Una banda de ucranianos ofrecía sus drones a los narcos del Estrecho y buscaba obtener el máximo rendimiento económico con la menor inversión posible: por eso ensamblaban a mano sus artefactos con corcho y madera, y les instalaban unas hélices -también de madera, pero de haya- que compraban por AliExpress a 47,07 euros. Luego, los ofrecían entre los traficantes de Algeciras o Marbella que buscaban ser sigilosos y colar su mercancía por el sur de la península, aunque fuera poco a poco, en mitad de la oscuridad de la noche.
Aquellas aeronaves no tripuladas eran capaces de cargar entre 10 y 20 kilos de hachís en su interior. Llegaban a tener una autonomía de unos 100 kilómetros, distancia más que suficiente para mover la mercancía desde el norte de Marruecos hasta el Campo de Gibraltar y la Costa del Sol, donde la mafia ucraniana encontraba a sus clientes.
Tras volar desde Marruecos a España, descargaban la droga a través de paracaídas adosados al ensamblaje. Dejaban caer los pequeños fardos en ubicaciones de difícil acceso en los entornos de Pelayo y Las Pantallas, zonas de montes en los alrededores de la localidad gaditana de Algeciras. Allí eran recogidos por los miembros de la banda que solicitaba los servicios de estos drones.
La meteorología condicionaba los envíos de hachís debido al fuerte viento que suele soplar en el Estrecho como consecuencia del cruce mares que se produce en sus aguas, donde el mar Mediterráneo y el océano Atlántico se abrazan. Con buenas condiciones, la Policía Nacional calcula que uno sólo de los drones decomisados podía hacer hasta diez vuelos en una noche, sobre todo en verano.
Las pesquisas comenzaron hace más de un año, después de que la policía tuviese constancia de la existencia de una organización criminal que se dedicaba a mover hachís por vía aérea usando drones de fabricación artesanal de grandes dimensiones. Los aparatos, de unos dos metros de largo, eran capaces de sobrevolar el Estrecho sin problemas y soltar la carga ya en suelo español, sin tener que aterrizar siquiera. La fabricación de los drones se realizaba en Ucrania. Posteriormente, los propietarios los enviaban por carretera hasta Cádiz y Málaga.
Una vez en Andalucía, los aparatos eran operados por individuos de países de Europa del este, de ahí que para desarticular a esta organización se haya contado con la colaboración de Europol y las autoridades policiales de Ucrania y Polonia. La Policía Nacional llevó a cabo registros en diversas viviendas de Marbella y Algeciras.
Los agentes se decomisaron tres drones, uno de ellos todavía en fase de montaje. A ellos se sumaron varios dispositivos para su control remoto y útiles para su reparación. Se produjeron diez detenciones. El Juzgado de Instrucción Número 5 de Algeciras, encargado de dirigir la investigación, decretó el ingreso en prisión de siete de los arrestados.
EL DRON MALAGUEÑO DE LOS 150 KILOS
Las mafias del hachís ven en los drones una manera eficaz de saltarse el Estrecho sin tener que recurrir a las narcolanchas. El 13 de julio de 2021, la Policía Nacional de Málaga expuso durante una rueda de prensa un enorme dron de cuatro metros y medio de envergadura con capacidad para transportar hasta 150 kilos de carga, incautado a una banda de narcotraficantes franceses que buscaba asentarse en la Costa del Sol. El aparato tenía una autonomía de siete horas y podía alcanzar los 170 km/h.
«Jamás habíamos visto un dron de este tamaño para esta utilidad. Había algún precedente, pero nunca como este», dijo Pedro Luis Bardón, jefe de Medios Aéreos de la Policía Nacional.
La colaboración entre España y Francia permitió saber que los miembros de esta banda compraban hachís y marihuana en Marruecos que luego trasladaban a Málaga. Una vez en la península, lo enviaban al país galo por paquetería postal o en coches de alta gama robados. El dron intervenido en Málaga, pintado de un blanco níveo, era de fabricación china. Tenía cinco motores. Cuatro de ellos eran eléctricos, lo que le permitía ascender y descender en vertical. Un quinto, de combustión, es el que lo impulsaba en horizontal durante el vuelo. Podía alcanzar los 7.000 pies, unos 2.000 metros de altura. Los narcos podían introducirle las coordenadas exactas para el despegue y aterrizaje. Se puede adquirir por entre 30.000 y 150.000 euros a través de suministradores en internet.
No sólo los drones operan sobrevolando las aguas que separan Europa de África. También por encima de la frontera de Ceuta con Marruecos. Las fuerzas policiales calculaban que en el otoño de 2021 había entre diez y doce de estos aparatos sobrevolando el cielo ceutí. Hacían viajes continuos durante toda la noche. De ida, los drones traían droga. De vuelta, llevaban el dinero para el pago de la sustancia estupefaciente y medicamentos para producir, a su vez, más drogas en el país norteafricano.
La Policía Nacional tuvo que enviar a un especialista desde la península hasta la ciudad ceutí. Con cámaras de vigilancia nocturna y agazapado a un centenar de metros, durante semanas se dedicó a abatir drones con un rifle inhibidorque interrumpía la señal del mando que enviaban sus directrices de vuelos.
Se trataba de un fenómeno idéntico al que se da con la cocaína o las metanfetaminas entre el norte de México y el sur de EEUU. La tecnología al servicio de los traficantes. El hachís que antes entraba en Ceuta a través de coches con dobles fondos, con personas enfajadas o gracias a los culeros que se jugaban la vida si los envoltorios les estallaban en el estómago, ahora cruzaba mediante el vuelo de sofisticados artefactos. Y así también en el Estrecho.