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Hay voces que son deportes y la de Javier Ares es el ciclismo. Ha hecho muchas más cosas, desde dirigir los Deportes de las dos Antena 3 (radio y tele) hasta conducir el Radioestadio de Onda Cero durante 15 años, de narrar Mundiales, Champions y Juegos a poner en marcha Real Madrid TV, de luchar para García a acompañar a De la Morena, pero si el vallisoletano nacido en Zamora (Villamayor de Campos, 1954) abre la boca, uno visualiza a Hinault, a Perico, a Indurain, a Contador o a Pogacar, cuya exhibición en el Giro acaba de narrar para Eurosport.
"Estoy acabando mi carrera en el ciclismo porque lo adoro y parece lo natural, pero en realidad empecé haciendo rugby, fue mi forma de meter la cabeza en Radio Valladolid. Trabajar en provincias es una gran cantera porque haces de todo. He cubierto desde corridas de toros a procesiones de Semana Santa", recuerda.
- En este país, donde parece que todo es Madrid y algo de Barcelona, ¿se infravalora al periodista de provincias?
- Sí y es una pena. Cuando estaba ya en Valladolid veía a chicos con 22 o 23 años queriendo irse cuanto antes a Madrid. Es una aspiración legítima estar en las sedes de los medios y en los acontecimientos deportivos importantes, pero esto requiere de un aprendizaje y de una formación que se logra con los años y curtiéndose en un montón de batallas tanto de la profesión como de conocimiento del medio y de saber estar en la vida. Trabajar en medios locales te da una formación fantástica, pero mucha gente se lo pierde por las prisas.
- En realidad, tú estudiaste Derecho.
- Sí y tengo un récord. Me matriculé por primera vez en la facultad de Derecho en el año 71 y por última, en 1998. 27 años y no acabé la carrera. Era una pretensión de mi padre muy normal en aquellos tiempos en los que había que hacer lo que llamaban "una carrera de provecho". Y, claro, el periodismo no entraba en esa categoría. Por simple prurito me iba sacando alguna asignatura cada año y así estuve 27 un poco por amor propio y otro poco por darle a mi padre la satisfacción de no abandonar. Pero era estúpido aquello. Recuerdo haberme ido al Giro de Italia con los libros debajo del brazo y levantarme a las seis de la mañana porque me pillaban los exámenes a la vez. En realidad, todo era una excusa porque nunca quise estudiar Derecho. Ni me apetecía ni me gustaba. En el año 98 me dio clase de Derecho Financiero un íntimo amigo con el que había empezado la carrera y ya era decano. Pensé: "Joder, a este le van a jubilar de decano y tú sigues aquí intentando terminar la carrera". Y lo dejé.
- ¿Y la vocación periodística paralela de dónde venía?
- Me gustó siempre. Era muy receptivo para todo lo que significaba tratar de plasmar o de contar lo que ves, que es un poco la base del periodismo. Algunos se dedican a la poesía, otros escriben canciones y otros trabajan en la radio, pero al final todo es contar lo que ves. Y luego hay un episodio clave que une en mí el periodismo y el ciclismo. Son los veranos de la infancia que iba a pasar al pueblo de mi madre, en Zamora. La nostalgia hace que recuerdes estas cosas no como fueron sino como desearías que hubieran sido, pero en el fondo eran épocas sombrías y duras. El verano en un pueblo de Castilla con 12 años no era un festival. Entonces, la única salida de aquella rutina diaria de las heras y los animales, era el Tour de Francia. Era la época en la que empezaban a despuntar Ocaña y Radio Nacional no retransmitía las etapas, pero en el informativo de las 18 horas Paco Blanco, que era un periodista de Bilbao, hacía unas crónicas de cinco minutos con una épica narrativa maravillosa. Me entusiasmaba. El verbo, la entonación... era literatura pura. No se me olvida nunca y fue lo que generó mi afición por la radio específicamente. Quería contar oralmente las excelencias y las gestas de aquel deporte tan épico y tan formidable. Fue un poco la línea que me marqué.
- El ciclismo es el único deporte que justifica el abuso de la épica a los periodistas deportivos.
- Claro, este sí es un deporte que justifica utilizar la hipérbole constantemente. Tienes que contar una cosa que a ti te apasiona, que estás viviendo con una intensidad bárbara y necesitas recurrir a esos términos y a esa fascinación. La épica del ciclismo es real, no una manera de vender un producto. Entonces, cuando lo estás narrando se trata de novelar y de transmitir ese componente literario. No puedes ser elemental ni simple ni llano cuando estás contando una gesta.
