CRÓNICA
Viviendo para otros

El ángel de la guarda maño que aleja a los niños del pegamento, de Tánger a Bombay, y saca de la calle a las esclavas sexuales

Pedro Herráiz da la vuelta al mundo rescatando a jóvenes y mujeres de la marginalidad. En Tánger, a quienes esperan cruzar a España en pateras o en los bajos de un camión, les convierte en futbolistas. También en Govandi, el barrio más miserable de Bombay, donde muchos llevan camisetas raídas del Atlético de Madrid, que tuvo allí una fundación

En Bombay, donde el Atlético tuvo una fundación, Pedro Herráiz ayuda a niños como éste, que encuentran en el fútbol una salida a la calle
En Bombay, donde el Atlético tuvo una fundación, Pedro Herráiz ayuda a niños como éste, que encuentran en el fútbol una salida a la calleCRÓNICA
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Todos los días, en la corniche de Tánger, el paseo marítimo, hay un grupo de menores magrebíes que esperan su oportunidad para poder dar el salto a Europa. Algunos son niños que no han cumplido los 10 años. Otros son adolescentes imberbes. En un día despejado, a tan sólo 14 kilómetros en línea recta, pueden vislumbrar a lo lejos la punta de Tarifa. Los críos aguardan en las aceras el paso de los autocares que se dirigen hacia el puerto para cruzar en ferry a la otra orilla. Cuando ven uno de estos vehículos con matrícula española, se enganchan a la parte trasera y consiguen avanzar unos metros por la avenida principal de la corniche, hasta que el conductor se da cuenta, detiene con brusquedad el autocar y los menores salen corriendo. Lo seguirán intentando.

Son chavales errantes, siempre en tránsito, que arribaron a Tánger desde otras partes de Marruecos. Llegan y se van con la misma premura con la que aceptaron la idea que los ha llevado hasta allí: cruzar a la otra orilla para escapar de la pobreza.

La mayoría viajan solos y duermen entre cartones en los callejones del zoco. Aunque entre los niños hay diferentes perfiles. Los hay que salieron de casa empujados por sus propios padres, quienes se endeudaron con traficantes de migrantes para que sus hijos tuvieran una plaza en un viaje de ida a la Península en moto de agua o lancha rápida. El resto, que no tienen dinero para pagar a las mafias, se juegan la vida escondidos en los bajos de camiones o autocares que se suben al ferry, o intentan cruzar a través de la frontera con Ceuta.

Es habitual ver a los niños desorientados y deambulando por las calles. Tienen la mirada perdida. Algunos caminan sujetando una bolsa de plástico que van aspirando. Dentro hay un pañuelo impregnado de cola y disolvente de pintura mezclado con un poco de agua. Es el conocido como pegamento. El colocón es instantáneo.

POBREZA, PEGAMENTO Y AISLAMIENTO EN GOVANDI

A 8.000 kilómetros de Tánger, en Govandi, uno de los barrios marginales más grandes de Bombay, hay más niños vulnerables e invisibles socialmente que son adictos al pegamento. Aunque, a diferencia de los marroquíes, los indios no tienen ningún proyecto migratorio. Ni siquiera pueden plantearse esa opción.

Los niños de Tánger y de Govandi sí que tienen en común una cosa: una especie de ángel de la guarda de Zaragoza que lleva más de una década luchando para sacarlos de la calle y brindarles un futuro.

El economista Pedro Herráiz (47 años) trabajaba en la banca hasta que, tras un voluntariado en Bolivia, decidió quitarse el traje e ir al rescate de los niños perdidos. Se metió en el equipo de una ONG española, Cooperación Internacional, y en 2012 comenzó a viajar a la par a Marruecos e India para liderar proyectos de liderazgo social a través del deporte.

"Hemos abierto academias de fútbol, construyendo campos para que jueguen los críos. También tenemos escuelas para que, después de entrenar, puedan formarse y, sobre todo, dejen de estar todo el día en la calle", cuenta Herráiz a Crónica. "En Tánger hemos reclutado como voluntarios a chavales marroquíes que en su día fueron niños adictos al pegamento que intentaban cruzar a España. Algunos salieron adelante, incluso ya estaban instalados en la Península, y ahora vienen aquí para ayudarnos con los menores. Lo mismo hacemos en Govandi, donde muchos de nuestros trabajadores sociales son chavales que salieron de ese barrio".

Tanger, por su ubicación, es una habitual parada de las rutas migratorias del norte de África. Govandi es un asentamiento densamente poblado y extremadamente pobre de la ciudad asiática con más multimillonarios. Bombay arrastra la reputación de ser una mega urbe de contrastes extremos: desde los rascacielos donde se alojan los ricos se ven los barrios marginales en los que viven siete de sus 20 millones de residentes.

"UN PERRO CALLEJERO DE BOMBAY VIVE MEJOR QUE ELLAS"

Además de trabajar con los niños, la ONG de Herráiz tiene otro programa en Bombay para rescatar a las mujeres prostituidas que han sido víctimas de trata, muchas de ellas también menores. "Las mafias secuestran a niñas de regiones muy pobres de India y las traen a Bombay, donde les dicen que hasta que no paguen una ficticia deuda que contraen, no quedarán libres, y que para ello se tienen que prostituir", relata el zaragozano. "Cuando las ves por primera vez, tienen la mirada perdida. Un perro callejero de Bombay vive mejor que ellas".

