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El verano de 2023, tras 30 años siendo rostro referencial de la tele deportiva, José Javier Santos (Madrid, 1960) dejó de salir en pantalla. Sigue en Telecinco, dedicado principalmente a dirigir Supersport, la productora encargada de todo el contenido deportivo de Mediaset de la que es consejero delegado y accionista, pero se ha apartado del primer plano en el que residió tanto tiempo. "Y no lo echo nada de menos", asegura J.J. en la terraza de su casa en Madrid. Es de los pocos periodistas que ha sido estrella en las tres grandes cadenas y en los tres formatos (previos a internet): tele, radio y prensa. Cuesta creer que no añore todo eso...
- ¿Tu ego no echa de menos verse en la tele?
- La tele es magia, pero también es una fábrica de hacer gilipollas y lo digo por experiencia propia. Yo era un hombre de radio y cuando descubrí la tele en los 90, con el boom de 'Entre hoy y mañana' con Pepe Ribagorda, hubo un momento en el que me di cuenta de que me había vuelto bastante gilipollas. Claro, salías por la noche de copas y te invitaban a todo, ibas a un restaurante y te daban la mejor mesa e ibas por la calle y todo eran halagos. Te crees el rey del mambo. Afortunadamente, eso me pilló con treinta y tantos años y me di cuenta a tiempo. Además, cuando ya llevas 30 años con eso, la fama se convierte en algo rutinario y pesado. Al menos para mí, porque hay compañeros a los que les pasa todo lo contrario.
- ¿Quiénes?
- No voy a decir nombres, pero muchos los sabes tú igual que yo. Lo necesitan para alimentarse. La fama de la televisión es lo más parecido a la droga que yo conozco y hay gente que mata por ello, que pagarían mucho dinero por salir en la tele. Mira lo de las operaciones de cirugía estética que ahora están de moda. Hay gente que se las hace ya con 30 y 40 años porque está pensando que quiere estar 20 años más en la tele y que con menos arrugas va a tener más posibilidades. Es respetable, pero me parece una imbecilidad.
- Investigando en profundidad para la entrevista, Wikipedia dice que estudiaste Medicina.
- Sí, empecé medicina con 17 años por algo muy sencillo. Yo tuve poliomielitis con 15 meses y mi madre me dijo: "Se te dan bien los estudios y tienes que ayudar a los demás como te han ayudado a ti". Quería que fuera, en concreto, traumatólogo para tratar a niños con mi misma enfermedad y, por darle ese placer, hice el primer curso. Lo aprobé con buenas notas, fui compañero de pupitre de Pirri en el anfiteatro de la Complutense y al año, sin decir nada en casa, me cambié a Periodismo. Era una época en la que se encadenaba la gente en la facultad de Medicina porque pedían una nota de entrada muy alta y cuando fui a secretaría a pedir el cambio, alucinaban y se llamaban unos a otros: "Hay un idiota aquí que quiere salir de Medicina". Mi madre lo supo bastantes meses después, cuando ya estaba trabajando en la radio, pero como le apasionaba escucharme, se conformó. Y eso que yo solo daba la quiniela. Ahora está muy orgullosa.
- ¿Por qué te cambiaste?
- Por vocación. A mí me hubiera gustado ser futbolista, pero la cojera me lo impedía. Aun así jugaba con la pierna más o menos a rastras y me cogían en los equipos. Era defensa central, que era más sencillo para mí porque lo que hacía era dar patadas, pero, claro, estaba muy limitado y lo que hacía en casa desde pequeño era narrar partidos.
- ¿Cuántos insultos y ataques has tenido que aguantar por esa cojera, secuela de la polio?
- Muchos. Desde siempre. Primero en el colegio, lo que pasa es que entonces no se hablaba de estos asuntos, pero sufrí un bullying terrible. No había ningún tipo de protección a la víctima, como por suerte hay ahora, sólo la de mi familia. Mi madre se indignaba y de vez en cuando le pegaba un bofetón al abusón si lo veía, pero luego me di cuenta de que no podía estar mi madre pegando a los niños que se metían conmigo, que era mejor que les pegara yo. No soy nada violento, sólo me he pegado de los seis a los 12 años. Cuando me decían algo, pum, galleta. Y ya ese niño me dejaba en paz. Era una manera muy eficaz, pero no ideal. Afortunadamente, hay otros recursos para atajar eso y los aprendí y apliqué como periodista.
- ¿También lo has sufrido profesionalmente?