- ¿Sientes que, precisamente por eso, narrar ciclismo requiere una mayor preparación que otros deportes? De cara a manejar más vocabulario, más recursos, más referencias...
- Lo de la formación es una cosa que llevo a rajatabla. Desde muy joven tuve una imperiosa necesidad de leer y de formarme en todos los órdenes. El fútbol, por ejemplo, nos ha formado a nosotros, porque muchas veces conoces ciudades o países gracias a sus equipos. Seguramente nada enseña más geografía a un niño. Con el ciclismo es un poco lo contrario. Aquí vamos nosotros a buscar y a ahondar en la historia de aquellos lugares por los que pasa la carrera. Nunca dejas de formarte cuando cubres ciclismo.
- La popularidad del ciclismo en España se mantiene pese a haber pugnado en las últimas décadas con dos enemigos formidables. El primero, el fútbol omnipresente.
- Es verdad que el fútbol es el opio del pueblo. Los demás deportes se siguen fundamentalmente por afición, pero el fútbol te capta por un sentido de pertenencia que te meten por donde sea desde la infancia. Yo vivía a 50 metros del estadio Zorrilla, otra vía de entrada clara son los padres, que te imbuyen desde niño cuál es tu equipo... Puede gustarte o no el fútbol, realmente, pero automáticamente lo tomas como una bandera. Eso se abraza. Y luego genera un escenario también muy propicio a la falta de respeto y a soltar toda la hiel que guarda la gente. El fútbol es una pasión excesiva. Tiene un ángulo bastante similar a la política: "Yo estoy en esta trinchera y voy a ver la paja en el ojo ajeno en lugar de la viga en el mío y nunca voy a perdonar al contrario. Él es el malo y yo soy el bueno". El fútbol ha multiplicado por mil lo que tendría que ser una simple afición por culpa de ese sentido de pertenencia: mi bandera, mi equipo, mi patria, mis colores, mi, mi, mi, mi...
- Eso ha contagiado al periodismo.
- Hace muchos años ya, al deportivo y al político. Otra cosa es que antes la gente tuviera un poco de recato y de pudor para manifestarlo, aunque a mí no me parece mal eso. Me parece perfecto que un periodista diga abiertamente que es de un equipo siempre que luego sea lo suficientemente crítico o equidistante, que es lo mínimo que se puede pedir: tener la objetividad que la subjetividad permite. Todos tenemos nuestro corazoncito, nuestro equipo y nuestra ideología política, pero eso no significa, si eres periodista, que no intentes hacer el esfuerzo de mantener una perspectiva que el forofo no va a ser capaz.
- El segundo enemigo para la popularidad del ciclismo ha sido el dopaje, sobre todo en aquellos años terribles de finales del siglo pasado y principios de este. ¿Fuisteis cómplice de aquello los periodistas? ¿Mirabais hacia otro lado?
- No, no, no. Hemos querido mirar siempre, pero hay un tema que nunca se contempla cuando se dice que el periodismo pasa de puntillas y es que hacer una acusación de dopaje es una cosa muy grave para la que tienes que tener pruebas. Hoy es imputar de un delito y entonces, aunque aún no fuera un delito, era poner en entredicho la ética y la profesionalidad de cualquiera. Conseguir pruebas de algo así era casi imposible. Y luego entramos en un debate más profundo, ¿qué es el dopaje? El dopaje es utilizar determinados productos que una institución te dice que no valen. Bien, pero siempre hay otros productos sin catalogar y la medicina deportiva siempre va por delante. El dopaje funcionaba, funciona y funcionará permanentemente.
- Pero habrá que perseguirlo.
- Por supuesto. Si me dices que el dopaje es provocar una mejora en el rendimiento del deportista saltándose las normas establecidas, sí te lo compro, lo que no me vale es cuando me dicen que el dopaje hace daño a la salud del ciclista, porque también le hace daño hacer 260 kilómetros de montaña bajo la nieve. Ahí la segunda lectura es que la medicina viene a conseguir mejorar el rendimiento de los organismos de los deportistas y para ello utiliza todas las prácticas que estén a su alcance, como es normal. Me decía un día Eufemiano Fuentes: "Si veo a un ciclista anémico le tendré que dar algo. Me podrán decir que eso viola las normas del dopaje, al ciclista lo podrán sancionar, pero yo, deontológicamente como médico, estoy haciendo lo que debo".