Con apoyo de otras asociaciones locales, Herráiz comenzó hace un par de años a buscar a aquellas mujeres que ya habían pagado su deuda con las mafias, pero seguían en la calle prostituyéndose. "O se mueren de hambre o siguen vendiendo su cuerpo. La sociedad las rechaza, las ven como un desecho social. Las chicas tampoco tienen ninguna formación para buscar una salida. Comenzamos a abrir talleres de costura para dar a las chicas una capacitación laboral, además de cursos de alfabetización. Algunas nos llegaban muy tocadas, arrastrando muchos traumas porque fueron raptadas cuando eran niñas muy pequeñas, violadas repetidamente y también maltratadas físicamente por sus captores durante muchos años".

Mujeres rescatadas de situación de esclavitud sexual se forman en un taller de costura.
Mujeres rescatadas de situación de esclavitud sexual se forman en un taller de costura.CRÓNICA

Rekha tenía cinco años cuando su tío asesinó a sus padres mientras dormían. Acabó en un orfanato y, con 13 años, el mismo tío la adoptó y la llevó a Bombay, donde vendió a la menor a una red de trata de personas, que la obligó a prostituirse hasta que les devolviera todo el dinero, con altos intereses, que habían pagado por ella. Tras abonar una década después la deuda a sus proxenetas, Rekha entró al programa de costura de la ONG de Herráiz. Entonces, no sabía ni leer. Ni tan siquiera escribir su nombre. "Me han dado una segunda oportunidad de tener otra vida", afirma la mujer.

Herráiz cuenta que, gracias a su programa, 120 mujeres han dejado las calles. "Ahora estamos lidiando con otros problemas. Muchas chicas a las que intentamos ayudar tienen enfermedades de transmisión sexual y esto sigue siendo un tema tabú en la tradicional sociedad india, por lo que no es fácil encontrar los medicamentos que necesitan. Otras también son drogodependientes porque sus proxenetas han pasado años drogándolas para prostituirlas".

700.000 PERSONAS EN CUATRO KILÓMETROS CUADRADOS INSALUBRES

Algunas de las mujeres rescatadas también salieron de Govandi, donde viven más de 700.000 personas en cuatro kilómetros cuadrados insalubres en los que continúa extendiéndose la tuberculosis y la lepra. Además de la extrema pobreza y las enfermedades, los residentes tienen que convivir con un hedor que proviene del mayor vertedero municipal de la ciudad, que está pegando a sus casas y es custodiado por militares para que los vecinos no se cuelen para rebuscar en las montañas de basura algo de valor que luego puedan vender.

"Muchos niños del barrio, después de salir de la escuela, trabajan como sus padres recogiendo basura o se tiran todo el día en la calle con los peligros que eso conlleva (drogas y delincuencia) en un sitio como éste. Queríamos que estuvieran ocupados y por ello organizamos entrenamientos de fútbol y después van a una escuela que hemos construido donde les damos clases de inglés", cuenta el español Álvaro Villalón, un trabajador de la ONG que fue reclutado por Herráiz para supervisar el proyecto en Govandi.

Los críos juegan al fútbol en un parque de tierra recién reformado por las autoridades locales y que está justo en frente del vertedero. Incluso en la maloliente burbuja que hay dentro de este barrio marginal, se cruzan otras dos realidades: la de las familias que empujan a los niños a que participen en las actividades de las ONG, y las que obligan a los menores a pasar el día recogiendo basura para llevar algo de comida a casa. Entre los que están dando patadas al balón en el campo de tierra, muchos llevan camisetas viejas y roídas del Atlético de Madrid, cuya Fundación financiaba algunos de los proyectos de Bombay, hasta que el dinero dejó de llegar tras la pandemia.

"Queríamos armar un programa diverso con distintas actividades como la academia de fútbol y la escuela para integrar a los niños. Ofrecemos herramientas para que estos críos luchen por tener éxito académico y vital, que sean capaces de liderar sus propias vidas y ayuden a cambiar su comunidad con servicios a su barrio", cuenta Herráiz.

Pedro Herráiz, con un joven con discapacidad en uno de sus proyectos deportivos.
Pedro Herráiz, con un joven con discapacidad en uno de sus proyectos deportivos.CRÓNICA

En Tánger, hace tiempo que tampoco reciben nuevas equitaciones de la Fundación del Atlético, que se ha desentendido del proyecto. Por suerte, el programa que lidera el español cuenta con el respaldo financiero de otras empresas como el grupo alemán Bergner. "Varias veces al año, tanto a Tánger como a Bombay, vienen trabajadores de esta empresa para pasar un tiempo como voluntarios en las academias deportivas", explica Herráiz.

El español también ha impulsado en Marruecos otro proyecto de empoderamiento centrado en jóvenes con discapacidad intelectual, concretamente un programa de cocina. "Hemos conseguido que chefs muy conocidos del país vengan a Tánger para enseñar a estos chicos. Del grupo, algunos han sido ya contratados para trabajar en las cocinas de buenos hoteles", asegura el español.

Por la escuela de cocina han pasado 120 jóvenes. En verano, cuando más voluntarios españoles pudieron ir a la ciudad del Estrecho para apoyar el proyecto, la academia de fútbol también se llenó de niños vulnerables de la calle, casi 60 estuvieron entrenando a diario, dejando de lado el pegamento y pudiendo olvidar la razón por la que estaban en Tánger: jugarse la vida para cruzar a España.