- Con los compañeros no he tenido problema. Supongo que lo de llamarme "el cojo" se habrá utilizado a mis espaldas alguna vez, pero creo que sin maldad. Sí he tenido problemas con grandes personajes que además han sido muy poco originales. Normalmente siempre era lo mismo: "El cojo hijo de puta". Así me llamaron muchas veces públicamente tanto Jesús Gil como Javier Clemente. Hubo un tercero, José María García, que al menos fue más original y me llamaba "engañabaldosas". Era un cabronazo, pero al menos eso era gracioso y no utilizaba el apellido "hijo de puta". Gil y Clemente, siempre con nombre y apellido. Te acostumbras, aunque no es agradable, y te defiendes de la mejor manera. De niño era con tortazos y de mayor, con la palabra. Uno de mis maestros, Alfonso Azuara, decía que hay que intentar siempre llegar con el verbo y, cuando ya no hay más remedio, llegar con el músculo. Como periodista, yo siempre he llegado con el verbo.
- Fuiste de los pocos periodistas realmente críticos con Gil.
- Sí, desde el primer día. Fue curioso. Empecé en Radio España, una emisora local que estaba en el centro de Madrid y tuve la gran suerte de caerle en gracia a Vicente Calderón. Él vivía en la calle Covarrubias, cerca de la radio, y me invitaba a su casa a desayunar. Era un privilegio, un chaval de 18 años desayunando con el presidente del Atleti, e hicimos amistad. Cuando murió y, tras una pequeña transición, tomó el poder Jesús Gil, rápidamente vi por dónde iban los tiros. Lo quería, primero, como promoción y, segundo, para utilizarlo en su propio beneficio económico. Eso me indignó y lo dije. Como casi todos los medios le reían las gracias, puso la cruz a los que no le aplaudimos y ahí empezó una guerra que acabó el día que falleció. Cuando fiché por TVE, llevábamos ya 10 años así, me llamó y me dijo: "Esto hay que arreglarlo, vamos a comer". Le respondí que ni de coña, que yo elijo con quién como. La herencia ha quedado en el Atleti. Le tengo un gran cariño a Enrique Cerezo y Miguel Ángel siempre ha tenido un trato correcto conmigo, pero eso no exculpa que se hicieran con la propiedad del club de forma absolutamente irregular. Esa es una mancha que queda de por vida.
- ¿Y con Clemente cómo surgió el conflicto?
- Por algo futbolístico. En aquel momento yo era una absoluta referencia en el mundo de la tele, porque era la explosión de las privadas y tenía 15 minutos diarios para hablar de deportes con máxima audiencia. Dije que no me gustaba como jugaba la selección y en una rueda de prensa soltó lo de "cojo hijo de puta". Y ya le cogió el gustillo y lo dijo muchas veces. Yo contraataqué con el verbo, aunque a él le gustaban verbo y músculo, como cuando pegó a Jesús Gallego. Encontré una fórmula que vi que le cabreaba mucho y la usé durante todos los años que estuvo: jamás le nombrara y le llamaba "el seleccionador español". No sé si le ofendía más lo de seleccionador, que nunca le gustó, o lo de español. Aunque él jamás lo dijo en público, porque hasta ahí llega, sé que le enfadaba muchísimo. Tampoco entendía muy bien cuando utilizaba la ironía... Hace ya años que le olvidé. Hay personas a las que debes apartar de tu vida.
- Venga, el tercer enemigo: José María García.
- Con 24 años empecé a hacer un programa nocturno, 'El Topo Deportivo', que era referencia en Madrid y alrededores, porque Radio España metía mucha más potencia de la que le permitía el Ministerio y se oía en partes de Castilla-La Mancha y Castilla y León. Un día él se metió de manera muy brusca con Valdano, básicamente por su origen. Eso hoy hubiera sido motivo de demanda, pero entonces se podía llamar a alguien 'sudaca' y no pasaba nada. Me ofendí muchísimo, le contesté muy duramente aunque de manera correcta y al día siguiente me dedicó 20 minutos en 'Hora 25' de la Cadena SER. Ahí nació lo de engañar baldosas. Esa noche le contesté parafraseando, y citando, un artículo de José Luis Coll en 'Diario 16', aunque creo que él eso no lo entendió del todo, porque García de verbo andaba bien para poner motes, pero en otras artes estaba ciertamente limitado. Aquello tuvo mucho impacto, él no entendía muy bien lo que le había llamado, pero sabía que le había insultado. Así que estuvo un mes pegándome hostias y fue muy divertido. Yo encantado. Me dio una promoción tremenda. Mi padre, que murió hace muchos años, me pidió el papel donde escribí aquella respuesta, lo llevaba en la cartera y se lo leía a sus amigos: "Mirad lo que le dijo mi hijo a García" [risas]. Aún lo conservo.
