DEPORTES
Los correveidiles

Paco Grande: "Llegué a TVE hablando de rigor y me dijeron: 'Aquí lo que importa es quién gobierne'"

Su currículum impresiona tanto que no hay espacio en el texto para detallarlo, pero sabe que a veces le ha perdido su carácter. "He sido mi mayor enemigo, pero nunca he perdido la pasión y eso me ha salvado", reflexiona.

Paco Grande: "Llegué a TVE hablando de rigor y me dijeron: 'Aquí lo que importa es quién gobierne'"
SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL
Actualizado

En la España ochentera anterior a las privadas, esa en la que crecimos viéndolo todo en TVE, cada deporte se identifica con una voz que lo define casi tanto como sus estrellas. José Ángel de la Casa era el fútbol; Pedro Barthe, el baloncesto; Luis Miguel López, el balonmano; Pedro González, el ciclismo; Valentín Requena, las motos; Gregorio Parra, el atletismo, y Paco Grande... Paco Grande (Madrid, 1959), todos. Desde que entró en la pública (con alguna pausa) en 1985 ha cubierto Juegos de verano e invierno, Mundiales y Europeos de todos los deportes y categorías, el Tour, el Dakar o los saltos de Garmisch-Partenkirchen. Lo sabe y le gusta: "Soy el comentarista de urgencias de TVE. Igual que tenemos traumatólogo, otorrino y médico de urgencias, estoy yo. Cuando hace falta narrar rallies, fútbol sala femenino o ciclismo en pista, siempre hay alguien que dice: 'Llamad a Paco'", sonríe el periodista.

Aparte de su faceta de cara al público, Grande ha ocupado casi todos los puestos de responsabilidad interna, siendo editor de cada gran evento y programa de la casa. Digo "casi todos" porque, pese a que siempre pareció destinado a ello, nunca ha sido jefe de Deportes. Ahí entra su también legendario carácter, volcánico a veces y sin filtro a menudo. "Es cierto, he cometido muchos errores y los he pagado. Cuando tenía una de mis salidas de pata de banco, Mari Carmen Izquierdo me llamaba a su despacho y me decía: 'Paquirrín, a ver, eres muy bueno, niño, pero eres insoportable. Si no fueras bueno, estarías en la puta calle", recuerda quien ya prepara su tradicional huida navideña al Dakar.

¿No te apetece pasar una Navidad en casa?
No, no, ya estaba acostumbrado a pasarlas fuera porque hice durante 19 años los famosos saltos de Año Nuevo y ahora estoy deseando que llegue el Dakar. He pagado el precio, pero esto es lo que de verdad me gusta y sería autoengañarse decir otra cosa o forzarme a quedarme en Madrid cuando no es lo que quiero.
Te separaste de tu mujer.
Sí, claro, si la vives como yo, esta profesión es una matafamilias. A veces, cuando me subía al taxi camino del aeropuerto, me preguntaba: "Paco, ¿estás seguro de lo que estás haciendo? ¿De verdad que es esto lo que quieres?". Pero nunca le dije al taxista que diera la vuelta y, en cuanto aterrizaba, era feliz. Antes de que yo hiciera los saltos, los hizo Vicente Vallés. Fue un año y tuvo claro que aquello de perderse la Navidad por estar en el hielo no era para él. No volvió nunca más. Los cogí y hubo un año que decidí quedarme en casa. Pedí no ir a ver si era capaz de resistirlo y cuando estaba en casa viéndolos por la tele, aquí y estaba viendo los saltos, me moría de ganas de estar en Alemania. Así que los volví a pedir. Claro, esas cosas causan desequilibrios en una familia.
¿Te arrepientes?
En esta vida has de tener claras las prioridades. Yo en ese momento, las tenía. Lo que pasa es que te vuelves loco pensando que el periodismo es maravilloso y es un error. Aprendí por las malas que, hagas lo que hagas, debes tener un punto de retorno y ese retorno es a la normalidad, tus amigos, tu familia. Cuando pierdes el concepto de la normalidad, ahí sí que estás fastidiado y yo lo perdí muchos años. Me sentía esa cosa tan cursi de ciudadano del mundo [risas]. Era ciudadano del mundo y solitario de mi casa.