- Ya, pero todos sabemos que el problema no era tratar una anemia sino dopar a un ciclista sano para que corra o aguante más.
- Exacto. La trampa es lo que hay que castigar, pero como decía mi amigo [José Antonio González] Linares, lo que es igual para todos no es ventaja para ninguno. Si resulta que lo que consideramos dopaje está institucionalizado y, como pasaba en los años 90, es una práctica que llevan a cabo prácticamente todos, tampoco puedes argumentar que algunos hacen trampa. Lo que en realidad hay es algunos a los que han pillado la trampa, pero la han hecho la mayoría, por no decir todos. Volviendo a tu pregunta inicial, yo en el Tour del 98, el del caso Festina, delante de De la Morena y José Miguel Echávarri, dije en directo y en público que más del 90% del pelotón utilizaba EPO y no pasó nada. Nadie se llevó las manos a la cabeza. E igual que yo seguro que lo dijeron otros compañeros, el problema es que yo no puedo acusar a nadie con nombres y apellidos porque no tengo pruebas. Tenía mis noticias, mis contactos, pero de ahí a poder denunciar que fulano ha tomado esto y mengano se ha hecho una transfusión va mucho. El periodismo no ha mirado para otro lado con el dopaje. De hecho, cuando ha podido contar y ha tenido pruebas, se ha tirado a la yugular porque el periodismo no perdona, como vea sangre y vea noticia se olvida de todo.
- ¿Podemos creer en el ciclismo actual, seguramente el más espectacular que hemos visto?
- Pues ahora van con todos los productos que no se detecten y es lo van a hacer toda la vida. Habrá quien cuide mucho su salud y considere que determinadas prácticas no se pueden llevar a cabo y habrá quien no, pero generalmente van a ir todos con los medios que consideren que pueden sacarles el mayor rendimiento. Y volvemos otra vez al principio: ¿eso es dopaje? Pues determinadas sustancias que ahora mismo están tomando, como las cetonas, no son dopaje, pero pasado mañana pueden serlo. El caso más palmario para explicar esto siempre va a ser el de Perico en su Tour. Estaba tomando una sustancia que estaba prohibida por el Comité Olímpico pero no por la Unión Ciclista Internacional. Por cierto, coincido contigo en que estamos atravesando la edad de oro del ciclismo, sin la menor duda. Hay actores protagonistas espectaculares y capaces de grandes gestas, que es algo que no veíamos desde Bernard Hinault.
- Casi 40 años...
- Claro. No sólo es que haya un ciclismo agresivo y valiente, es que es por parte de los mejores y son muchos. Que después de este Giro tú digas que Pogacar no es el favorito para ganar el Tour de Francia, haciendo los alardes que hace, te da una idea real del nivel que hay. Van der Poel es un fenómeno y no puede ni ganar el Tour ni acabar entre los 100 primeros. O Van Aert o Evenepoel... No ha sucedido que coincidan en el tiempo tantos fenómenos con esa característica tan particular de dar espectáculo, más allá de ganar o ser los mejores. Es apasionante.
- Volvamos a tu carrera profesional, ¿cómo fue el salto de Valladolid al primer plano?
- José María García. Yo había entrado ya con él en la SER y en el 82, cuando se va a Antena 3 Radio, me reclama para irme con él. Logré una situación ideal porque seguía en Valladolid, pero me llamaban cada vez que llegaba un evento: los partidos de Madrid, del Barça, la Champions, los Mundiales, los Juegos Olímpicos... Podía seguir haciendo lo que de verdad me gustaba en el día a día y podía estar en los grandes eventos, que siempre es la aspiración de un periodista y por lo que te conoce el público. Así estuve diez años muy feliz en Antena 3, hasta que se marchó García y desgraciadamente me tocó venir a vivir a Madrid.
- Aquel García aún era el rey todopoderoso de la radio española. La sensación era que trabajar para él daba miedo.
- Todo lo contrario. García siempre ha sido un pedazo de pan, lo que pasa es que en antena parecía otra cosa. Yo le entendía porque cuando tienes esa tensión del directo, la mejor manera de soltar la adrenalina es pegar voces y gritos. Es así, no es bonito pero funciona. Pero como jefe, en el cara a cara y en la cercanía era un buenazo y un tímido al que, incluso, le costaba decirte cosas a la cara porque le daba apuro. Se transformaba en antena y verás que los que hemos trabajado con él siempre hablamos bien.
- Puede ser síndrome de Estocolmo.
