Putin escribió en 2021 que rusos y ucranianos son "el mismo pueblo". Ese pueblo ucraniano eligió a Volodimir Zelenski -rusoparlante, proveniente del este del país más cercano culturalmente a Moscú y conocido como una cara habitual de la tele rusa- con un 73% de apoyo dos años antes. Aparentemente su elección probaba la cercanía entre ambos países a pesar de la afrenta de la anexión de Crimea. Sin embargo, el desprecio de Putin hacia Zelenski ha ido creciendo en los últimos años hasta convertirse en un odio letal. Más allá de las acusaciones cruzadas y la guerra, hay razones ocultas que hacen que Putin sueñe con ver a Zelenski muerto.
Según Putin, la identidad ucraniana es una invención de principios del siglo XX. Los sicofantes que lo rodean saben cómo complacer al zar. Una tarde hace dos años acudió a ver al líder ruso el presidente del Tribunal Constitucional, Valery Zorkin, que le regaló a Putin un mapa del siglo XVII hallado en los archivos del propio tribunal. "¿Por qué lo traje, Vladimir Vladimirovich?", dijo Zorkin: "Porque no aparece Ucrania". El presidente lo examinó embelesado: "Por supuesto".
Putin insistió recientemente en que se instale una "administración de transición" en Ucrania, prometiendo que su ejército "acabará" con las tropas ucranianas. Alega que Zelenski carece de legitimidad porque su mandato expiró el año pasado. Los ucranianos eligen a sus presidentes por un período de cinco años, y el de Zelenski debía concluir en mayo de 2024. Ucrania se encuentra bajo la ley marcial debido a la invasión rusa. Incluso Donald Trump, que lleva meses repitiendo argumentos de la narrativa rusa, se confiesa ahora "cabreado" por la insistencia de Putin en "meterse con la credibilidad" de Zelenski en lugar de "negociar con él" de una vez.
El dictador ruso, que lleva en el poder desde hace 25 años y ha sido reelegido repetidamente en comicios sin competencia real -y la última vez con todos los disidentes muertos, en la cárcel o el exilio- lleva acusando a Ucrania de no ser una democracia desde el inicio de la invasión, una aventura militar en la que paradójicamente se ha apoyado en dos totalitarismos de libro. En los primeros días de lucha sus tropas entraron también desde Bielorrusia, considerada la última dictadura de Europa. En estos últimos meses, acudieron a ayudar en el frente ruso en Kursk tropas de Corea del Norte, considerada la dictadura más férrea y cerrada del hemisferio.
En realidad, el viejo agente del KGB considera la desaparición de la Unión Soviética una tragedia, y Zelenski simboliza en cierta medida a esa generación de ucranianos para la cual la URSS es algo ajeno a su vida adulta. Zelenski habla ruso sin sentirse soviético, y Putin considera que su influencia soviética se prolonga hasta todos los rincones donde se hable ruso.
Derrocar al líder ucraniano no es una idea nueva puesta en circulación por Moscú aprovechando la llegada de Donald Trump al poder. La invasión de 2022 fue concebida inicialmente como un intento de instalar en Kiev un régimen más amigable con Moscú. Aquella noche, mientras sus comandos se movían por la capital ucraniana para matar o detener al líder ucraniano, Putin hizo un llamamiento público a los generales ucranianos para que derrocaran a Zelenski. Después de no poder tomar Kiev, Rusia cambió su enfoque a uno de desgaste: debilitando tanto la capacidad del ejército ucraniano de mantener cientos de kilómetros de línea del frente como la determinación de Occidente de apoyar a Ucrania en la lucha. Tanto en el primer enfoque como en el segundo, el líder ruso ha denigrado repetidamente al presidente ucraniano, calificándolo incluso de drogadicto y jefe de una junta nazi.
Demasiado joven para dejarlo vivir
"Putin quiere ver a Ucrania gobernada por una administración pro Moscú o neutral", explica Marc Bennetts, corresponsal y escritor británico que en octubre publicará The Descent, su testimonio personal de "la espiral de locura de Rusia bajo el gobierno de Putin". Bennets cree que Zelenski es para Putin "un símbolo de lo que él considera el artificial rostro occidental de Ucrania y su obstinada negativa a obedecer a Moscú".
"La animosidad de Putin también tiene un componente personal... Zelenski es más joven, probablemente más sano, y sobrevivirá a Putin. Consciente o inconscientemente, es probable que Putin lleve esto bastante mal", añade Bennets. El actual líder ruso llegó al poder en 2000 a lomos de una aureola de juventud que se contraponía a su antecesor, un decrépito Boris Yeltsin. Putin tenía 47 años, que es precisamente la edad que tiene Zelenski ahora. Y Putin es hoy más viejo que su antecesor cuando le entregó el poder.
El putinismo se lanzó en los primeros mandatos en una carrera para eliminar los contrapesos del poder "debilitando a las instituciones rusas", como señala el politólogo Mijail Komin. En su fase final, se ha embarcado en una batalla contra el paso del tiempo. En el plano institucional, rompiendo la promesa de no cambiar la constitución para poder seguir en el poder: el enroque de Putin-Medvedev de 2008 no podía repetirse, porque Putin ya no tiene todo el tiempo del mundo. Y en el plano político, eliminando a los enemigos que podían crecer en el futuro: ya no bastaba una década en la cárcel como la que sufrió el oligarca Mijail Jodorkovsky, porque ahora no se sabe cómo estará el régimen dentro de 10 años. Boris Nemtsov y Alexei Navalny, dos disidentes más jóvenes que Putin, fueron asesinados. Hace tiempo que el régimen ruso ya no hace prisioneros.