Para saber más

¿Te tomas el periodismo demasiado a pecho, de ahí tus estallidos y tus polémicas?
Sí, pero es como lo siento. Sigo queriendo al periodismo exactamente igual que cuando llegué a TVE como becario tras otra beca en la SER. Voy camino de 40 años y sigo tomándome las cosas en serio. Ahora tengo más experiencia y sé controlarme un poco más, aunque no siempre. Sé que ya me queda menos y quiero aprovecharlo. Tengo muy claro que esto es presente y lo vivo a tope. De todo lo que hice antes, sólo se acuerda mi madre.
Es curioso que digas lo de vivir en el presente cuando tu gran éxito reciente es mirar al pasado a través de 'Conexión Vintage'.
Esto lo comparo con el actor o la actriz que hace un montón de películas, pero les van a recordar toda la vida por una en concreto. El 'Vintage' es esa película para mí. Me metí en ello por una serie de errores míos. Era editor de todo en ese momento: la Champions, la Premier, el baloncesto... Dirigía todos los programas y, por mi culpa, fui destituido de todo. Como tengo muchísima confianza en mí mismo, no tenía ninguna duda de que encontraría otro camino y empecé a curiosear en el archivo de TVE porque recordaba muchas historias del deporte de las no había visto imágenes. Desde muy pequeñito he leído, he jugado a las chapas, he coleccionado cromos y tengo cabeza, pero con un archivo como este tampoco hay que ser un lumbreras para saber que contiene joyas.
Y las encontraste.
Empecé a buscar y a entrar en 'Estudio Estadio' con una sección de tres o cuatro minutos que llamaba 'El ojeador', pero tenía dudas de que estas imágenes antiguas triunfasen. Había gente aquí que me decía era pura caspa, pero yo pensaba: "Joder, luego leemos las 'Memorias en blanco y negro' de Alfredo Relaño y nos parecen maravillosas. No será tanta caspa". Mi sorpresa fue que, en cuanto empezamos a emitirlas, gustaron mucho y Ernest Riveras me propuso hacer un programa de media hora, empezó a funcionar y son ya 13 años.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
No. Lo que intento con el programa es huir de la nostalgia para atraer a los más jóvenes. Los más veteranos ya estamos convencidos, pero no le puedo vender a los jóvenes que el pasado fue mejor porque no les voy a convencer. A mí lo que me gusta del 'Vintage' es saber, conocer, descubrir y compartir. Y la nostalgia puede asomar sólo un poquito, porque si no parecemos un programa llorón.
Hubo un momento emocionante durante la pandemia, cuando paró el deporte, y las retransmisiones íntegras de eventos antiguos fueron un bálsamo para los aficionados y un éxito de audiencia.
Sí, se me pone la carne de gallina. No te puedes imaginar lo feliz que me sentí ahí porque fue la recompensa al trabajo que habíamos hecho desde 2012. De repente tenía un refrendo fabuloso y una justificación total. Y te puedo asegurar que las posibilidades de contar historias no se acaban porque el archivo es alucinantemente maravilloso e inacabable. Es algo espectacular.
¿Cuál es tu preferido de todos los que has hecho?
El de Iribar. Fuimos a Lezama y nos atendió allí. Llamé a Zubizarreta y a Andoni Goikoetxea por videollamada para que conversaran con él. Y que Iribar impresiona no es un tópico, lo descubres cuando estás con él. Además, un documentalista, José Antonio Gorriarán, me dijo que teníamos en formato cine unas imágenes de cuando Iribar pasó el tifus, las pedimos y eran una joya. Hay incluso una entrevista al Txopo en la cama del hospital mientras la gente iba a la Virgen de Begoña a rezar para que viviera, porque estuvo cerca de morir. Ese documento es impagable.
Y en el periodismo, ¿tampoco miras con nostalgia al pasado?
