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El amor homoerótico en tiempos de Grindr: "Ahora las relaciones dependen de una gran corporación que factura millones"

De Torremolinos a Washington el fotógrafo Jesús Madriñán contrapone en la exposición 'Afectos fugaces' las relaciones personales gestadas en las 'apps' de citas

Uno de los retratos de gran formato de la serie 'Torremolinos' (2018).
Uno de los retratos de gran formato de la serie 'Torremolinos' (2018).JESÚS MADRIÑÁN
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La trayectoria creativa del fotógrafo Jesús Madriñán (Santiago de Compostela, 1984) está estrechamente vinculada al retrato, disciplina en la que ha abierto sugerentes vías de exploración. Casi sin pensárselo, el artista cita a Roland Barthes para poner sobre la mesa su llave maestra: «Barthes sostenía que en cualquier retrato existen distintas capas de representación. Y lo que yo hago es indagar en ellas». Y confiesa su inusual método: «Procuro generar para mis modelos un ambiente con la mayor intimidad posible. Antes de hacer la foto, me doy la vuelta. No miro a mis modelos cuando hago las fotos, me pongo de espaldas y acciono el disparador mediante un cable».

Bajo el título Afectos fugaces, en La Térmica de Málaga despliega una galería de 15 retratos de gran formato que ahondan en el impacto de las aplicaciones de citas en el contexto LGTBI, básicamente Grindr. La exposición contrapone dos series que se muestran por primera vez en España: Torremolinos (2018) y Washington Store (2023). Ambas presentan naturalezas distintas: «Torremolinos está centrada en el desnudo, mientras que Washington Store reúne retratos colectivos de personas que acudieron a la convocatoria de un anuncio que lancé en Grindr en la misma ciudad», explica el fotógrafo. El leitmotiv de los dos proyectos es, sin embargo, el mismo: las tendencias sexo-afectivas entre jóvenes gays online y sus consecuencias en la construcción identitaria, un asunto delicado y de enorme calado en la sociedad contemporánea que, sin embargo, no ha tenido una respuesta muy visible en las artes.

Madriñán reflexiona especialmente sobre el impacto de Grindr, la app de citas preferente entre varones homosexuales y que, recuerda el artista, «es la más descargada del mundo» en su género. Con la mayor parte de su capital financiero localizado en China, Grindr ha alterado las reglas del juego «en la medida en que tantas relaciones afectivas dependen de las decisiones de una gran corporación que factura millones de dólares al año». Así, las dinámicas que hasta hace poco formaban parte de la más estricta intimidad «ahora se ven salpicadas por una lógica capitalista cuyos intereses están muy lejos de esas relaciones».

Para mostrar las consecuencias de esta injerencia tecnológica, Madriñán presenta en Afectos fugaces una galería de rostros y cuerpos masculinos que, ya sea en grupo o en la intimidad del desnudo, dan buena cuenta de una naturaleza cuya fragilidad no duda en aprovechar un ecosistema voraz, ávido a la hora de trocar los afectos en recaudación. «La realización de cada una de las series a ambos lados del Atlántico permite comprobar que el alcance de este problema es global», apunta el fotógrafo, si bien matiza que en Estados Unidos «el fenómeno está mucho más asentado dada la tradición neoliberal del entorno».

En Torremolinos, para preservar la intimidad de sus retratados, se daba la vuelta, tal y como cuenta el propio Madriñán, antes de accionar la cámara. Por su parte, el trabajo de Washington Store se enmarca en la invitación que recibió el artista en 2023 por parte de la Embajada de España en Estados Unidos para que desarrollara un proyecto en la ciudad norteamericana con absoluta libertad, pero en un máximo de 20 días. Con su proverbial rapidez de convocatoria, Grindr resultó ser, aquí sí, una herramienta bien eficaz para superar el reto.

Foto de grupo de varios usuarios de Grindr en
la serie 'Washington Store' (2023).
Foto de grupo de varios usuarios de Grindr en la serie 'Washington Store' (2023).JESÚS MADRIÑÁN

La comisaria de la exposición, Nerea Ubieto, explica por su parte que la galería de rostros y cuerpos captados por la cámara de Madriñán permite abordar una reflexión afinada sobre la identidad entre la construcción personal y su proyección pública. El fotógrafo presenta «retratos honestos, contundentes, profundos, cargados de una naturalidad sosegada y sin artificios que solo es posible mediante el refinamiento técnico y el dominio de la cámara de gran formato», señala la comisaria. Sobre la inclinación por el gran formato, Madriñán admite que conlleva una gran exigencia:«Solo me quedo con lo que realmente me convence. Cada retrato mostrado ha sido seleccionado a través de un proceso riguroso».

Como paradoja de nuestros tiempos, Madriñán presta su mirada incisiva a la socialización digital desde un dispositivo estrictamente analógico: su herramienta principal es una antigua cámara realizada en madera en 1903, la misma que acciona con el cable de su disparador una vez que se da la vuelta frente a los modelos. Este recurso le permite trabajar el gran formato «con matices que a algunos les resultan pictóricos, aunque, en todo caso, los contrastes son siempre interesantes». En el estudio, Madriñán complementa la capacidad de la lente con la iluminación precisa, aunque fuera del mismo no tiene reparos en llevar su cámara a todo tipo de ambientes, de discotecas a afters.

«Las reacciones de la gente ante una cámara así son elocuentes. Muchos no creen que el equipo sea capaz de hacer fotos, otros adoptan todo tipo de poses. Lo cierto es que este sistema analógico, tan antiguo, transforma los ambientes de manera muy sugerente: un entorno ruidoso como una discoteca a las cuatro de la madrugada aparece fotografiado como envuelto en un mar de silencio. Esto es imposible de conseguir con la inmediatez de una cámara digital o un iphone. Pero si introduces la clave del tiempo en la ecuación, especialmente en los retratos, esas capas de representación se hacen mucho más visibles», explica.

Si bien los desnudos de Torremolinos no han sido nunca expuestos al público hasta ahora, los realizados en el almacén de Washington desde donde Madriñán lanzó su particular convocatoria se vieron en la misma capital estadounidense: «Me interesa mucho la reacción de la gente ante mi obra, desde luego. Pero en esta ocasión disfruté mucho al observar a las personas que habían participado en los retratos viéndose a sí mismas en las fotografías. Fue un juego de espejos muy revelador. Y muchos de ellos se sorprendían al comprobar que, efectivamente, algo bueno podía salir de esa vieja cámara. La disonancia que provoca un recurso tecnológico obsoleto aplicado a un mundo atravesado por lo virtual me atrae muchísimo». La exploración, por tanto, continúa.