La menopausia es una etapa vital por la que está pasando, ha pasado o pasará nada menos que la mitad de la población. Y, sin embargo, sigue habiendo un gran desconocimiento sobre sus síntomas e implicaciones así como sobre las herramientas que hay disponibles para frenar las molestias que a menudo lleva aparejadas.
El estigma y el silencio que han rodeado tradicionalmente a la pérdida de fertilidad de la mujer están empezando a romperse, con un movimiento que reclama más atención y visibilidad para el proceso. Pero esa salida del armario de la menopausia todavía convive con una gran cantidad de mitos que dificultan que la información veraz llegue a las mujeres. Repasamos -y desmontamos- los más comunes de la mano de varios expertos en la materia.
MITO: "Es lo que hay".
Una de las falsas creencias más extendidas es que la menopausia es una etapa que hay que soportar y que los sofocos, la niebla mental, el insomnio o la sequedad vaginal, por citar alguno de los síntomas más comunes de este periodo, son inevitables e ineludibles. «Venimos de un histórico en el que nuestras madres y nuestras abuelas aguantaban todo. Incluso inducidas por ciertos profesionales sanitarios a pensar que no se podía hacer nada. No es así. Estamos en pleno siglo XXI. El escenario es muy distinto y se pueden implementar muchísimas estrategias, no solo terapéuticas, para tratar lo que aparece, sino también preventivas», aclara Silvia P. González, ginecóloga máster en climaterio y menopausia y presidenta electa de la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia (AEEM).
«La menopausia es inevitable; sufrirla, no», apunta, en la misma línea, Mary Claire Haver, ginecóloga y obstetra estadounidense que acaba de publicar la versión en español del bestseller La nueva menopausia (Zenith). «Hay tratamientos, y hay estrategias de nutrición, de ejercicio, de reducción de estrés, de optimización del sueño... todo un abanico para construir un estilo de vida para cuidarte», añade esta profesional.
MITO: "Todo está en tu cabeza".
«La creencia heredada de que los problemas médicos de la mujer son de naturaleza exclusivamente emocional o psicológica ha perdurado con especial fuerza y contribuye a lo que hoy se denomina brecha de género del dolor», escribe Haver, quien subraya que ese sesgo ha provocado que los síntomas de la menopausia hayan estado «infradiagnosticados e infrarreconocidos» por parte de los profesionales sanitarios. «Es una realidad de la que no fui plenamente consciente hasta que yo misma me vi acosada por los síntomas». En toda su formación como residente, subraya la especialista, la menopausia apenas ocupó seis horas de un programa de cuatro años. «Soy ginecóloga y obstetra; mi especialidad es tratar a pacientes con ovarios, las dos pequeñas glándulas de forma ovalada que producen estrógenos, progesterona y testosterona, que son las hormonas esenciales para el ciclo menstrual, la fertilidad y el embarazo. Y no formaba parte de mi educación obligatoria adquirir más conocimientos sobre la inevitable disminución de esa producción hormonal, ni comprender su relación con las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades neurodegenerativas, ciertos tipos de cáncer y el empeoramiento de la calidad de vida. Creo que eso no está bien», desgrana.
"Hay un gran desconocimiento sobre la menopausia y hay mucha labor por hacer en ese sentido. Lo más recomendable es que las mujeres atiendan a fuentes de información fiables, como la Sociedad Internacional de Menopausia, la Asociación Española para el Estudio de la Menopausia, o la Sociedad Europea de Menopausia, que celebrará su congreso este año en España, en Valencia, del 14 al 16 de mayo y que contará con la presencia de los mejores especialistas del mundo en menopausia", señala Antonio Cano, profesor titular de Obstetricia y Ginecología en el Departamento de Pediatría, Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Valencia y ex presidente de la presidente de la Sociedad Europea de Menopuasia y Andropausia.
MITO: Los sofocos son el único síntoma que siempre se produce
Los rubores acompañados de una subida del termómetro interior son el síntoma más icónico de la menopausia y también el más frecuente, pero eso no significa que todas las mujeres sufran sofocos durante la menopausia. En algunos casos, este problema no se da.
"La falta de estrógenos desencadena cuadros vasomotores, que no son otra cosa que los populares sofocos. Son una sensación brusca de calor, que se sigue de sudoración y enrojecimiento cutáneo. Son muy frecuentes y de intensidad variada, aunque es un mito que afecten a todas las mujeres", explica Antonio Cano. "Cuando son más graves, y los estudios epidemiológicos son relativamente unánimes en que afectan a aproximadamente el 25% de las mujeres, impactan considerablemente a la calidad de vida o incluso a la comodidad en el trabajo", señala Cano, quien recuerda que el tratamiento de primera opción para estos casos es la terapia hormonal, si bien "ahora hay fármacos eficaces no hormonales, como los modernos antagonistas del receptor de neurokinina, que actúan directamente sobre el centro termorregulador del calor "reseteándolo" para que actúe con normalidad. Hay también terapia conductuales eficaces y fármacos como los anti-depresivos" que pueden ayudar, añade.
Otro mito es que la osteoporosis afecta a todas las mujeres tras las mujeres, pero "lo cierto es que hay una gran variabilidad", continúa Cano. "No afecta a todas las mujeres por igual, por lo que debe identificarse a mujeres que tienen factores de riesgo, entre ellos la delgadez, los antecedentes familiares de primer grado de osteoporosis, los antecedentes personales de fractura, o la coexistencia de alguna enfermedad que curse con alteración del metabolismo del calcio, como la artritis reumatoide, etc", señala el especialista, quien subraya que también es un mito que la menopausia aumente al riesgo de depresión o afecte a la capacidad cognitiva. "Se habla de la "niebla cerebral", que se presenta en algunas mujeres, pero no hay ningún efecto sobre la cognición que sea definitivo", apunta.