Aquí sí y te lo dirá cualquier gente de mi generación. Soy de los jóvenes de la buena época de la tele, como Juan Carlos Rivero. No había limitaciones, podías ir a cualquier parte del mundo y defender cualquier tema. Con todo, al ser pública, en TVE no estamos mal, el periodismo aquí es muy diferente al de fuera, con el máximo respeto a todos los compañeros. Aún hay muchas posibilidades de trabajar y viajar, pero nada que ver con lo que era hace 15 años. TVE es un sitio distinto a todo para lo bueno... y para lo malo.
Desde fuera parece un polvorín siempre a punto de estallar.
En un sitio muy complicado, donde todo cambia cada dos por tres, hay mucha política interna y externa... A base de errores y batacazos, he aprendido que TVE es una escuela de psicología, psiquiatría del comportamiento, de coaching y de absolutamente de todo. Aquí, tanto como ser buen periodista, se necesita inteligencia emocional, simpatía, paciencia y carisma. Es decir, todo menos un carácter explosivo, que es lo que tengo yo. Mil veces, cuando he tenido esas broncas y esos líos, he pensado: "Paco, ponte las pilas, sé más listo, tienes que cambiar".
¿Y cambiaste?
No, nada, soy un caso perdido [risas].
¿Por qué? ¿Qué te enfada tanto?
La gente debe pensar que me gusta pelearme, pero es mentira, lo paso realmente mal cuando tengo una bronca. Yo respeto a todo el mundo, pero cuando se me cruzan los cables pierdo un poquito las formas y, por tanto, también un poquito la razón. Cuando pasa la tormenta, me quedo mal, sé que me he equivocado otra vez, pero esto es como un partido de fútbol, que sigo jugando todas las semanas. Hay muchos futbolistas de Primera que se cabrean durante el partido y los admiramos porque tienen carácter. Luego, pitan el final, se olvida y no pasa nada. Yo funciono igual, puedo cabrearme contigo, decirte cualquier cosa y al minuto ya ni me acuerdo.
Ya, pero habría que preguntar a la otra parte.
Claro, ellos pensarán que de qué voy y seguramente tengan razón. Eso me duele después.
¿Por qué te destituyeron aquella vez que comentabas, antes de empezar con 'Conexión Vintage'?
Porque no emitimos los pitos al himno de España en la final de Copa de 2009, entre Athletic y Barça. Fue una cadena de errores que se interpretó como una manipulación, una censura para que no sonaran los silbidos al Rey, pero no fue así. Yo me encontré en ese lío por accidente porque no era yo quien iba a editar aquello, me avisaron a última hora y no hice el guión, lo hizo Julián Reyes [entonces director de Deportes y despedido por aquello]. De hecho, cuando lo vi, avisé de que con ese minutaje no llegábamos a tiempo a los himnos tras la publicidad, pero el directivo al mando me dijo que cumpliera el plan. En efecto, cuando terminó la publicidad, ya habían pasado los himnos. Luego se emitieron con su sonido real en el descanso, pero aquello ya era un desastre total.
Si no habías sido responsable, ¿por qué te castigaron?
Se montó tal escándalo que la dirección nos abrió expedientes a todos los implicados. Yo me defendí, contraté un abogado y gané gracias al testimonio de Lourdes García Campos, a quien estaré agradecido toda mi vida, que había asistido a mi conversación con el directivo y contó que yo había avisado. Lo pasé muy mal porque las sanciones por un expediente pueden ser traslado o despido. Me quisieron echar la culpa y, aunque demostré que no era así y gané, pues me destituyeron de todos mis cargos. Supongo que no querían dejar a nadie de aquella debacle.
Te abrieron otro expediente dos años después.
Este sí fue culpa mía. Me invitaron a dar una charla a estudiantes en la universidad. Era a las 09:00 y la noche anterior había estado en una presentación de esquí hasta las tres o las cuatro. Fui con sueño, los alumnos empezaron a preguntarme y yo respondí con la sinceridad de hablar para un grupo de estudiantes, no fui consciente de Twitter y las grabaciones. Me preguntaron que me parecía Sergio Sauca, que era nuestro comentarista de la Champions, y dije que me parecía malísimo y estaba puesto por una estrategia empresarial, aunque respetaba lo que decidiera la cadena. Y de Silvia Barba, que hacía el pie de campo, dije: "Tiene mucha fuerza, pero desparrama y, además, se caga en los pantalones". Fue porque le dije que hiciera una pregunta a Agüero sobre unos incidentes que tuvo con aficionados del Villarreal y no se atrevió.