- De la radio saltas a la tele, pero no a cualquier tele: a la Telecinco original.
- Sí, sí, la de las mamachichos.
- ¿Era el desfase que parecía?
- Totalmente. Aquello era una fiesta continua, pagabas por ir allí. He tenido en la vida dos personas muy importantes en radio y tele a las que el gran público no conoce. En radio me dio la alternativa Andrés de Sendra, que para mí era el mejor narrador que ha habido en la historia y murió joven, y en la tele apostó por mí José Luis Rubio, al que Valerio Lazarov contrató con gran acierto como director de Deportes. Me hizo una prueba para narrar partidos con Agustín Castellote y me eligió. Fui su hombre de confianza durante muchos años. Luego él se fue a Mediapro y donde ha sido y es un alto ejecutivo. Volviendo a Telecinco, aquello era tremendo.
- Quiero detalles.
- Hacíamos fiestas en la redacción a las dos de la mañana, por los pasillos veías a Penélope Cruz y Jesús Vázquez, se tomaba alcohol en la cafetería, llegaba Miguel Ángel Aguilar con chupitos para todos, a otro se le ocurría montar un pequeño tablao, Mariló Montero era redactora y por las noches venía Carlos Herrera a seducirla... Era un disparate graciosísimo
- ¿Llegaste a conocer a Silvio Berlusconi? ¿Y a Valerio Lazarov?
- A Berlusconi, nunca, pero a Lazarov sí. La primera vez fue cuando José Luis Rubio me eligió para 'Entre hoy y mañana'. Me habían contratado sólo para narrar y en ese programa estaba Marisa Sánchez Vicario, pero le agobiaba la pantalla, duró un mes y Rubio me puso a mí. El primer día que me vio, Valerio le dijo: "¡Cómo has puesto a presentar a un tío con cara de payaso!'. Y la segunda vez que le vi fue porque me llamó para presentar un programa que luego hizo Manolo Escobar.
- 'Goles son amores', historia de la televisión.
- Exacto. Te tienes que situar en la España de los 90, una tele recién creada, un chaval de 30 años para el que la tele era un chollo de dinero y, de repente, me dice: "Estás de enhorabuena. Además del informativo y de narrar los partidos, vas a hacer un programa semanal. Mira, van a salir 18 azafatas medio desnudas y va a haber actuaciones musicales. El fútbol da igual. Tú vas dando paso a los goles, ellas se ponen en el orden de la clasificación y ya está". Me quedo muy serio y le respondo: "Valerio, no lo voy a hacer". Me dijo que acababa de perder un tren que sólo pasaba en la vida, me fui a la redacción y por la tarde Luis Mariñas, que era el jefe de informativos, me llamó para contarme que Lazarov le había dicho que me echara. Por suerte, Luis se negó. Y nunca más volví a hablar con Lazarov, al que sinceramente tengo aprecio.
- Con 'Entre hoy y mañana', Ribagorda y tú inventasteis un formato de informativo que luego se expandió, ese en el que el deporte ocupa la mitad del tiempo. Visto con perspectiva, ¿fue una creación buena o mala?
- Fue buena, pero en la tele española no se puede decir que has inventado nada porque casi todo se hacía 10 o 15 años antes en Estados Unidos. Nosotros no miramos formatos, se nos ocurrió, pero luego nos dijeron que ya se hacía allí. Buscábamos hacer una pareja que interactuara bien y teníamos una gran ventaja: éramos amigos de verdad y se notaba la complicidad. Decidimos hacer el mismo tiempo de información general que de deportes y Luis Mariñas nos dijo: "Vale, pues os doy una hora". Total, como era de madrugada, ¿qué importaba?
- Pero importó.
- Fue un boom. Íbamos detrás del 'Mississippi' de Pepe Navarro y nos ayudó mucho para arrastrar espectadores. Te doy datos exactos: estábamos de 1:30 a 2:30 y hacíamos el 40 o 42% de share con 2 millones de espectadores de media, que es la cifra en la que ahora están peleando Broncano y Motos por liderar el día. Fue la locura y fue el momento en que la tele creó un nuevo gilipollas, que era yo. Pepe era más tranquilo, pero a mí se me fue la cabeza bastante durante un par de años en Telecinco y del todo cuando nos llama TVE y nos ofrece una burrada de dinero.
