El democristiano Simon Harris se las prometía muy felices cuando convocó repentinamente elecciones anticipadas en Irlanda para el 29 de noviembre. A sus 38 años, el primer ministro 'TikTok' viajaba con clara ventaja en las encuestas, propulsado por la buena marcha de la economía y por el aire de renovación que aún conservaba seis meses después de relevar a Leo Varadkar como líder de Fine Gael.
Una serie de tropiezos durante la campaña han propiciado sin embargo un "pinchazo" que deja la carrera totalmente abierta en una de las últimas citas del año electoral. Harris es tercero en el último sondeo de The Irish Times con el 19% de intención de voto, frente al favorito Micheal Martin del centrista Fianna Fáil (21%) y la "remontada" de Mary Lou McDonald con Sinn Féin (20%), después de haber tocado fondo por los recientes escándalos sexuales que han horadado la reputación del partido republicano.
Los analistas predicen un "empate virtual" entre las tres fuerzas mayoritarias, cuatro años después de que Sinn Féin -el antiguo brazo político del IRA- hiciera historia como el partido más votado en la República de Irlanda. Todo apunta sin embargo a una nueva coalición de las dos fuerzas casi indistintas que han dominado durante un siglo la política irlandesas, habida cuenta la necesidad de llegar a 88 de los 174 escaños para formar gobierno.
Lo más probable es un resultado más o menos similar al del 2020, con Fine Gael y Fianna Fáil rotándose como hasta ahora en las labores de Gobierno, y apoyándose en todo caso en una fuerza menor como el Partido Verde. La única incógnita de si Sinn Féin volverá a ganar el voto popular o si tendrá que replegarse después de haber tocado "techo" con el 30% de las preferencias hace apenas dos años, cuando ambicionaba el doblete Dublín-Belfast y prometía un referéndum de "reunificación", una cuestión que no figura hoy por hoy en la lista de prioridades de los irlandeses.
La inmigración se ha convertido en el tema estrella de la campaña, con la presión creada por la llegada de 68.000 refugiados de Ucrania en dos años, y el flujo proveniente del Reino Unido a través de la frontera "invisible" con Irlanda del Norte. El problema, junto a la crisis de la vivienda, se ha traducido en la aparición de campamentos con tiendas de campaña en las ciudades y manifestaciones violentas que han acabado en batallas campales e incendios provocados en edificios que alojan a los solicitantes de asilo.
A diferencia de la mayoría de los países europeos, la extrema derecha se sigue moviendo en los márgenes y ningún partido en Irlanda ha sabido capitalizar el malestar social pese a varios intentos (The National Party, Ireland First, Irish Freedom Party). La inmigración ha sido sin embargo el talón de Aquiles de Sinn Féin, con sus credenciales socialistas.
Las divisiones internas y los dos escándalos sexuales con menores (protagonizados por el ex sanador Niall O Donnghaile y por el oficial prensa Michael McMonagle) hicieron mella en el apoyo popular al partido republicano en plena cuenta atrás para las elecciones. Mary Lou McDonald, que en 2018 relevó al líder histórico de Sinn Féin Gerry Adams, salió muy tocada de los escándalos aunque ha logrado recomponer su imagen en los debates televisados, el último de ellos celebrado el martes.
McDonald instó a los irlandeses a apostar por un cambio real y "acabar con un siglo marcado por Tweedledee y Tweedledum" (en referencia a Fine Gael y Fianna Fáil, los dos partidos de centro-derecha indistinguibles casi hasta en el nombre). El 'taoiseach' Simon Harris replicó pidiendo a la líder de la oposición que cambiara de disco: "Ya está bien de repetir lo de que lleva diciendo desde hace cinco años. ¿Es que no tiene nada más original que decir?".
Harris ha arrastrado hasta la línea de meta sus gazapos durante la campaña, y en especial su encontronazo con una trabajadora de cuidados sociales en un vídeo que se volvió viral y por el que tuvo que pedir públicamente perdón. El primer ministro se disculpó también por el revuelo causado por la intervención en un acto de Fine Gael del CEO de Ryanair Michael O'Leary, arremetiendo contra el papel de los profesores en la sociedad irlandesa.
Quien más beneficiado ha salido de los tropiezos y escándalos ajenos ha sido Micheal Martin, el veterano líder de Fianna Fáil. En el último debate saltó a la vista su pacto de "no agresión" con Simon Harris, con la esperanza poder seguir alternándose en el poder como hasta ahora.
Los 3,5 millones de votantes irlandeses acuden en cualquier caso a las urnas con una sensación de hastío hacia la clase política que quedó en evidencia en marzo de este año, con la doble derrota en el referéndum de reforma constitucional que propició una crisis política y forzó la dimisión de Leo Varadkar. La llegada de Simon Harris, el primer ministro más joven en la historia de la República de Irlanda, fue acogida inicialmente como una señal de renovación, aunque esa sensación ha remitido al cano de seis meses.