Hombre, Paco, igual motivos para enfadarse tenían...
Ya, ya... Pero lo dije, está publicado y no me importa repetirlo. Ahora con Silvia me llevo muy bien, lo aclaramos y tenemos una relación sensacional. A Sauca no tengo que pedirle perdón por nada. Siendo yo el editor de la Liga de Campeones, desobedeció mi orden de aguantar para el paso de La 1 a Teledeporte, apagó los focos y se fue. Eso no se puede consentir. De ahí vino mi rebote y fui caliente a la facultad. Me abrieron expediente y, como reconocí mi responsabilidad, acabaron quitándomelo.
¿Te ha compensado el precio que has pagado?
Bueno, supongo que con otro carácter hubiera sido jefe de Deportes en algún momento, pero no puedo ser quien no soy. No voy pegando voces por los pasillos, pero sé que tengo fama de tío difícil. Ahora creo que caigo bien. Estoy ya en los últimos minutos del partido y me han cogido cariño, a la gente le gusta que siga aquí con tanta pasión y tanta ilusión, pero es evidente que fui ascendiendo de reportero a presentador de 'Estudio Estadio', de ahí a editor de todo y el siguiente paso hubiera sido director de Contenidos o jefe de Deportes. Pero en ese paso, José Ángel de la Casa y Mari Carmen Izquierdo eligieron a Juan Carlos Rivero en vez de a mí. Hicieron bien, porque Rivero sí vale para los despachos y yo hubiera durado una semana en uno. Me ahogo en un despacho.
¿Rivero ha sido tu archienemigo?
La relación con él es especial, no te lo voy a negar. Cuando se casó con su exmujer fui testigo y el que leyó una poesía de Juan Cruz en la ceremonia. Imagina el grado de amistad que teníamos. Él pasaba temporadas en mi casa, salíamos por la noche juntos... Luego las circunstancias profesionales nos han separado. Él tiene un criterio, yo tengo otro y hemos tenido muchas diferencias, pero pese a que la mejor relación que podemos tener es no tenerla, creo que nunca nos hemos perdido el respeto profesional. Eso me gusta.
¿Te ha sorprendido que haya recuperado la selección española y 'Estudio Estadio' tras la llegada de Rosana Romero a la dirección de Deportes?
No. En TVE nunca te sorprendes, es como la rueda del hámster: si esperas un tiempo, siempre vuelves al punto de partida. Y, a diferencia de mí, Juan Carlos en eso es el rey, es un líder de la resiliencia, aguanta lo que le echen y siempre acaba ganando porque, además,en lo profesional siempre responde. En lo personal ya es otra cosa. Cuando él me ha necesitado, he estado. Cuando yo le he necesitado a él, no. Pero lo he asumido y ya está. Me da igual.
Compartís redacción, ¿os habláis?
Si nos cruzamos, un hola y ya está.
Grande posa en el plató de Deportes de Torrespaña.
Grande posa en el plató de Deportes de Torrespaña.SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL

TVE no acaba de encontrar la tertulia deportiva que le funcione y siempre hay debate entre hacer una muy formal y otra más chiringuito. ¿Cuál es tu postura?
La tertulia no es televisión, es un género importado de la radio, y para que funcione en la tele tienes que hacer 'El Chiringuito'. No hay más. Si haces una tertulia intelectual, te van a ver tres. Quizás si te alejas de la radio, la acortas y haces formatos muy rápidos, tipo '59 segundos', pudiera funcionar mejor, pero no lo sé. Lo que sí funciona es 'El Chiringuito': escándalos, ruido y mogollón. La pregunta es si una televisión pública tiene que hacer ese tipo de tertulias y yo creo que no.
Otra cosa en que la tele y la radio cada vez se parecen más es en el estilo de las narraciones. Más de una vez te has declarado en contra.