- Lo del dinero se supo y os creó problemas.
- Tuvimos la desgracia de que jugó sucio el consejero delegado de Mediaset, Maurizio Carlotti, que luego me pasó factura cuando volvimos a coincidir en Antena 3. Nos llamó al despacho y dijo que quería hacer una contraoferta. Le pedimos una cantidad superior a la de TVE y nunca nos contestó, pero al día siguiente salió una página entera en 'Diario 16' diciendo que nos íbamos por no sé cuántos millones de pesetas. Una barbaridad que era lo que habíamos pedido para quedarnos, no lo que nos iba a pagar TVE. Nos creó un problema allí.
- Os recibieron de uñas.
- Sí, los sindicatos nos tiraban papelitos en los que ponía: '¡Estrellitas no!'. Estuvimos tres meses trabajando con escolta porque durante un mes tuve a un liberado sindical todo el rato a un metro de mí y echándome el humo del cigarro. Firmamos tres años, pero, si hubiera podido, al mes y medio habría roto el contrato. No lo hice porque al salir de Telecinco pedimos que nos blindaran los tres años y lo hicieron a cambio de que la cláusula fuera recíproca. Era una burrada ante cualquier juez, lo hubiéramos ganado, pero de alguna manera me obligó mentalmente a acabar los años. Lo viví como una condena. Sinceramente, hacía la cuenta atrás de los días como los presidiarios. No era el sitio más adecuado para la creatividad, estaba todo muy encorsetado y no encontramos una buena recepción. Aunque tuvimos grandísimos compañeros, allí tuve a la mejor realizadora que he tenido en mi vida en televisión: Laura Díaz. Pero aquello está muy politizado y me fui justo el día que se acabó el contrato.
- Ribagorda siguió.
- Sí, él se adaptó mejor, pero yo me planté en el despacho de Alfredo Urdaci, que era el director de Informativos, y le dije que me iba. Me ofrecía hacer 'Tablero deportivo' en Radio Nacional y alguna cosa más, pero me quería apartar de la tele y a mí me daba igual. Había superado ya los tres años de gilipollez por la tele y la fama y las cámaras.
- ¿En qué fuiste un gilipollas?
- Me lo creí. Llegaba a un sitio y me ofendía si no me daban la mejor mesa, que hay que ser tonto porque no me la tenían que haber dado nunca. O me pedían una foto y no me la hacía. O gastaba el tiempo en pensar el outfit para ir a un estreno pensando en la foto. Es un ataque de gilipollez que tuve y luego lo he visto mucho a mi alrededor. Hay gente a la que se le va completamente la cabeza y piensa que es la hostia por salir un minuto al día en la tele. Los periodistas somos una profesión con demasiado ego cuando no deberíamos ser nunca protagonistas. Me has puesto a huevo decir algo que llevo pensando hace tiempo: el periodismo deportivo ha muerto. Al menos como yo lo entiendo. Ya nadie da noticias. En general, ni se buscan.
- Ha cambiado el contexto, el acceso a los protagonistas se ha limitado mucho.
- Cuando empecé, cubría los entrenamientos del Atleti y Luis Aragonés me llevaba todos los días en coche al metro de Pirámides porque le daba pena por la pierna. Eso ya no pasa, pero hay otras formas. El problema es que se ha perdido la exigencia y la idea de que el periodismo es dar noticias. Mira, se podrían dar todos los días porque es mentira que no haya fuentes, lo que pasa es que debes entrar por otro lado que no sean los clubes. Hay algunos periodistas jóvenes que han ido por el camino de ganarse a los representantes y lo han conseguido, pero muy pocos. Ahora todo es opinión, que es lo fácil.
- Y lo que funciona. ¿Cómo valoras el éxito de esos formatos?
- En una sociedad de consumo se puede consumir de todo. La televisión no es distinta que el supermercado: vas y compras lo que te apetece dependiendo de tu cartera, en la tienda, y de tu inquietud intelectual, en la tele. Verás un producto u otro y todos son respetables. Hay gente a la que ver 'El chiringuito' le divierte y le distrae, pues ya está. A mí me distraen otro tipo de cosas. A raíz de dejar de presentar he ganado un montón de horas y las aprovecho en un tipo de actividades elegidas con cierto egoísmo. Yo quiero dar mucha guerra todavía y seguir en activo muchos años. En estos meses me han surgido más ofertas y proyectos que en los últimos diez años. Así que me cuido para ello. Doy clases de piano y resulta que se me da bien y me divierto mucho. Eso ejercita el cerebro, lo mantiene en forma. Y también he recuperado la actividad física, hago cada día media hora de pesas y media hora de aeróbico en bici estática. Hasta poco antes de dejar la pantalla, pensaba jubilarme dentro de un par de años, porque tengo 46 años cotizados y el máximo de la jubilación, pero ahora quiero estar los 20 próximos años activo y a ver si vivimos 100 y los vivimos bien.
