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Siria, el ocaso de la 'media luna chií': "Si os quedáis, os mataremos"

Los enfrentamientos en la frontera entre Líbano y Siria y las decenas de miles de musulmanes chiíes que han terminado refugiados en el valle de la Bekaa confirman el significativo varapalo geopolítico que han sufrido los grupos aliados de Irán tras la caída del régimen de Bashar Asad

Un hombre en la entrada de uno de los cementerios del distrito de Sayida Zaynab, de mayoría chií.
Un hombre en la entrada de uno de los cementerios del distrito de Sayida Zaynab, de mayoría chií.Albert Lores
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Mahdi Nidal Fawaz murió el 15 de agosto de 2013. En pleno clímax de la guerra civil siria. Su tumba está adornada con citas del Corán y los retratos de los ayatolás iraníes Jomeini y Jamenei, y el ex jefe de la agrupación libanesa Hizbulá, Hasan Nasrala, bajo la que luchó. Mahdi tenía sólo 19 años. Hussein Reda ni siquiera había superado la adolescencia. Nació el primer día de 2002 y murió en agosto de 2017. Un chiquillo que aparece en la foto pintada sobre su sepultura con una ametralladora que casi era más grande que él.

Hay hasta familias enteras que perecieron combatiendo bajo la misma bandera. Como la de Abdul Rasoul Bashir, que falleció en 2012 y está enterrado en este mismo lugar junto a tres de sus hijos.

Los sepulcros de paramilitares que pelearon bajo las órdenes de Hizbulá y otros grupos chiíes afines a Irán son legión en el camposanto de Sayidah Zainab.

"Este cementerio es de 2011. Cuando se llenó, establecieron otro en 2014. En este hay 4.000 mártires [referencia a los milicianos que cayeron combatiendo]", explica uno de los guardianes del recinto.

Para saber más

La pareja de sirios, como la gran mayoría de los residentes de esta localidad sita a una decena de kilómetros del sur de Damasco, son musulmanes chiíes y no quieren identificarse. Aseguran que las nuevas autoridades del país han sido "muy respetuosas" -en el camposanto tan sólo se aprecian algunos carteles rotos- pero reconocen que tienen "miedo".

Ahora, su principal preocupación es que el famoso santuario de Sayidah Zainab, donde se supone que está enterrada la hija del primer líder de los chííes, no les ha pagado desde finales del año pasado, cuando la institución todavía estaba bajo la égida de Teherán.

La existencia de los dos sirios ha sufrido un giro tan drástico como la de Abdel Hakim Abed, de 45 años, que hasta hace poco menos de cuatro meses combatía contra las facciones proiraníes en las filas de Hayat Tahrir al Sham (HTS). Hoy en día es el encargado de proteger el mausoleo de Sayidah Zainab y los cementerios de los paramilitares aliados de Bashar Asad, con los que tuvo que pelear durante la revuelta contra el dictador.

"Tenemos órdenes de respetar y proteger a todos los sirios. Los que han entregado las armas no tendrán ningún problema", afirma.

Sayidah Zainab, un enclave donde residían cientos de miles de personas, fue durante toda la guerra civil siria un símbolo de la enorme influencia que llegó a tener Irán en Siria. Su destino refleja el cambio tectónico que ha promovido la caída del dictador sirio.

La alianza entre Damasco y Teherán se remonta a la década de los 80, cuando el padre de Bashar, Hafez Asad, decidió apoyar a Irán en su pugna bélica con Irak, dado que el autócrata sirio mantenía una enconada rivalidad con el hombre fuerte de este último país, Sadam Hussein.

Mujeres y niños hacen cola para comprar el pan en Sayida Zaynab.
Mujeres y niños hacen cola para comprar el pan en Sayida Zaynab.A. LORES

El pacto se formalizó en 1982, cuando uno de los principales asesores de Asad, el ministro de Exteriores, Abd al-Halim Khaddam, viajó a la capital iraní para firmar un acuerdo estratégico de colaboración económica y militar.