Ya me he rendido porque la gente quiere que grite y yo no voy a gritar. Me molesta que me insistan porque no es que no pueda, es que no quiero, no es el estilo que me gusta. En TVE tenemos a Paco Caro, que fue el narrador más elogiado de la Eurocopa y le tengo un respeto máximo, pero yo no voy a hacer eso porque no soy tan bueno como él en ese estilo, pero sí soy muy bueno en el mío. Si hacemos televisión, hacemos transmisiones de televisión y las buenas, para mí, son las de los alemanes y los británicos, en las que se oyen el golpeo de balón y el sonido del campo y el comentarista dice lo menos posible y sólo cosas interesantes. Las televisiones privadas han impuesto ese modelo más juvenil y muy despreocupado con las oraciones, se puede decir casi cualquier cosa. Paco Caro puede hacer lo que hago yo igual de bien, pero yo no puedo hacer lo suyo. Tengo que ser fiel a mi estilo.
Este verano, te llamaron soso en la Eurocopa y te cabreaste.
A ver, yo soy soso comentando por naturaleza porque no sé regular el tono hasta que me doy cuenta. Vuelvo a casa a ver la grabación y digo: "Joder, yo pensaba que estaba alegre y estoy un poco mortuorio". No sé emocionarme artificialmente, me emociono cuando me emociono y haciendo fútbol debería ser un poquito más alegre. Pero cuando pillo el tono soy muy bueno porque una de las grandes armas que tengo, y no voy a ser humilde, es mi voz. La gente identifica mi voz y cuando consigo ese tono adecuado, engancho. Creo que soy muy útil porque comunico bien y la gente se fía de mi voz. Esa es mi ventaja, pero en el fútbol ya eso no vale. Ahora te piden que grites.
De todos modos, te atacaron la mitad que a Rivero.
Es que a él le han dado de todos los colores. Si a mí me pegan todo lo que pegan a Rivero, hubiera necesitado psicólogos. De todos modos, cuando me atacaron ya expliqué en Twitter que a mí no me van a desanimar porque he sido operado de tuberculosis, me he pasado un año en la cama y sé lo que es volverse fuerte. Si no me he hundido yo mismo, ya no me va a hundir nadie.
Ahora que se habla tanto del poder de Florentino Pérez y el Real Madrid en los medios de comunicación, tú con el que tuviste problemas fue con Ramón Mendoza.
No quiero parecer un llorón, pero lo cierto es que pidió mi cabeza y la logró. Fue por el famoso Madrid-Atleti de diciembre del 88 en el que Buyo estaba fuera de sí, estuvo buscando a Futre todo el partido y fingió una agresión para que echaran a Orejuela, cuando era él quien había pegado un puñetazo. Lo grabamos, lo montamos y lo mostramos. El cámara Pedro Rupérez es el que tuvo el auténtico mérito de pillar toda esa secuencia que 36 años después se siguen comentando. Tengo enmarcado en casa un reportaje de José Damián González en El País en el que el Real Madrid se quejaba de manipulación y tendenciosidad por parte de 'Estudio Estadio' por emitir aquel reportaje. ¡Pero qué manipulación! ¡Si está todo grabado!
No les convencisteis.
No. Los jugadores del Madrid estuvieron año y medio sin hablar con TVE y el reportaje tuvo que ratificarlo el Consejo de Administración de RTVE. Pilar Miró declaró que mostrábamos exactamente lo que había ocurrido. Pero yo tenía un contrato de tres años que acababa unos meses después y, aunque estaba previsto que sí, no me renovaron. Yo no digo que me dieran un premio por aquello, pero, joder, de ahí a echarme. Mendoza llamó y obtuvo lo que quería. Lo que pasa es que me presenté a las oposiciones de acceso, las saqué con el número 1 y un año después me tenían de vuelta. De todos modos, lo de las presiones de presidentes del Madrid no solo me pasó con Mendoza.
¿Con quién más?