- Qué va, como jefe era espectacular. Nos pagaron siempre muy bien, nos hacía sentir partícipes en el proyecto y respetados, un equipo. Tuve una bronca gorda y cojonuda con él y, a pesar de eso, no puedo decir nada malo de García. Mi primera inspiración como periodista es el García, que empieza a hacer Hora 25 en el año 72, me guiaba ese periodismo de investigación y de denuncia que hacía. Luego trabajar con él, especialmente en las grandes vueltas ciclistas, era sentirte un soldado pretoriano, estar en una batalla en la que tenías que dar el callo para que aquello triunfara. No García, sino tu empresa, tu equipo. En aquellos años 80, trabajar con García era como militar en un partido. Independientemente de la satisfacción personal e íntima por hacer las cosas bien, lo que te movía era el grupo, un sentimiento casi colectivo de trabajar para García, para una referencia fundamental en el deporte.
- ¿Cómo fue aquella bronca con él?
- En el 92 estuve a punto de marcharme con él a la COPE, me ofreció prácticamente todo y daba por hecho que iría. Por un lado era lo más cómodo y lo más fácil, pero por otro yo estaba bien en Antena 3 y me ofrecían pasar a ser director de Deportes, así que hice una cosa muy mía que fue no decidir. Sometí mi decisión a lo que quisieran hacer mis compañeros: Siro López, Andrés Montes, Eduardo Torrico, Ernesto López Feito, Pepe Gutiérrez... Hablé con ellos y delegué, no por altruismo sino por comodidad: si ellos querían quedarse, me quedaba. La película acabó en que ellos decidieron quedarse y yo le dije a García que no me iba con él. Se cabreó mucho, pero en cierto modo entendió que éramos gente adulta que no podíamos pasarnos toda la vida detrás de él porque un día iba a desaparecer.
- Entonces, ¿cuándo se calentó la cosa?
- En la Vuelta a España. Yo fui como responsable de Antena 3 y él de la COPE, y empezó a utilizar las prácticas que había utilizado toda la vida. Es decir, control de cada personaje, dominio total y absoluto, exigencias a los jefes de equipo, etcétera. Lo que pasa es que yo tenía mucha ascendencia en el ciclismo y en su época habíamos puesto en marcha una serie de mecanismos, especialmente las unidades operativas dentro de los coches de los directores durante la etapa, que daban unas retransmisiones antológicas. No digo que García no tuviera mérito en aquello, pero no era algo suyo, lo habían hecho los técnicos. Cuando llegó la Vuelta y pretendimos seguir haciéndolo, estalló y se negó. Yo aún me llevaba bien con él e intenté dar fórmulas y ceder en algunas cosas, pero rechazó todo. Así que le solté cuatro cosas en antena y estuvimos cinco años sin hablarnos. No quería ni mirarle a la cara, no quería ni verle. Me resultaba repugnante lo que había hecho con sus antiguos compañeros.
- Descubriste lo que era estar al otro lado.
- Claro y, en el fondo, le entendía porque él estaba en la misma batalla en la estábamos los demás, pero aquí había un factor personal. Estaba jodiendo a compañeros que habían estado diez años en Antena 3 con él y eso me sublevaba y no lo perdonaba. A pesar de algún gesto cariñoso por su parte, no di mi brazo a torcer en ningún momento, pero he de reconocer que cinco años después vino a buscarme para que compartiera su proyecto en Onda Cero y en Telefónica y nos reconciliamos.
- Cuando te quedas al frente en Antena 3, sustituyes a García en la noche y después estarías muchos años conduciendo Radioestadio, en Onda Cero. Siempre pareciste destinado a jugar en la liga de los grandes, pero cuando dirigiste esos programas no parecías cómodo. ¿Fue así?
- Sí, es que nunca me ha apetecido realmente esa liga. Es un plus absurdo y contraindicado de estrés y de responsabilidad que choca frontalmente con mi forma de entender el periodismo. Yo al periodismo le he exprimido hasta la última gota de leche porque creo que el periodismo es tener libertad para contar, viajar y estar en los sitios, conocer mundo y conocer personas, estar fuera. Entonces, la responsabilidad de esos programas siempre es intramuros, siempre se juega en los despachos. Si te pones delante de un micrófono de ese calibre empiezas a encerrarte en un estudio, que es la antítesis de lo yo buscaba, disfrutaba y me había planteado, y yo eso no lo quería perder nunca. Cuando me he visto obligado a hacer la noche, que no lo volvería a hacer en mi vida porque me parece de una crueldad infinita acostarte a las 02:00 pensando en lo que te has dejado y levantarte a las nueve confirmando que lo han cogido otros, no he disfrutado. Y en los 15 años haciendo Radioestadio me he divertido, pero porque también vi otra perspectiva que ahora, afortunadamente, al ir los partidos escalonados se tiene que hacer obligatoriamente, como es hablar de todo, de cine o de lo que surja. Pero, sinceramente, estar tantos años allí metido hora tras hora... No sé cómo pude aguantar tanto.
