Donald Trump está invirtiendo mucho más tiempo en desdecirse a sí mismo que lo que tardó en descomponer el tablero de juego de los mercados con su guerra arancelaria y declaraciones subidas de tono contra media mundo, incluido el propio presidente de la Reserva Federal americana, Jerome Powell. Pero una vez más los mercados le pusieron en su sitio.
La venta masiva de deuda, primero, y la huida del dólar, después, ha llevado a la Casa Blanca a un discurso mucho más conciliador. No hay que olvidar que el dólar ha llegado a perder más de un 10% en su cambio frente refugios como el franco suizo o el yen japonés, como también ha perdido terreno en su cruce con el euro, llevando a la divisa estadounidense a mínimos de tres años, en niveles de 1,15. Y esto es difícil de encajar para una Administración que dice estar del lado de los mercados.
Después de que Trump arremetiera contra Powell, pidiendo su despido la semana pasada e instando a que el banco central bajara los tipos de interés para evitar la ralentización de la economía, el mandatario declaró el martes por la noche que no tiene intención de destituir al presidente de la Fed, cuyo mandato finaliza en mayo de 2026. Declaraciones que han sido recogidas por Wall Street con abultadas ganancias, superiores al 3%. Las compras las secunda también Europa, que ve cómo se aleja la posibilidad de una guerra comercial a gran escala, y todo ello lleva a las principales bolsas a posicionarse a un paso de dar por concluida la crisis de tres semanas que desató Donald Trump con el famoso tablón arancelario. El Ibex 35 está a un 1% de borrar todas las pérdidas, el Dax a un 2% y la bolsa americana a algo más del 3% de conseguirlo tras la sesión de este miércoles.
El índice tecnológico Nasdaq ha llegado a subir más del 4% en la sesión. Hay que tener en cuenta que ha sido el índice más castigado en las últimas semanas, con fortísimos desplomes de las magníficas 7 de la tecnología americana, como Apple, Alphabet, Amazon o Nvidia, entre otros, sin dejar de mencionar a Tesla, que acaba de presentar unos resultados preocupantes, con un beneficio que se desplomó un 71% en el primer trimestre del año, y ventas a la baja. Esto ha motivado que Elon Musk, fundador de la compañía de coches eléctricos, haya reconocido públicamente su intención de dedicarse más a la empresa, dejando de lado el rol protagonista que está desempeñando como asesor de la Casa Blanca. Las acciones de la compañía suben cerca del 8% esta sesión.
Por otro lado, la Comisión Europea multó este miércoles a Apple con 500 millones de euros por prácticas monopolísticas en su tienda de aplicaciones móviles y a Meta, con 200 millones de euros, por su antigua obligación a los usuarios a pagar una suscripción para evitar publicidad personalizada. A pesar de ello, Apple y Meta subían en la bolsa a la hora de la apertura y llegaban a ganar más de un 3% y en torno a un 6%, respectivamente.
Las compras de los inversores se extienden al S&P 500, cuyas ganancias superan el 3% a media sesión en Wall Street.
Una tregua arancelaria
Pero Trump no solo ha dejado de amenazar con su despido al presidente de la Reserva Federal, también parece estar en negociaciones con China para alcanzar un acuerdo arancelario, lejos del 145% prometido por Donald Trump, y que China, siguiendo la escalada, incrementó hasta el 125%. Ahora, el presidente de EEUU ha reconocido públicamente que esas tarifas "se reducirán sustancialmente". Desde Pekín, un portavoz respondió que la puerta para las negociaciones comerciales estaba "abierta de par en par".
La creciente confrontación entre las superpotencias lleva todo el mes de abril sacudiendo los mercados financieros. Desde la mirilla nacionalista de China, esta secuela de la guerra comercial entre los dos titanes del tablero geopolítico se ve de la siguiente manera: Trump primero aprieta y después, al ver que su rival se mantiene firme y juega con muchas más cartas, va retrocediendo poco a poco.
El estadounidense, después de estrenar su segundo mandato con unas primeras sacudidas del 20% de aranceles a los productos importados chinos, metió una marcha más y los aumentó al 34% y luego al 84%. Pekín contratacó respondiendo recíprocamente. Trump se calentó y subió al 145% de aranceles al gigante asiático, donde respondieron con un aumento del 125% mientras que los voceros del gobernante Partido Comunista pregonaban todo el rato una frase que fueron convirtiendo en mantra: "Lucharemos hasta el final".
China también ha estado sacando a pasear otras armas, empezando por poner en su lista negra de control de exportaciones a una docena de empresas estadounidenses, entre ellas importantes firmas de defensa, y restringir las exportaciones de más minerales críticos, claves para que las compañías estadounidenses fabriquen chips, entre otros muchos productos tecnológicos. A esto sumaron un contrataque directo al corazón de Hollywood cuando las autoridades chinas anunciaron que reduciría el número de películas estadounidenses que se proyectan en el segundo mercado cinematográfico más grande del mundo.
En Pekín recuerdan que Trump, tras soltar que había muchos países que le estaban "besando el culo", en referencia a los aliados que lo llamaban para negociar los aranceles, reiteraba que estaba listo para llegar a un acuerdo con China, pero que debía ser el líder chino, Xi Jinping, quien debía llamarlo primero para ambos países arrancaran las primeras conversaciones. En cambio, Xi no descolgó el teléfono.
Pekín aguantaba y Trump acabó reculando y eximiendo a algunos dispositivos electrónicos fabricados en China (teléfonos inteligentes, ordenadores, discos duros, chips de memoria y equipos de fabricación de semiconductores) de sus llamados "aranceles recíprocos". Mientras, en China golpeaban de nuevo, esta vez apuntando a la industria aeroespacial, ordenando a sus aerolíneas que no aceptaran más entregas de Boeing y que detuvieran las compras a empresas estadounidenses de equipos y piezas de aviones. Unos días más tarde, después de que China devolviera los dos primeros aviones de Boeing que ya estaban en su territorio, EEUU amplió la disputa comercial con aranceles que apuntaron a las importaciones de paneles solares que fabricantes chinos produces en países del Sudeste Asiático.
"A pesar del shock que los aranceles del presidente estadounidense Donald Trump han tenido en la economía global, en Pekín vemos la guerra comercial como un poderoso catalizador que podría acelerar el avance tecnológico de China y la integración con el mercado interno. A largo plazo, esto podría resultar algo bueno para nosotros", manifestaba hace unos días un funcionario del Ministerio de Comercio del gigante asiático.
El lunes de Pascua, después de varias informaciones sobre que la Administración Trump estaba tratando de presionar a más de 70 socios comerciales para que limitaran sus lazos comerciales con China a cambio de un respiro arancelario, en Pekín advirtieron que tomarán represalias contra cualquier país que se preste al juego de Trump y vaya en contra de los intereses chinos. Un día después, el secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, aseguró que los altos aranceles eran insostenibles y que espera una desescalada en la guerra comercial.