MITO: "Los tratamientos son peligrosos"
Una de las leyendas más populares tiene que ver con la inseguridad de las terapias hormonales de la menopausia. Esta creencia está enraizada en la publicación, en 2002, de los datos del estudio Women's Health Initiative, una investigación que asoció la terapia hormonal sustitutiva con un mayor riesgo de cáncer de mama y problemas cardiovasculares en las mujeres que tomaban el tratamiento y que tuvo un enorme impacto tanto dentro como fuera de las consultas. Aunque posteriormente esos resultados se contrarrestaron, el mantra caló. «Se ha desmentido que la terapia hormonal provoque cáncer u otros problemas. Pero desafortunadamente el mismo megáfono que difundió la desinformación no se ha utilizado para reconocer que aquello fue un error», lamenta Haver.
«Muchas mujeres siguen pensando que es peligrosa, pero nada más lejos de la realidad», señala González, quien recuerda que hay varias terapias hormonales que sin duda han demostrado su seguridad a largo plazo. El consenso actual fija que el perfil más seguro para recibirlas es el de una mujer postmenopáusica sana, de menos de 60 años o con menos de 10 años de comienzo de la menopausia y con síntomas significativos. Y se han establecido contraindicaciones claras, como estar en tratamiento activo de cáncer de mama o cáncer ginecológico, tener un trastorno de coagulación severo, así como tener antecedentes de cáncer hormonodependiente o enfermedad vascular.
«La evidencia científica muestra que bien administrada la terapia hormonal es segura», coincide Marta Marcè, nutricionista, divulgadora y autora de Nutre tu menopausia (Alienta). Tras sufrir una menopausia precoz a los 26 años a causa del cáncer, Marcè ha dedicado su carrera a ayudar a otras mujeres a transitar por el proceso que ella sufrió.
«Otro mito que está muy extendido es que la terapia hormonal es la única alternativa para no sufrir durante la menopausia», señala Marcè, quien subraya que muchas veces se equipara la menopausia «con una etapa horrorosa de la vida para todas las mujeres y no es verdad. Hay muchas que cuando se adaptan a esta etapa de la vida con las herramientas necesarias pueden vivirla como una etapa muy plena».
MITO: "Es una etapa para ponerse a dieta y no hacer ejercicio intenso"
Los cambios en la composición corporal y la acumulación de grasa abdominal son frecuentes durante la menopausia, una razón por la que muchas mujeres se ponen a dieta en este periodo. Sin embargo, «las dietas restrictivas en este momento son de las peores cosas que podemos hacer», expone Marcè, quien advierte de lo perjudiciales que son «sobre todo las que restringen mucho las calorías, las que restringen mucho las grasas y las que hacen lo propio con los carbohidratos, porque «en esta etapa la alimentación tiene que ser muy nutritiva, con abundancia de nutrientes diversos. Un exceso de restricción calórica o de estos nutrientes puede provocar una falta de producción de músculo, que es indispensable, así como un aumento del cansancio y una bajada mucho más marcada de la formación de hormonas», indica.
«Hay que dejar de contar calorías y empezar a contar nutrientes», subraya la nutricionista, que recomienda que en la alimentación habitual la mitad del plato esté compuesto siempre por verduras y hortalizas variadas; la proteína de calidad ocupe un espacio similar a la palma de la mano y haya también un hueco para las grasas saludables, como el aceite de oliva o los carbohidratos complejos, como la patata, el boniato, el trigo sarraceno o la quinoa. También es fundamental en esta etapa el ejercicio de fuerza, recuerda Marcè, con quien coincide Haver. «En la menopausia, la disminución de los niveles hormonales provoca la pérdida de masa muscular y ósea. En ese caso, el objetivo con el ejercicio consiste en trabajar de manera estratégica para contrarrestar ese efecto. Es necesario hacer ejercicio para incrementar y conservar el músculo y la fuerza. Por tanto, el mejor ejercicio es el entrenamiento de resistencia, que debe incluir el levantamiento de pesas y la realización de movimientos funcionales sencillos con el propio peso corporal, además del ejercicio aeróbico», argumenta.
"Es un momento excelente para implementar hábitos de vida saludables, ejercicio y nutrición esencialmente, además de la evitación de tóxicos, tabaco y alcohol", añade Cano.
MITO: "No puedo quedarme embarazada si ya estoy cerca de la menopausia"
Se considera que una mujer está en menopausia cuando no ha tenido la regla durante 12 meses consecutivos. Sin embargo, antes de llegar a ese punto, esa mujer ha pasado por una etapa de transición, con menstruaciones irregulares y distintas alteraciones que se denomina perimenopausia y se inicia cuando los ovarios producen menos estrógenos y progesterona y la ovulación se ve afectada. «Muchas mujeres, cuando están en la perimenopausia, piensan que ya no son fértiles, que no van a poder quedarse embarazadas y no es cierto», advierte Silvia P. González. En esa época, que puede prolongarse hasta una década, «las ovulaciones son absolutamente imprevisibles. Por lo tanto, si bien es cierto que la fertilidad se ve reducida, es muy complicado saber en qué momento la mujer es más fértil, por lo que se da una tasa altísima de embarazos no deseados. Es importante recordar que no hay que dejar de utilizar métodos anticonceptivos durante ese periodo de la vida si no se desea un embarazo», recuerda la ginecóloga.
MITO: "Tendré una menopausia tardía si la primera regla me vino tarde"
Esta creencia está muy extendida pero en realidad no se ha demostrado ninguna relación entre la menarquía (primera regla) y la menopausia. Hay distintos factores que pueden intervenir. Por ejemplo, sí que hay cierta asociación con la edad en la que llegaron a la menopausia familiares cercanos.