El concordato entre ambas naciones se convirtió en uno de los ejes políticos más sólidos de Oriente Próximo y se expandió con el inicio de la sublevación popular en Siria, cuando Irán decidió movilizar a Hizbulá y otros grupos paramilitares afines para sostener a la dictadura. La intervención de las milicias chiíes fue decisiva para impedir la caída de Bashar Asad y cimentar lo que se denominó media luna chií, que conectaba a Irán con Líbano precisamente a través del territorio sirio.

La victoria final de los rebeldes sirios en diciembre pasado supuso una ingente debacle geopolítica para Irán y por extensión para el propio Hizbulá.

Según Nicole Grajewski, experta en Irán del think tank Carnegie, Teherán invirtió entre 30.000 y 50.000 millones de dólares para sostener a Bashar Asad en los últimos 13 años, una cifra descomunal que permite entender la magnitud de la catástrofe que ha sufrido el régimen de los ayatolás.

"El colapso del régimen de Asad desmanteló más de una década de inversión iraní en Siria y la compleja red de influencia tejida por Qassem Soleimani", quien fue el gran estratega de Teherán en Oriente Próximo hasta su asesinato a manos de EEUU en 2020.

"No podemos estar orgullosos de haber perdido Siria. Hemos recibido un golpe muy fuerte. Ha sido muy difícil", admitió en diciembre uno de los jefes militares iraníes, el general Behrouz Esbati, que escapó de Damasco la noche previa a la entrada de los opositores en la capital.

El varapalo estratégico para Irán no ha modificado su política respecto a la nación árabe y el propio líder de ese país, el gran ayatolá Ali Jamenei, incitó a la rebelión a la población siria el pasado mes de diciembre cuando les dijo que debían "oponerse firmemente" a las nuevas autoridades.

Los medios sirios no cesan de implicar a Teherán y a Hizbulá en los recientes sucesos acaecidos en las regiones donde habita la minoría alauí, que fueron testigos de una sublevación inicial de milicias afines al derrocado Bashar Asad y después de la masacre de cientos de civiles de esa confesión por parte de los uniformados afectos a Damasco. "Teherán busca profundizar el conflicto sectario para garantizar la continuidad de su influencia en el país", publicó esta semana la página web de la televisión Siria en un análisis sobre las relaciones con Irán.

Un hombre entre las lápidas del cementerio de Sayida Zaynab.
Un hombre entre las lápidas del cementerio de Sayida Zaynab.A. Lores

En el texto se incidía en que los medios de propaganda del régimen iraní otorgan una especial cobertura a los grupos armados alauíes -dirigidos por ex oficiales de ejército de Asad conocidos por su implicación en una miriada de crímenes de guerra-, a los que califican como "resistencia popular".

La participación de Hizbulá en la contienda civil siria ha derivado en una escalada de tensión entre Líbano y las fuerzas leales a la nueva administración de Damasco, que ya ha desembocado en varios choques armados en la linde fronteriza del valle de la Bekaa.

El último domingo, esa región asistió a otro rebrote de violencia tras un cruce de acusaciones mutuas en las que Damasco dijo que Hizbulá había "secuestrado" y asesinado a tres de sus uniformados, y los medios libaneses acusaron por su parte a los sirios de ser ellos los que habían ejecutado a una pareja de libaneses. La disputa escaló hasta degenerar en violentos encontronazos durante horas, en los que se usó artillería, misiles y hasta aviones, estos últimos del lado sirio. El balance final de víctimas mortales excedió la docena en ambos lados.

El pasado mes de febrero, varias zonas del distrito sirio de Homs sitas cerca de la frontera registraron también combates con tanques y artillería, en los que se vieron involucrados clanes aliados del movimiento que lidera Naim Qassem y el propio ejército libanés.