Fui editor de 'Estudio Estadio' toda la época del Madrid de los Galácticos y una de las primeras llamadas que recibí fue de Florentino Pérez para quejarse de que habíamos hecho un resumen criticando a Zidane, que es verdad que empezó fatal. Llamó diciendo que qué era eso, que del Madrid hay que hablar bien. Más adelante, en 2008, se cargó 'El Rondo' en la época de Rivero, Roberto Gómez, Lourdes García Campos y Quique Guasch porque pensaba que podía ayudar a ganar a Ramón Calderón. A través de su hijo, colocó como director de contenidos a Juanjo Díaz, que venía de Marca y no tenía ni idea de televisión. Hizo un informe diciendo que nos tenían que echar a todos porque estábamos amortizados y trajo a Pedrerol y a Hugo Gatti . Su programa se llamó 'Club de fútbol', me pusieron como editor y fue un desbarajuste total. A las dos semanas dimití. Era un programa teledirigido por Florentino y era un churro infumable. En la primera reunión, Pedrerol me dijo: "Yo he venido aquí a hacer el 'Tomate'"
¿José Ángel de la Casa fue tu gran mentor?
La persona por la que realmente estoy en TVE es Julián García Candau, porque yo ya había salido mal una vez antes y él me recuperó. Entré en 1985 con una beca de un año que en realidad eran dos de seis meses. Era una beca nueva que ni siquiera en el departamento de personal controlaban bien y, como apsados los primeros sesis meses no me llegó la renovación automáticamente, me fui a Prado del Rey, me planté en Personal, el subdirector me dijo que yo era un impaciente, yo le respondí que él era un incompetente y ahí se acabó mi beca. Candau me apoyó y pasados siete u ocho meses logró que me hicieran un contrato de tres años. Ahí entra José Ángel de la Casa que, por lo que fuera, siempre vio en mí cosas que yo no veía.
Tenéis caracteres opuestos, la calma y la furia.
Sí, sí, nada que ver, pero fue bueno eso porque veía en mí cosas que yo mismo no sabía que tenía. Por ejemplo, fui la primera persona que trajo a esta redacción un ordenador portátil, un Toshiba en 1991, o un pendrive. A José Ángel lo conocía porque los dos habíamos jugado al fútbol en categorías regionales. Un entrenador mío en Las Rozas había sido compañero suyo en el Talavera y, aparte, yo había visto todos sus partidos porque he sido consumidor de deporte desde que era un enano. Confiaba en mí, pero no creas que me elogiaba alguna vez. No me decía nada, pero me seguía mandando a sitios, que era mejor aún. Aparte de un gran comentarista, para mí es la persona que mejor analiza el mundo del deporte. Ahora está delicado con el Parkinson, pero en cuanto puedo voy a verle. Él me ha dado muchísimo y tengo que devolverle todo lo que pueda.
¿Cuál ha sido el mejor de todos tus viajes?
El Mundial de fútbol sub-20 de Nigeria 1999, que lo ganamos con Iker Casillas y Xavi. Por seguridad, fui como uno más de la expedición, porque la situación social en Nigeria era horrible y estaba maravillado conviviendo con un equipo. Siempre me ha gustado hacer las selecciones inferiores porque cuando te haces amigo de Joaquín, por ejemplo, a sus 18 años ya eres amigo para toda la vida. A Nigeria iba para comentar los partidos, pero empecé a ver la realidad que tenía al lado, los niños millonarios del fútbol español en un hotel y gente pasando hambre en la puerta, así que no sé ni cómo conseguí una cámara y empezamos a enviar unas imágenes alucinantes. Cuando volví, José Ángel me dijo: " Bueno, no está mal, no está mal". El que me felicitó fue Míchel, que era nuestro comentarista: "Te has salido, tío, pero no puedes salir en la tele con la camisa así de arrugada, por lo menos podrías haberte peinado" [risas].
Arsenio Cañada, el anterior jefe de Deportes, fue el gran valedor de 'Conexión Vintage'. ¿Qué tal el cambio a Rosana Romero?