Konstantin Skorkin, investigador independiente del centro Carnegie, coincide en la tesis del odio generacional: "Zelenski es un hombre joven, mientras que Putin es un hombre mayor y esto por sí solo es motivo suficiente para el odio". Y recuerda que "Zelenski ha prometido que sobrevivirá a Putin", y teniendo en cuenta que "Nemtsov y Navalny hicieron declaraciones similares, Zelenski debería tener mucho cuidado, porque Putin es vengativo, rencoroso y supersticioso" en este aspecto. La idea de matar al único líder judío de Europa mientras se lanzan soflamas antinazis no ha caducado en las mentes que rigen el Kremlin.
El escritor ucraniano Yaroslav Trofimov, autor del libro sobre la guerra de Ucrania Our Enemies Will Vanish, recuerda cómo Putin, en 2008, al reunirse con el entonces embajador estadounidense William Burns, expresó su visión con franqueza. "¿Pero es que no saben que Ucrania ni siquiera es un país real?". "La cuestión de la identidad ucraniana es central para el propio mito fundacional de Rusia y para su política actual", escribe Trofimov.
El motor de la invasión no es tanto la ampliación de Rusia sino la desaparición o amputación de Ucrania hasta dejarla irreconocible. Zelenski, que era impopular poco antes de la invasión, encarna hoy la manía ucraniana de resistir, y ese es el vínculo que lo conecta con el electorado. Llegó al poder con un programa político bastante limitado basado en una idea bastante vaga de regeneración, es hoy una "presencia churchilliana", según la definición del periodista británico Nick Paton Walsh, alguien que "ha obligado a Europa a adoptar una postura moral" contra un líder del Kremlin que había intentado dividirla y sobornarla durante años. Zelenski movió a la UE a actuar por idealismo, mientras que Putin encarna lo contrario, un pragmatismo cruel que entiende los intereses ajenos pero odia que se promuevan valores distintos de los que hay en casa.
El comediante jubila a las 'marionetas'
Ahora Putin quiere convencer a Trump de que es necesario organizar cuanto antes "unas elecciones presidenciales democráticas que den como resultado la llegada al poder de un gobierno competente que cuente con la confianza del pueblo, y luego iniciar negociaciones con estas autoridades para un acuerdo de paz". Zelenski ganaría hoy esas elecciones. Pero será siempre una presencia molesta, porque su irrupción en política supuso el fin del viejo mapa electoral ucraniano dividido en dos colores: nacionalistas en el oeste, prorrusos en el este.
El éxito electoral del ex cómico está cimentado en buena medida en el sector oriental de Ucrania, el feudo de los sucesivos partidos proKremlin que gobernaron el país. Moscú toleraba a duras penas que los suyos entrasen y saliesen del poder, pero en las elecciones que ganó Zelenski los socios ucranianos de Moscú no fueron ni los ganadores ni los derrotados, ni gobierno ni oposición, sino parte del paisaje. Por eso el líder ucraniano, menospreciado al principio por ser un comediante sin bagaje político, encarna algo que odia el nacionalismo ruso: el funcionamiento de Ucrania como un país normal, donde los ciudadanos votan en función de promesas y hechos, no de acuerdo con divisiones históricas o lingüísticas.
Diversos funcionarios de Inteligencia occidentales creen que, si en 2022 todo hubiera ido según lo previsto, Viktor Medvedchuk -un político ucraniano pro Kremlin y amigo de Putin- habría sido instalado como títere para reemplazar a Zelenski. Medvedchuk tendría que haber sido el candidato ya en 2004 en lugar de Victor Yanukovich, pero los burócratas de Ucrania lo definieron como "invotable", según el historiador ruso Mijail Zygar. Es tan impopular, que ni el cabildeo, ni el soborno, ni el pucherazo hubiesen podido hacer volar su candidatura.
Putin jamás ha tenido suerte en las elecciones en Ucrania. Siempre ha ganado el candidato que más detestaba. Y encima la única vez que ganó su hombre -Yanukovich en 2010- lo hizo a lomos de un programa europeísta adverso, del que después le obligó a desdecirse, provocando así las revueltas de Maidan en 2014. El año anterior a la guerra, Zelenski comenzó a cerrar medios de comunicación proKremlin en Ucrania y tras el inicio de la invasión puso bajo arresto domiciliario a Medvedchuk por colaborar con Putin. Pero lo más doloroso es que ya había conquistado a sus votantes prorrusos.
Cuando un país considerado menor como Ucrania pretende arrogarse la misma dignidad que uno grande, desde la perspectiva de Putin (y la de Trump) es que está incurriendo en un abuso. La obstinación europea de Zelenski es una intoxicación que Moscú considera incurable. El Kremlin prefiere manejar a líderes temidos -nunca queridos- que necesiten de su ayuda para seguir gobernando mediante la coerción por ser impopulares (como hace Alexander Lukashenko en Bielorrusia) o por ser ineficaces (como el subvencionado Ramzam Kadirov en Chechenia).
Zelenski, sin contactos previos en la política, llegó al poder gracias a su popularidad. Putin supo desde el principio que no podría convertirlo en un burócrata obediente, pero pensó que el recién llegado podría huir presa del pánico como hizo el propio Yanukovich o el anterior líder de Afganistán, Ashraf Ghani. "Para Putin, Zelenski simboliza el fracaso de su blitzkrieg en 2022. No tuvo miedo ante Putin, no huyó y se mantuvo firme, es suficiente como para que Putin lo odie", añade Skorkin. Esos tanques que marcharon hacia Kiev son chatarra. Ahora la receta rusa es que la presión de EEUU saque a ese "payaso sin experiencia" del poder.