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He aquí que, con el séptimo "maillot" de su trashumante existencia, reaparece en la sedentaria nuestra Mikel Landa. Reaparece, entiéndase, encendiendo de nuevo algunas velas de pábilo a media asta en el desconchado altar del landismo sociológico y exportable.
Ahora en el T-Rex Quick Step (Soudal), no ha durado Landa mucho en ninguna parte. Pero nunca le ha faltado un buen trabajo en una buena casa. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Mikel es, aparte de un nómada, un funámbulo, un equilibrista. En 15 años de profesión, ha decepcionado a todos sin terminar de desilusionarlos. Ha roto expectativas sin llegar a matarlas y desmentido alabanzas sin alcanzar a destruirlas. Si ha apagado hogueras y focos, ha mantenido brasas y faroles. Si ha enfriado entusiasmos, ha recalentado pasiones. No hay nadie igual.
Superviviente de su propia leyenda inacabada, permanece en estado letárgico y casi vegetativo. De vez en cuando cobra vida insinuando victorias que no pasan de amagos. Pero lo suficientemente esperanzadores como para reavivar el cataléptico ánimo de admiradores irreductibles y defensores indesmayables, que siguen esperando el advenimiento, siquiera tardío, del ídolo intemporal.
Landa, ambiguo, ni concede ni niega. Ni inspira optimismo ni invita al desánimo. Pero, diferente y original, imprevisible, casi enigmático, resulta que este año ha sido quinto en el Tour. Y eso que corría al servicio de Remco Evenepoel, lo que ha abierto unas expectativas para la Vuelta perfectamente acordes con la distópica imagen que han forjado de él los acólitos de su iglesia. Una divertida cuadrilla, una festiva tribu de expertos reconocidos e ilusos irreconocibles que tienen tantos motivos para creer en el Landa actual como para desentenderse del Landa de hace una década.
Como virtud y como vicio, como acto de fe y como pensamiento empírico, sólo hay un landismo que limita al norte con el entusiasmo y al sur con la desconfianza. Pero, dos en uno, coexisten un Mikel y un Landa. El primero defrauda al segundo, el segundo confía en el primero. Y viceversa. Ambos tienen razón y, a la vez, están equivocados. Eso es Landa en versión original sin subtítulos. Fondista por encima de todo, Mikel ha corrido siete Tours, siete Giros y siete Vueltas. Ésta será la octava, que afronta con nuestro respeto hacia su figura y nuestras dudas con respecto a su rendimiento.
Pero, en las últimas tres temporadas, acabó tercero en el Giro de 2022, quinto en la Vuelta de 2023 y, ya se ha recordado, también quinto en el último Tour. Tales resultados equivalen en su caso poco menos que a una racha triunfal. Así que, camino de los 35 "tacos", en cuerpo perecedero y alma inmortal, aquí lo tenemos de líder de su equipo.
Landismo en vena.