convencer a muchos de sus compatriotas de que, en el siglo XXI, en el antiguo reino de Ciro cabría una democracia coronada que permitiera a los iraníes vivir al fin sin el yugo de ninguna dictadura. Pero, por lo pronto, que su liderazgo gane enteros en el Despacho Oval es muy buena noticia para quien fue el hijo varón tan deseado del sha que sólo pudo darle la bella Farah en un tercer matrimonio.