Los enfrentamientos recurrentes se libran en las inmediaciones de la localidad siria de Quseir, toda una ironía, ya que la batalla que se libró por el control de esa estratégica población en 2013 fue la primera intervención pública y masiva de Hizbulá del lado del ejército sirio.

Aquella contienda, que acabó con la victoria del movimiento libanés y el desplazamiento de muchos de los habitantes suníes del entorno, cimentó el control del grupo que dirigía entonces Hasan Nasrala, que utilizaba esa zona como una de sus rutas principales de abastecimiento logístico.

Las mutaciones políticas no sólo se entienden en términos de geoestrategia. También suelen tener un coste humano. La mayoría de las decenas de familias que pululan estos días por el mausoleo de Sayidah Khawla en la ciudad libanesa de Baalbek solían frecuentar años atrás el panteón de Sayidah Zainab. Muchos pelearon en las Fuerzas Nacionales de Defensa, una milicia leal a Asad, creada y entrenada por Irán y Hizbulá.

Ahmed Mustafa Hamada, de 59 años, fue uno de ellos. El sirio exhibe una chapa en la pechera con el retrato de Hasan Nasrala. "Estábamos allí para proteger el santuario", aduce.

La oficina de Hassan Zaida, el responsable de Sayidah Khawla, es un constante trasiego de los sirios que no cesan de recalar en Baalbek desde diciembre pasado. "Hemos recibido a más de 10.000 personas. Hemos tenido que habilitar cuatro colegios para acoger a todas estas familias y el sótano del mausoleo. Vienen de Sayidah Zainab, pero también de cuatro aldeas chiíes de la provincia de Alepo y de los pueblos fronterizos con Líbano, en el área de Homs", explica Zaida, que no cesa de firmar documentos para facilitar asistencia a los refugiados.

Los sirios huidos de Sayidah Zainab denuncian los mismos desmanes que en el pasado se le achacaron al régimen por el que combatían. Es el terrible y despiadado ojo por ojo.

Zahra (no quiere dar su apellido) llegó hace más de un mes a la ciudad libanesa junto a sus nueve hijos. Recuerda perfectamente el 9 de diciembre. Esa mañana, los primeros en desplegarse por el enclave chií no fueron las huestes del HTS del actual presidente, Ahmed Shaara, sino los palestinos del campo de refugiados instalados en el mismo lugar desde hace décadas. A ellos se le atribuyen los principales excesos.

"Golpeaban a los chiíes. Pegaron a tres de mis hijos delante de mí. A uno le dispararon y le dieron en la pierna. Una semana más tarde, nos echaron de la casa donde vivíamos. Apareció un grupo de 15 personas con armas, nos dieron otra paliza y nos dijeron: tienes dos días para irte. Si os quedáis, lo próximo no será una paliza. Os mataremos", asevera.

Baaker Hamadi, de 29 años, asegura que fue secuestrado. "Entraron en casa y nos robaron 700.000 libras sirias [unos 50 euros] y un anillo de oro. Me agarraron y me llevaron a su base. Allí me metieron en un agujero junto a otro chií. Exigieron dinero a mi familia para liberarme. Llamaron a mi mujer y le dijeron: o pagas o lo ejecutamos. Como somos pobres y no tenemos nada, aceptaron dejarme marchar a cambio de llevarse todos los muebles de la casa. Sólo estuve tres días prisionero, pero se pasaban toda la jornada torturándome con electricidad y golpes", cuenta.

"Nosotros luchábamos junto a la resistencia", argumenta Mohamed Javad, de 39 años, aludiendo al tono épico que suelen otorgar los partidarios de Teherán a su lucha armada. Durante décadas, personajes como Javad fueron héroes para un amplio sector de la población de Oriente Próximo, la que comulga con el ideario de Teherán. Para otros muchos millones sólo eran milicianos responsables de incontables brutalidades.

Hoy son simples fugitivos de esos virajes con los que suele sorprender la Historia.