- Eso lo pienso a veces con Paco González, que lleva más de 30 años metiéndose esas panzadas.
- Es de un mérito enorme. Igual lo que le pasa a Paco es que, como no ha hecho otra cosa, no lo puede echar tanto de menos. Y cualquier cosa la haría bien, seguro, porque es un fenómeno, pero me refiero a que si no has vivido ese continuo viaje que ha sido mi vida, no puedes añorarlo. Me acuerdo perfectamente de coincidir con Paco en una Vuelta a España al principio del todo y, como le ha pasado a mucha gente que no está acostumbrada, estaba obsesionado con la logística: "¿Y cómo hacéis? ¿Todos los días lavando ropa? ¿Y cómo vais y dónde paráis?". A mí me pasó todo lo contrario. De repente me metieron en un estudio y yo no quería porque nunca lo he querido. El periodista está para hacer periodismo, no para estar pendiente de las audiencias, del beneficio, del Consejo de Administración y del director de la empresa. Eso te coarta y te quita una perspectiva importante de tu trabajo. El periodista tiene que trabajar pensando sólo en el lector y en el oyente, nada más. Si empiezas a pensar en lo que es beneficioso para la empresa y en lo que quiere tu jefe, estás dejando de ejercer el periodismo como debes y, a nivel personal, de disfrutarlo.
- Después, en 1998, fuiste el primer director de Real Madrid TV. ¿Cómo fue poner en marcha un canal tan particular?
- Cuando Prisa compra Antena 3, yo me incorporo al grupo y no tenía un trabajo diario. Mis vueltas, mis carreras, mi Deportivo, pero en el día a día nada fijo. Estaba en la gloria así, pero a la hora de montar Real Madrid TV alguien de Prisa debió pensar que estaría bien que se me acabara el chollo y me pusieron a dirigirlo. Yo no estaba muy receptivo, porque nunca había hecho tele, pero luego fue muy sencillo. Me rodeé de gente competente y maté el gusanillo periodístico haciendo entrevistas a Hierro, a Raúl, a Roberto Carlos... Una hora en la intimidad con ellos era un lujo que disfruté mucho. Fue muy divertido y ¿sabes quién pudo haber trabajado en Real Madrid TV?
- Miedo me da aventurarme.
- La reina Letizia.
- Eso no lo vi venir.
- CNN+ y nosotros teníamos que montar a la vez una redacción y hacíamos juntos los castings. Uno de ellos fue a Letizia Ortiz. Ya era muy buena. Tenía mucha imagen y locutaba muy bien, así que se la quedó CNN sin darnos opción, pero si ellos no la hubieran cogido... Allí ya destacó tanto que TVE vino a ficharla. El caso es que estuve un año en el canal y fue maravilloso. De hecho, me dio mucha tristeza marcharme, pero García me hizo una oferta irrechazable para irme a dirigir los Deportes de Antena 3 TV y hacer las vueltas ciclistas en Onda Cero y no pude decir que no.
- ¿Eres del Madrid o del Valladolid?
- De los dos.
- Eso es trampa.
- ¿Por qué? Soy del Pucela, pero los de provincias podemos tener otro equipo. En mi generación, primero eras del equipo de tu tierra y más yo, porque como te he dicho crecí a 50 metros del estadio, pero en esa época el Real Madrid era más que la selección española, era el equipo que nos representaba por el mundo y había un porcentaje altísimo de gente no madrileña que era del Real Madrid porque era el equipo que jugaba y ganaba la Copa de Europa. ¿De qué segundo equipo vas a ser? Esto fue así hasta el Barça de Cruyff, ahí ya el país se va polarizando. Los de Madrid tenéis que entender que esto lo vemos distinto. Por ejemplo, a mí me resulta simpático el Atlético, que es algo que un madridista madrileño no comprenderá nunca. Así que siempre fui del Real Madrid, aunque como periodista he intentado ser todo lo crítico que he creído justo.