- Al irte de TVE, y tras un paso de dos años por la prensa escrita en 'As', fichaste por la gran tele que te faltaba: Antena 3.
- Sé que queda mal porque soy consejero delegado de una productora de televisión y trabajo en Mediaset, pero si tuviera que hacer un podio de lo que más me gusta, sería radio, prensa y televisión, en ese orden. Los de 'As' fueron los dos años más felices de mi vida, como subdirector de Alfredo Relaño, otro de mis maestros, pero acabé precipitadamente porque en 2002 me llama mi amigo Ernesto Sáenz de Buruaga, que me había llevado a TVE contra viento y marea, para irme con él a Antena 3. Se lo debía tras tragar lo que tragó la vez anterior. García había roto su contrato un mes antes del Mundial de Corea y Japón, tenían los derechos y necesitaban de urgencia a alguien con cierta reputación y experiencia. Y a los dos años de estar allí, Javier González Ferrari me ofrece compaginar la tele con la radio y hacer 'Al primer toque' en Onda Cero. De la Morena estaba en otra liga, pero estábamos muy cerca de ser segundos hasta que se cortó abruptamente porque apareció Carlotti y me pasó la factura de mi marcha de Telecinco
- ¿Qué pasó?
- El día que llegó como consejero delegado con Planeta, ya supe que estaba fastidiado. Como las audiencias del informativo de la noche que hacía con Matías Prats eran buenísimas y en mis 15 minutos llevaba a Beckham, a Florentino o a Del Bosque, no se atrevía a tocarme, pero yo iba viendo que aquello se torcía. Siempre he tenido olfato para saber cuándo sobro y nunca me han despedido de ningún sitio. Vi que mis días estaban contados, tuve una comida con Paolo Vasile, que es el mejor consejero delegado que he tenido en mi vida, y le comenté que me ponía en el mercado. Me dijo que me fuera a Mediaset después del verano y eso hice. Dimití y volví a casa, a Telecinco. Era 2006 y hasta ahora. Entre las dos etapas, llevo 25 años allí.
- Tuviste cierta polémica con Matías Prats porque escribiste un libro en el que le criticabas.
- A Matías le tengo mucho cariño y hace un año se ha casado su hijo y estuvimos toda la boda juntos. La relación es fenomenal, pero se entendió mal lo que contaba en el libro. Matías es Matías, un hombre muy pactista, muy equilibrado, muy diplomático y yo soy todo lo contrario. Nada más llegar Carlotti, redujo el informativo de 45 minutos a 30 y Matías todos los días me estaba pinchando con que vaya cabrones. En esas, Carlotti nos convoca a todos los presentadores a un desayuno y le digo que nos está haciendo competir con una mano atada a la espalda. Me pegó una bronca tremenda allí en medio: "Eres un insolente y un no sé qué". Nadie dijo nada por mí, pero lo entendí porque nunca he creído en el corporativismo: te has metido tú ahí, te jodes. Pero es que después le tocaba hablar a Matías y le dice: "Maurizio, estamos encantados, vas a dar un impulso tremendo a estos informativos y voy a ser el primero en ayudarte". ¡Pero, cabrón! [risas]. Era un discurso lógico de bienvenida a un nuevo consejero delegado, pero no después de que tu compañero de mesa se hubiera llevado una cornada hasta la femoral. En el mismo pasillo le dije a Matías que era un cabrón y me había dejado con el culo al aire. Es lo que conté en el libro, pero tengo una relación magnífica con él. Fue una cosa concreta y me arrepiento de haberla escrito porque le hizo daño y yo no quería.
- En esta segunda etapa en Telecinco, el gran momento es el Mundial 2010 que dais vosotros y gana España.
- Es que pasó de todo.
- Lo primero, que fichas a Paco González nada más despedirle la SER.
