ESPAÑA
Política

El colapso de la 'era Sánchez': la profecía caducada de Iglesias y ¿quién puede impedir un gobierno de Feijóo con Alvise?

El 9-J dejó por primera vez una mayoría absoluta de la derecha, esa que "nunca", "en muchos años", sumará, decía Iglesias

La moción de censura de Sánchez, del 1 de junio de 2018, tuvo en Iglesias el mejor tejedor y contribuidor.
La moción de censura de Sánchez, del 1 de junio de 2018, tuvo en Iglesias el mejor tejedor y contribuidor.BERNARDO DÍAZ
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El pasado lunes, en la resaca de las elecciones europeas, Canal Red (en adelante, Pablo Iglesias) lanzaba desde su editorial: «No es del todo descartable que, en el caso de una repetición de las elecciones generales, los socialistas ofrezcan a Yolanda Díaz acudir a las mismas en coalición». Esa hipótesis incluso engordó en las horas posteriores, por contagio del pacto firmado por la izquierda en Francia contra la ultraderecha de Marine Le Pen. Se trata de una alternativa hoy imposible en España, donde la izquierda se dividió hace un siglo, con la excepción notable del Frente Popular del 36 -último envite en defensa de la República- y otra testimonial, pero aleccionadora, las elecciones de 2000: Joaquín Almunia (PSOE) y Francisco Frutos (IU) pactaron un programa mínimo y algunas candidaturas al Senado; José María Aznar logró para la derecha su primera mayoría absoluta desde la Transición.

Iglesias, aireando esa posibilidad ahora, no solo pretendía subrayar la pureza de un Podemos que no aceptaría el abrazo de Pedro Sánchez, sino que hacía también una reivindicación íntima: aquel Almunia & Frutos provocó la ruptura del jovencísimo Iglesias con la estirpe partidista en la que creció (PCE-IU).

Pero su cita es relevante hoy sólo como síntoma de la desesperación en la izquierda, tan desbocada que hizo verosímil a principios de semana -sobre todo para la derecha- un Frente Popular, con Sánchez/contra PP-Vox-Alvise. No hay mejor reflejo de la sentencia que dejan las europeas: el colapso de la era Sánchez.

Porque hay que seguir citando a Iglesias. «La derecha del berrinche y la cacerolada no gobernará en España porque nunca sumará mayoría en el Congreso», aventuró el 6 de junio de 2020 ante el Consejo Ciudadano de Podemos. No fue un desliz, insistiría: «Se dedican a la crispación porque son conscientes de que no van a sumar y no van a volver a gobernar en muchos años». La tesis partía de la matemática: el total de PSOE y Unidas Podemos, con aliados plurinacionales aquí y allá, haría que «nunca», «en muchos años», la derecha sumara suficiente. Pues sigamos con números: si se repitiesen en unas generales los resultados de las europeas del domingo, PP, Vox y Alvise llegarían a 179 diputados (152+22+5). Mayoría absoluta. Incluso si Podemos, startup familiar, y Sumar, con cartel de se traspasa, se reconcilian y persiste la división en la derecha, Feijóo-Abascal-Alvise acapararían 177 escaños (151+22+4). Mayoría absoluta. La profecía de Iglesias está virtualmente caducada.

De sus 71 diputados, Yolanda Díaz salvó 31 el pasado 23-J.
De sus 71 diputados, Yolanda Díaz salvó 31 el pasado 23-J.JAVI MARTÍNEZ

El 9-J fue un acelerón en el ocaso de aquel bloque de la moción de censura que aupó a Sánchez. Seis años después, sólo Otegi, blanqueado, segundo en las elecciones vascas y primero en Euskadi en las europeas, envejeció lozano, pues hasta a Sánchez se le agota el plan. No tanto por él. El PSOE de los 84 diputados de 2018 tendría 131 con los resultados del pasado domingo. Pero aquel Podemos de los 71 diputados lograría ahora 6 (4 de Sumar y 2 de Podemos; 13 si hubiesen unido sus votos). El PNV, la bisagra que cambió el giro en 2018, viene de perder en Euskadi el 9-J, tras salvar al sprint el liderazgo en las vascas. Y los partidos catalanes han encallado en la parálisis: Junts primero y ERC después perdieron el rango de ganadores en casa y ya ni valen una mayoría en el Parlament con la CUP.

La decrepitud de esa mayoría plurinacional es el resultado de un proceso degenerativo, que tuvo una primera fase de podredumbre interna (incesante en Podemos y alrededores, con purga en Junts, abierta en ERC y ocultada en el PNV); una segunda escala de incompatibilidad entre socios convertidos en imprescindibles para Sánchez (PNV vs. Bildu; Junts vs. ERC) y un tercer flash, fúnebre, en el que Sánchez ha buscado absorber a sus aliados para su propia supervivencia ante Feijóo.

En las catalanas, Sánchez-Illa plantearon un plebiscito contra Carles Puigdemont que acentuó la quiebra de ERC y condenó la estrategia colaboracionista con el PSOE impuesta por Oriol Junqueras. Ese 12-M, Ada Colau se quedó tiritando, y lo peor llegaría un mes después, en el 9-J: para los comunes, única formación afín a Díaz superada por Podemos en una autonomía, y para Sumar, desbordado en el discurso (de Palestina a los jueces) y ocultado (ni un ministro suyo en las ruedas de prensa de Moncloa). Sánchez necesitaba presumir ante Feijóo en Cataluña y empatar en Europa para reanimarse. Jugó a fagocitar a ERC y Sumar. Hoy, esos socios tiernos, desmembrados, no se pueden ya prestar mansamente a los propósitos del presidente.

ERC, al alza en 2018, llegó a hacer 'president' a Aragonès. Hace un mes perdió 13 de sus 33 escaños; dimitió.
ERC, al alza en 2018, llegó a hacer 'president' a Aragonès. Hace un mes perdió 13 de sus 33 escaños; dimitió.ARABA PRESS

La deriva hacia el cambio en Moncloa parece irrefrenable, incluso en espera de manjares económicos. Necesitaría Sánchez el resurgir a su izquierda, hoy un arma menos efectiva que el miedo fundamentado a Alvise-Vox. Ese temor, con alta movilización de parte, frenó a la derecha el pasado verano e imposibilitó, antes que nada, matemáticamente, la alternancia. Pero ¿es reeditable?, ¿quién puede impedir hoy que Feijóo sea presidente con Abascal y Alvise? Si suman, gobernarán.

El tiempo diluye miedos y, sobre todo, vergüenzas. Patricia Bullrich, la derecha presentable para impedir el viraje súbito de Argentina hacia otro populismo, es ministra de Javier Milei. Antonio Tajani, aquel conservador italiano moderado, pero intenso contra el 1-O, es ministro de Exteriores de Giorgia Meloni, estelar ella en un G-7 donde impuso eliminar de la declaración conjunta el «acceso al aborto seguro y legal». Y los seis varones que la escoltaban, líderes mundiales máximos, le rieron todas sus gracias.

En Madrid será la tumba, Elizabeth Duval, escritora y miembro del cuarteto que liquidará Sumar, Santiago, el protagonista ultraderechista, presume de «imperio semántico»: «Mi voz está en todas las voces y todo el mundo habla mi lengua». Eso, que en un tiempo se llamó superestructura, es el verdadero puñal.