- ¿Cómo ves ahora la polémica alrededor de Real Madrid TV?
- No lo entiendo, simplemente. En nuestra época también tirábamos hacia el club, evidentemente. Eso es normal, pero los reportajes sobre los arbitrajes me parecen indecentes y, además, innecesarios. Leí a Valdano que sentirse víctima de los arbitrajes atenta contra la grandeza del club y creo que es la mejor definición. Quién necesita utilizar la disculpa o la queja del arbitraje está perdiendo grandeza y el Madrid está muy por encima de eso.
- Tienes un canal de YouTube de ciclismo con más de 100.000 suscriptores y eres activo en redes sociales. No eres de esos periodistas de "cualquier tiempo pasado fue mejor".
- Lo soy en cuanto a que había más trabajo y mejores sueldos, pero no en cuanto a que nosotros hiciéramos mejor periodismo que los de ahora. Para nada. Al contrario, creo que lo teníamos mucho más fácil porque las condiciones eran mejores y ahora ha tocado adaptarse a un escenario más complicado y los compañeros hacen lo mejor que pueden. Luego, con las redes sociales siempre desvirtuamos el tema. Son un vehículo fantástico de comunicación, de información y de venta de nuestro producto, pero parece que nos hemos quedado solo con la parte de la opinión de la gente sobre nuestro trabajo. Eso antes ya existía, pero se quedaba los bares y no nos enterábamos. Es cierto que hay una parte que es un vomitorio de odio y de ira, pero no es mayoritaria. El periodismo no ha perdido prestigio porque en las redes sociales todo sean críticas, sino porque ha perdido un poco de su esencia y mucho de su independencia.
- ¿A qué te refieres?
- Hoy se hace periodismo para contar lo que el cliente quiere oír, no lo que necesita saber. Da la sensación, tanto en deporte como en política, de que hemos educado a los consumidores de nuestro producto diciéndoles: "Ven a verme, te voy a dar todo lo que te gusta y, además, voy a ser cruel con el enemigo. No te voy a hacer pensar, no te voy a decir nada que te incomode". Esto es así ya en todos los medios, que han perdido en buena medida su independencia al posicionarse sin ambages ideológica o deportivamente. Asistimos a otra fase y desde esa perspectiva debemos enjuiciar al periodismo, no desde la de nuestra época. Me gusta mirar al pasado para sonreír y al futuro para soñar, pero el presente sólo se puede analizar sin comparaciones, porque si no estaríamos negando la evolución de la sociedad. Y el presente te dice que hoy el periodismo es ya sólo un negocio utilizado por el poder para ejercer y llevar a cabo la opinión. Si sabemos que esas son las reglas del juego, no nos tenemos que extrañar ni indignar por nada. Lo que tenemos que hacer es tratar de, para formarnos bien, leer a todo el mundo, escuchar a todo el mundo y sacar nuestras propias conclusiones. Mi gran pregunta es si esto lo ha hecho el periodismo con el consumidor o el consumidor con el periodismo.
- ¿Echas de menos la radio?
- No, porque en el fondo sigo haciendo lo que más me gustaba en la tele. Además, no puedo echar de menos algo que me ha hecho feliz. Al revés, me ha traído a donde estoy, ha ocupado 50 años de mi vida y he sido un afortunado de la profesión. Me lo ha dado todo, no he tenido mayores problemas y me ha dado una buena vida. ¿Sabes lo que más odio de esta profesión?
- Cuéntame.
- Los enemigos que te fuerza a hacer si la ejerces correctamente. Los amigos abundan cuando vas de rodillas genuflexo todo el día, pero si eres crítico, y siempre hay un momento en que debes serlo, te va a odiar el criticado, los haters de las redes sociales y todos los amigos de ese club, ese deportista o esa bandera. Es el único trabajo en el que se enfadan contigo cuando lo haces bien, cuando dices la verdad aunque incomode. El ejercicio de la profesión desde el punto de vista crítico es muy cruel, a veces no sabes si merece ni la pena. Hemos visto a una institución como El País cepillarse a todos los que opinaban contra la línea editorial y seguramente no sea excepción. ¿Cómo va a ser independiente un periodista que sabe que le van a cortar la cabeza a la mínima que atente contra el interés o los amigos de su medio? Afortunadamente, no he vivido esta época y no he tenido injerencias prácticamente nunca, por eso no voy a criticar nunca a los periodistas actuales, sólo a desearles suerte.