Muy bien. En teoría, me tocaba jubilarme la primavera pasada, pero peleé, logramos que por primera vez nos dejen continuar después de los 65 años y este verano he hecho triplete: Eurocopa, Juegos Olímpicos y Juegos Paralímpicos. Y en unos días me voy al Dakar. ¿Qué queja puedo tener? Empiezo a pensar que me valoran más de lo que yo creo que me valoran. Ahora he aprendido a aguantarme, pero antes estallaba porque me frustraba eso. Era el único tío que controla aquí de informática, que me podía montar yo solo un programa como el 'Vintage', que me he dejado los ojos montando y me han colocado una lente para ver de cerca en un ojo y una para ver de lejos en el otro... Soy un poco Robocop, veo que te cagas. Y muchas veces he pensado que esto estaba lleno de gente que no pegaba palo al agua y a mí no me reconocían mi trabajo. Eso es una quemazón que no te lleva a ninguna parte, claro que te lo reconocen. Lo que no puedes hacer es estar dando golpes de pecho, tienes que hacer que tu programa hable por ti. Ahora lo entiendo, pero me ha costado mucho y he hecho y dicho muchas tonterías por no entenderlo.
¿Cómo se trabaja en un medio con tanta injerencia política?
Te acostumbras. Cuando entré aquí venía ondeando las banderas del rigor y de la ética, ahora las tengo guardadas en el trastero de casa. Recuerdo a José Manuel Álvarez, un compañero veterano que tuve al principio, al que le dije que lo fundamental era la profesionalidad y me respondió: "No, aquí lo que importa es quién gobierne, todo depende de eso y ya lo verás con el tiempo". Tenía razón, casi se quedó corto, pero es normal mientras ningún partido quiera arreglarlo. Debería haber un estatuto de RTVE y una definición consensuada de lo que se quiere con una televisión pública. Varios gobiernos lo han intentado, pero al final el Consejo de Administración es un reparto de posiciones y favores políticos. Lo acabamos de ver. ¿Cómo no va a afectar eso a los contenidos? Ahora hemos visto este decretazo que... Los profesionales no queremos eso, pero damos igual y es inevitable que nos influya.
¿Crees que el fichaje de Broncano fue un fichaje político?
Todo es político y no hubo más que ver el follón que se montó de dimisiones y destituciones en el Consejo, pero los hechos están dando la razón a quienes apoyaban la llegada de Broncano. Por lo menos ahí hay un dato indiscutible que es la audiencia. En definitiva, ¿Para qué te voy a decir que no hay injerencias políticas? Siempre las ha habido, aunque los veteranos ya miramos todos estos cambios como quien ve pasar al tren.
¿Cuál ha sido el peor de todos tus errores?
El de las críticas a Sauca y Silvia Barba en la universidad. No lo tenía que haber dicho porque no sé qué pretendía demostrar, pero no voy a decir que ahora ya no lo pienso. Me ratifico en lo que dije y me ratificaré toda la vida. ¿Para qué voy a empezar a mentir ahora?
Si has llegado hasta aquí así, ya no tendría mucho sentido.
¿Sabes qué pasa? Pensé que me iban a jubilar el 18 de marzo y era muy duro. Me estaba mentalizando, iba a comprarme una bicicleta nueva y a buscar qué hacer, pero aquí sigo. Siempre me he fijado en que casi todos los deportistas, cuando se retiran, dicen que darían cualquier cosa por seguir en activo. Ves que les abandona el físico, pero la pasión es innata. En el periodismo, el físico da bastante igual y mi pasión no ha flaqueado nunca. Quiero ser como Raphael, los Rolling Stones o Clint Eastwood, seguir hasta que el cuerpo aguante. Sé que no puedo ganar la batalla al tiempo, pero él nunca me quitará la pasión. De aquí no me sacan. Al final, después de tanto quejarme, he descubierto que soy una persona con muchísima suerte.
¿En qué?
Siempre estoy al borde del fracaso y siempre salgo mejor. Yo me cargo mis propios progresos, soy mi mayor enemigo. Lo que sí tenía claro cuando pensaba que me iba a jubilar es que me iría como Václav Havel en la República Checa, ni despedida ni nada. Recogería mis cosas y desaparecería porque el olvido prefiero manejarlo yo. Pero pensé: "Si me quedo, sí que hago una fiesta". Y la hice.
¿Fue la gente?
Esa misma duda tenía yo. Con mis antecedentes, ¿vendrá la gente? Vino todo el mundo en cuanto saqué unos canapés. Bueno, menos Rivero, que no estaba ese día [risas].