- Estoy en la final de Hamburgo del Atlético de Madrid contra el Fulham y esa misma tarde sale la noticia. Desde la sala de prensa del estadio, llamo a Paco y me dice: "Sí, es verdad. Me han echado a la puta calle". En cuanto vuelvo a Madrid, llamo al director de Contenidos, Manuel Villanueva, y le digo que Paco se ha quedado sin trabajo y me gustaría llevármelo al Mundial. Él se lo consulta a Vasile y a la hora me dan el OK. Llamo de inmediato a Paco para decirle que se viene con nosotros al Mundial y que puede elegir hacer lo que le dé la gana. Yo esperaba que me pidiera un programa, pero me dijo que quería narrar. Somos así de tontos, nos encanta lo más ingrato, donde más hostias te llevas y donde pierdes la voz. Le dije que perfecto, que a mí no me importaba sólo comentar, y acabó narrando el gol de nuestras vidas. Fue muy divertido.
- Vivisteis una situación muy desagradable con Sara Carbonero, que estaba a pie de campo y se la culpó de la derrota inicial ante Suiza.
- Sara lo pasó fatal. Aquello empezó en la prensa inglesa, pero, bueno, allí ya sabemos cómo son. Lo que de verdad me indignó fue que se portó muy mal el entonces presidente de la Asociación de la Prensa, Fernando González Urbaneja. Se equivocó gravísimamente y se unió al linchamiento, Vino a decir que era poco profesional la actitud de Telecinco poniendo en el fondo de Casillas a su novia. No se había enterado de que los lugares los asigna la FIFA. Sara era una profesional haciendo su trabajo, pero todo el mundo se tiró al populismo: "Le despistó y nos comimos el gol de Suiza". Fue terrible. Por eso no creo en el corporativismo. El corporativismo es una mierda y más en el periodismo deportivo. Que no me pida nadie dar la cara por él en público, si lo tengo que hacer lo haré en privado, lo otro es demagogia.
- Aquello acabó bien, con el célebre beso en zona mixta.
- El equipo de Mediaset en Sudáfrica habíamos conseguido una casa particular con veintitantas habitaciones, servicio de desayuno, comida, lavandería y de todo. Como era una casa blindada con una valla de tres metros de altura y su novia estaba allí, Casillas venía con nosotros en los días libres y participaba en las barbacoas. Desde el primer día tras la derrota inicial nos dijo que iban a ganar el Mundial, nunca dudó, y cuando vio las hostias que le daban por la relación con Sara, nos dijo que iba a hacer algo gordo en la final, pero nunca nos dijo qué. Ni Sara lo sabía. Cuando le dio el beso, todos atamos cabos. Fue muy bonito.
- Es la emisión más vista de la historia de España, con 15,6 millones de espectadores escuchando a Camacho gritar: "¡Iniesta de mi vida!".
- Lo he hablado alguna vez con Paco y hemos coincidido en que nos alegra mucho que lo que más se recuerde de esa narración sea a Camacho. Si tú la escuchas, al que menos se le oye es a Paquito cantar el gol. Se oye berrear a un tal J.J., se oye gritar a un tío tan moderado como Guillermo Amor y, por encima de todo, se oye el "Iniesta de mi vida". Ese grito es lo que hace memorable ese momento. Narraciones limpias en las radios y en otros canales hay miles, pero todo el mundo recuerda esta gracias a Camacho, un tío más de 80 veces internacional que no ha tenido a nivel futbolístico el reconocimiento que merecía, un tío muy noble que se siente entre murciano y albaceteño y le sale del alma. Fue la leche. De todos modos, tengo el mismo buen recuerdo del Mundial que se ganó que de las decepciones de Brasil y Rusia en los dos siguientes. He hecho tres Mundiales seguidos en Telecinco y eso que me llevo.
- En los últimos tiempos, el deporte ha pasado a ser casi residual en Mediaset. ¿Por qué?
- Nunca fui al despacho de Vasile a darle las gracias por comprar los derechos y nunca he ido a los despachos de los actuales dirigentes a preguntar por qué ya no compramos. Yo desde hace un año me dedico a la gestión de Supersport, los números van muy bien y el resto no me corresponde a mí sino a Manuel Villanueva. Todo el mérito de lo que se haga en deportes de Mediaset es ahora suyo.
- En resumen, no es ser médico, pero no ha estado mal.
- Ha estado de maravilla, pese al disgusto de mi madre por no haber ayudado a niños. Aunque siempre le digo lo mismo: "Mira, mamá, yo acabé con la polio". Debí ser de los últimos en cogerla en Europa, donde está extinguida, así que ahora estaría amargado tratando fracturas de esquí.